Haga como Ayuso, no se meta en política
La política actual es una cosa muy extraña, una especie de fenómeno cuántico, en el que se puede estar y no estar al mismo tiempo
A Isabel Díaz Ayuso le preguntan por los cortes de luz en la Cañada Real y ella responde con Otegi. Ocurre a menudo en la Asamblea de Madrid, ocupada en asuntos tan propios de su función -y de los que nadie más se ocupa- como desenmascarar a los amigotes independentistas de Pedro Sánchez. Ya dijo la presidenta, en frase para la historia, que Madrid es España dentro de España. Como tal, nada de lo español le es ajeno. Y tan pronto la podemos ver en Leganés como combatiendo en Barcelona contra la persecución del castellano.
La presidenta ha cerrado otra semana en cabeza de las listas de éxitos. El Día de la Constitución, brilló justificando las cartas enviadas al Rey por esos exmilitares que ya no soportan más ver cuánto se ha degradado nuestra democracia desde que falta Franco. “Hay mucho español preocupado por la deriva que está tomando la política”, argumentó, comprensiva, la presidenta. No se refirió al país en general, ni siquiera al Gobierno presidido por un tipo de Cuatro Caminos que odia Madrid. Se refirió a “la política”, ese barullo del que ella toma distancia.
La presidenta da síntomas de que hay algunas cosas de la política que francamente le revientan.
Tal vez resulte extraño que alguien a quien le hablas de la instalación eléctrica y te sale con ETA se considere ajena a la “deriva de la política”. Pero la política actual es una cosa muy extraña, una especie de fenómeno cuántico, en el que se puede estar y no estar al mismo tiempo. Ocurre en todo el mundo. Los brasileños, yendo más lejos, jubilaron hace dos años a su desgastada clase política para poner de presidente a un señor que llevaba 25 años de diputado. Él decía -y le creyeron- que no era político. Estaba pero no estaba. Lo mismo sucede aquí con Santiago Abascal, el hombre que quiere acabar con las autonomías. En sus años cobrando de fundaciones de la Comunidad de Madrid estaba pero no estaba. Y además no hacía política. En realidad, parece que no hacía nada.
¿Será que Ayuso ha conseguido también entrar en un estado cuántico? Como a tantos españoles, a la presidenta le preocupa la “deriva de la política”, seguramente hastiada de los enfrentamientos estériles entre Administraciones, o del afán insaciable por la propaganda y la frase fácil, de toda esa quincalla con que mercadean los políticos. La presidenta da síntomas de que hay algunas cosas de la política que francamente le revientan. El último día en la Asamblea, denunció incluso que el Gobierno del tipo de Cuatro Caminos que odia Madrid tiene coches oficiales. Una barbaridad.
Es cierto que también los tiene la Comunidad. Pero hay que pensar que esos son muy distintos. Son coches de uso práctico para gente liberal, no como los vehículos de Sánchez, cargados de política y de ideología. Ayuso no se mete en política, esa cosa que tanto está derivando.
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