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A mi bola
Columna
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2020

Me siento orgullosa de los profesores, que han conseguido con su esfuerzo y sacrificio que los niños puedan volver al colegio

Un colegio antes del inicio del curso.
Un colegio antes del inicio del curso.PEDRO PUENTE (EFE)
Asaari Bibang

Sé que 2020 ha sido un año terrible para todos, muchas personas han perdido su trabajo y a sus seres queridos. Yo también. Otras muchas han tenido que vivir toda esta catástrofe a kilómetros de distancia de los suyos. Yo también. Sin embargo, el año se acaba y quisiera hacer algo impropio de mí: ser positiva.

En marzo me vi con todos mis bolos cancelados, cuidando de familiares enfermos y de un menor, en un año que pronosticaba definitivo y brillante. Les cuidé lo mejor que supe y ellos a mí. Sentí más vivo que nunca el calor del hogar y me siento afortunada de mi techo, mi amor y mi comida.

Yo era de las que pensaba que la covid-19 no era más que un constipado fuerte así que, cuando de la noche a la mañana, cerraron los colegios de la Comunidad de Madrid, Yo seguí en mi línea pensando que en una semana se solucionaría. (Sí, lo sé).

Obviamente no fue así y sentí pánico, no solo por la pandemia, sino por la idea de no contar con una ayuda que siempre había dado por sentada: los profesores. Ayer encontré las fichas que con mucho esfuerzo hicimos mi hijo y yo. Un montón de folios, fichas y cartulinas con garabatos, acuarelas y purpurina, una historia de perseverancia, el año en que mamá le dio clase en casa por una pandemia.

Era mucho esperar salir de esto siendo mejores, pero confío en que al menos seamos más auténticos, que cuando todo esto sea solo un mal recuerdo, cuando volvamos a salir, a quedar, a reunirnos, a vernos las caras y las sonrisas…

Me siento orgullosa de mi hijo y de mí. Nunca pensé que pudiera ser tan feliz de aprobar educación infantil 3. Pero sobre todo, me siento orgullosa de los profesores, que han conseguido con su esfuerzo y sacrificio que los niños puedan volver al colegio. Lo que hacen es bello, pero no es fácil. Gracias.

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He aprendido a no decir “ya hablamos” como una forma mecánica de postergar encuentros y charlas con las amigas, porque beber vino juntas por Zoom está bien, pero no es lo mismo. El tiempo se detuvo y nos permitió ver con claridad a aquellos que siempre están, a aquellos de los que no esperas nada y lo han dado todo y a esos profesionales que aparecen devolviendo la luz y la humanidad, ya sea en un hospital o vendiendo fruta. (Gracias Ilyass). La solidaridad funciona.

Hemos tenido que reinventarnos, salir de nuestra zona de confort. Esta situación nos ha obligado a cuestionarnos, a parar en seco y darnos cuenta de que muchos de nuestros actos son producto de la inercia. Era mucho esperar salir de esto siendo mejores, pero confío en que al menos seamos más auténticos, que cuando todo esto sea solo un mal recuerdo, cuando volvamos a salir, a quedar, a reunirnos, a vernos las caras y las sonrisas… Cuando el bullicio y el estrés del día a día nos vuelva a nublar las entendederas. Seamos capaces de recordar que puedo ser positiva y que las cosas que de verdad necesitamos, son muy pocas.

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