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BOCATA DE CALAMARES
Columna
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Contra la explotación de los elfos

Hay muchos seres invisibles y no tan mágicos que mantienen el planeta girando

'Riders' en la calle Hortaleza, en Madrid, el pasado abril.
'Riders' en la calle Hortaleza, en Madrid, el pasado abril.Daniel Gonzalez (GTRES)
Sergio C. Fanjul

Si hay algo bueno en la Navidad, y en el mundo en general, son los elfos. A mí me gustan mucho los elfos y todo lo élfico, de hecho, tengo dos en casa: Gliglidel y Chispumdel. Aunque no me hacen mucho caso porque prefieren escaparse al bosque y comer bayas. Hablan con la zeta. Majísimos.

Mañana viene Papá Noel, antecesor de Amazon, con millones de regalos fabricados por sus elfos mágicos. El fetichismo de la mercancía, según Marx, consiste en consumir acríticamente las cosas, sin preguntarnos de dónde vienen, cómo y por quién fueron producidas. ¿Cuáles son las condiciones laborales de los elfos? ¿Son pagados justamente o curran por prestigio y promesas de un futuro indefinido? ¿Son falsos autónomos? ¿Soporta Santa Claus huelgas y críticas, allá en Laponia, por su modelo laboral tal y como lo hace la propia Amazon? ¿Es Papá Noel, bajo de su bonhomía, un explotador?

En los años 80 los electroduendes y la Bruja Avería difundían el marxismo para niños. Paralelamente, en Fraggle Rock se fomentaba la idea de un trabajador manso y contento. Los curris eran unos pequeños obreros vestidos de obrero que fabricaban estructuras de metacrilato que los Fraggle se comían. En un episodio, la Fraggle Rosi se ponía revolucionaria y exigía que los Fraggle dejasen de comer las construcciones de los curris, la clase oprimida. Pero los curris bajaban la cabeza y alegaban que ellos deseaban ser explotados, que el sentido de su vida era, precisamente, que las élites extractivas Fraggle se consumiesen el producto de su trabajo por la cara. Una justificación de la explotación, y hasta del colonialismo, desde aquel mágico mundo subterráneo.

Hay muchos elfos sosteniendo la sociedad, pero no mágicamente. Los humanos que fabrican la mayor parte de lo que consumimos en lejanas fábricas asiáticas con dudosas condiciones laborales, incluso en régimen de semiesclavitud. O todos los marinos mercantes (filipinos, taiwaneses, etc) que trasladan a través del mar alrededor del 90% de la producción planetaria en enormes y silenciosos barcos, donde también reina el silencio en torno a las formas de trabajar (véase el libro Océanos sin ley de Ian Urbina, o Noventa por ciento de todo, de Rose George, publicados por Capitán Swing).

No hay que ir tan lejos: también hay elfos invisibles que posibilitan la vida cotidiana, como observamos desde el balcón durante la pandemia: los trabajadores esenciales, pero no por esenciales mejor pagados o considerados socialmente. Los jornaleros, las cajeras, las limpiadoras, los transportistas, los riders, las sanitarias que hacen que la vida se sostenga.

Los elfos de Papá Noel volverán a hacer mañana, sin protestar, largas jornadas laborales, como más adelante lo harán los pajes de los Reyes Magos. ¿Les habrán metido en la cabeza que los sindicalistas son señores vagos, tripudos, adictos a las parrilladas? Bueno, eso se parece más al perfil del propio Papá Noel.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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