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El pueblo que temía al frutero

Detenido un hombre en la localidad madrileña de Valdeavero, de 1.500 habitantes, acusado de abusos sexuales a una decena de menores

Fachada de la frutería de Valdeavero, donde presuntamente se cometieron los abusos. El cartel con el nombre ha sido descolgado.
Fachada de la frutería de Valdeavero, donde presuntamente se cometieron los abusos. El cartel con el nombre ha sido descolgado.David Expósito (EL PAÍS)
Miguel Ezquiaga Fernández

La única frutería de Valdeavero ha cerrado. Desde este lunes no queda ya ni el cartel que le daba nombre. En este pequeño municipio del este de la Comunidad de Madrid con 1.510 habitantes censados, 277 menores de 16 años, la detención el pasado miércoles del frutero, acusado de abusos sexuales a al menos 10 menores, todos ellos varones de entre 11 y 13 años, ha desatado un escándalo sin precedentes. La Guardia Civil no descarta que haya más casos similares, en años anteriores y también en otras localidades de la zona.

El caso se investiga desde agosto. Este verano, un niño del pueblo se negó a jugar con uno de los hijos del detenido y acabó confesándole a su madre el porqué: los supuestos abusos que sufría en la trastienda de la frutería. Según el relato del pequeño, C. L. C., de 47 años, lo sometía a tocamientos tras ofrecerle golosinas o refrescos. Después de aquella primera denuncia llegaron otras nueve más. Todas relataban hechos similares cometidos contra niños de la misma edad que los hijos del frutero, vecino de la localidad desde hacía una década. Se desconoce desde hace cuánto tiempo llevaba realizando supuestamente estas acciones.

Durante cinco meses en Valdeavero se dispararon las visitas al cuartel de la Guardia Civil. Las familias acudían de una en una, por separado, conforme conocían el testimonio de los pequeños y se propagaba el miedo al frutero, un hombre atlético y bien parecido, recién separado. Aquellos días hubo quien desempolvó su escopeta de caza, dicen dos albañiles que este lunes remodelaban un local municipal. Pero la detención calmó los ánimos, pese a la sensación de que todos los chavales del pueblo estuvieron en peligro, como declara una madre al salir de la farmacia.

“Se corrió la voz y le pedí a mi hija que no saliera de casa después de las clases”, dice. Los vecinos tomaron precauciones. Todavía hoy se propaga el miedo a que el detenido contara con compinches, pese a que el instituto armado niega esa posibilidad. C. L. C. contrató a un ayudante en la frutería, pero solo trabajaba si él tenía que ausentarse. Lo que hoy se percibe como una tapadera que encubría vejaciones fue un negocio más que llegó a publicitar el propio Ayuntamiento en los folletos de las fiestas veraniegas. La alcaldesa socialista de Valdeavero, María Luisa Castro, declina hacer declaraciones al respecto.

Como otros tantos vecinos que prefieren guardar silencio y niegan con la cabeza si se les interroga por lo ocurrido. ¿Cómo pudo algo así pasar inadvertido? En la tarde de este lunes el desconcierto tiene cita en el único bar abierto del pueblo, un local de barra metálica donde una familia comenta la reciente detención. Proceden, aseguran, de Nuestra Señora de Belén, el barrio complutense en el que se crio C. L. C. “Le conozco desde chiquititos. Solía andar con niños, pero todos pensábamos que tenía instinto de padrazo”, relata el padre. Su pareja apunta que “se compró un chaletazo en Los Hueros, una localidad cerca de Alcalá, y conducía un descapotable rojo”.

Sea como fuere, el acusado se marchó de allí hace 16 años y acabó en Valdeavero, donde al principio no conocía a nadie. Trabajó en la industria del metal de Meco y cargó camiones para un supermercado, hasta que abrió su propio negocio, situado a solo ocho minutos andando desde su casa. Hoy un coche de vigilancia privada ronda por la zona de la vivienda. Rodea la manzana a cada rato y el conductor persigue con la mirada al forastero. El pavimento del patio en el que C. L. C. tomaba el sol está completamente levantado. Junto a una piscina todavía llena de agua se acumulan los cascotes. Hay dos motos, sillas rotas, basura y restos de obra.

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Destrozos en plena noche

La vecina de enfrente asegura que unos albañiles destrozaron el lugar en plena noche. “Hace dos semanas le escuché decir que iba a vender la casa por 240.000 euros”, relata María de la Cruz, de 70 años. Solo un camino empedrado separa su vivienda de la de C. L. C. Podía oír muchas de sus conversaciones privadas porque en el interior de la casa no había cobertura móvil y él salía a la calle para hablar. “Pienso que se sabía vigilado y planeaba largarse en cualquier momento”, agrega. De la puerta del detenido cuelga un dibujo infantil, obra tal vez de uno de sus hijos. “Por mí, por ti, por todos. No salgas de casa, porfi”, puede leerse en el papel garabateado.

Un hombre baja la calle mientras apura su lata de refresco. La aplasta con la mano y la lanza al patio de C. L. C. ahora entre rejas. “Total, bastante basura hay allí dentro”, exclama. Allí, en su vivienda, fue arrestado el pasado miércoles el único frutero de Valdeavero. Tras pasar a disposición judicial, el magistrado decretó prisión provisional y su ingreso en la cárcel de Alcalá de Henares.

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