La realidad silenciada del abuso sexual infantil
Cuatro actrices narran un relato universal desde la sororidad femenina en ‘Solo un metro de distancia’
Cuando las personas sufren un trauma como puede ser el abuso sexual infantil se produce una despersonalización o distanciamiento, un mecanismo de defensa que se activa para bloquear esa vivencia, como si fuese algo ajeno que le ha sucedido a otro. El título del montaje Solo un metro de distancia hace referencia a esa vida disociada de las víctimas, a través de cuatro mujeres que narran desde fuera un drama como éste bajo la dirección de Antonio C. Guijosa, responsable de la ganadora de dos premios Max Iphigenia en Vallecas. El espectáculo regresa a la sala Cuarta Pared hasta el 20 de diciembre tras el éxito de sus funciones programadas a principios de año y pasará al teatro Fernán Gómez del 14 al 17 de enero de 2021.
Ana Mayo interpreta a Inma, la protagonista, que lucha contra una sensación de vacío. Le han robado su infancia y su presente, y tan solo existe dentro de un abismo que nadie es capaz de descifrar. Se muere de soledad y baraja la idea de quitarse la vida, como única salida que encuentra a su transcurrir etéreo. La actriz catalana es una de las guías de este viaje magnético que comienza cuando Inma recibe la llamada de su hermana, que le anuncia que está embarazada. Es entonces cuando rememora su doloroso pasado, el abuso sexual que sufrió por parte de su padre cuando era pequeña. “Hay una frase muy bonita en la obra que es: el dolor del otro es solo del otro. Creemos que podemos entenderlo porque todos hemos sufrido, pero en realidad no es así”, explica la actriz.
Durante el proceso de ensayos, Mayo recordó una experiencia “desagradable” que había vivido con un profesor que era cura. Asegura que en su caso no fue traumático, pero también afectó a otras compañeras de su escuela. Además, la preparación de este montaje coincidió en el tiempo con la denuncia de abusos que dos hermanos interpusieron en marzo de 2019 a los Jesuitas de Barcelona. Mayo llegó a la conclusión de que no le había dado importancia a aquello por vergüenza: “Cuánto falta por hacer. Qué poco informados y qué desamparos están los niños. Es importante impartir talleres para darles herramientas a ellos y a los padres, porque la vergüenza te culpabiliza y eso es terrible. Hay que dar el salto como en un maltrato y aceptar que el agresor es el culpable”.
Otra de las actrices que conforma este elenco es Muriel Sánchez, que encarna a la psicóloga de la protagonista: “Siempre siento la necesidad y el deber de poder dar voz a temas tan silenciados. Cuando me puse a ello me di cuenta de lo complicado que era. Incluso tuve miedo al principio porque quería transmitirlo desde el máximo respeto y cuidado”. Añade que esta obra se centra en lo que pasa alrededor de la víctima y en la incapacidad de entender al otro. “Cuántas veces nos encontramos gente que tiene una forma diferente de comportarse, aparentemente son frías, no se emocionan. Con cualquier personaje que defiendes tienes que entender las circunstancias, su comportamiento tiene que ver con su experiencia. Este papel me ha servido para no juzgar a nadie nunca. Todos llevamos detrás una maleta, puede ser cualquier otro trauma”, explica Sánchez.
La pareja de Inma, interpretada por Beatriz Grimaldos, es la voz racional y científica que piensa que el dolor se extirpa como si de un tumor se tratara. Busca el castigo del abusador, que la víctima encare el problema, pero no se da cuenta de que cada persona necesita unos tiempos porque la vida no suele responder a ese pragmatismo que abandera. Un rol con el que la audiencia se identifica mucho, pero con el que la actriz no conseguía empatizar. Fueron largos los debates con el director para intentar comprender ese punto de vista.
Grimaldos pone el acento en las ganas que tenía de trabajar en un proyecto solo de mujeres. “La testosterona a veces hace falta apartarla un poco”, bromea. Aunque reconoce que le molesta que en las entrevistas resalten este hecho: “Cuando de repente hacemos una obra cuatro mujeres se dice que es una historia de mujeres, no se hace la misma pregunta en las funciones interpretadas por hombres. Estoy harta de que lo que cuentan ellos es lo universal, lo neutro, lo que nos representa a todos y lo que contamos nosotras solo nos representa a nosotras”. Feminista declarada, considera que el universo de las mujeres se ha invisibilizado por completo a lo largo de los años y que ha sido fagocitado por la mirada masculina que tiene otra aproximación y perspectiva.
Coincide en esto Camila Viyuela, que agrega la necesidad de derribar ese mito de que las mujeres se odian entre ellas: “No es real, parece que quieren que nos piquemos. Hay una imagen de que somos arpías y envidiosas. En este montaje se ha respirado amor y cariño desde el principio”. Viyuela hace de la hermana de Inma y cree que el teatro sirve para dar visibilidad a realidades tabú: ”El abuso sexual pasa muchas más veces de las que pensamos. Había días que te ibas totalmente revuelta porque es un tema muy duro”. Pero aclara que Solo un metro de distancia no tiene un final trágico ni melodramático. “Es una mujer con un problema en los hombros que tira para delante con todo. Cada vez que interpreto esta función veo a la protagonista como una heroína. Independientemente de que hayas vivido algo así te sientes identificado con cualquier personaje, porque muchas hemos sido incomprendidas”. Afirma que el público sale conmovido y feliz porque esta historia es un delicado canto a la vida.
Cuándo: Hasta el 20 de de diciembre, viernes y sábado a las 21h; domingos a las 19h. Dónde: Sala Cuarta Pared, Calle de Ercilla, 17. Precio: 14€
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