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Las 10 de… Los Enemigos

Emblema del rock de aquí. Malasaña les debe un monumento, ahora que han vuelto a las andadas

Imagen de archivo del grupo 'Los Enemigos'
Imagen de archivo del grupo 'Los Enemigos'KIKE PARA

Parte consustancial de esta ciudad desde 1985, por obra y gracia de un poeta crudo, urbano y con voz rugosa, Josele Santiago, al que enseguida se le sumarían el bajista Fino Oyonarte y el batería Chema “Animal” Pérez. Nuestra escena roquera sería incomprensible sin su culta visceralidad. Por eso su público nunca fue multitudinario, pero sí militante. Su inesperada separación, en 2002, supuso una conmoción. Pero han vuelto. Y se les sigue necesitando.

‘Florinda’

(De Ferpectamente. 1986)

Nos vemos en los bares. Los Enemigos extienden su acta fundacional en la barra del Velarde, la tasca malasañera donde se retratan para la portada de este debut castizo, chuleta, crápula y guasón. Florinda (“qué gorda que está y qué arrugada / y su marido no la toca jamás”) quintaesencia ese gusto por los personajes de barrio algo grotescos. Costumbrismo basado en hechos reales y el porrón con mástil de guitarra, garabateado por el propio Josele, ejerciendo ya de icono.

‘Miedo’

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(De La vida mata. 1990)

Tras unos inicios muy enraizados en el rock americano y el r’n’b, la paleta de influencias se agranda con esta joya de estribillo muy melódico y estrofas recitadas, casi a la manera de Lou Reed. Letra visceral y poética, crudísima (“Soy un mendigo que te escupe, un pan blanco manchado de sangre”) y probablemente influida por Bukowski. Debilidad confesa de Fino: “Quedó eclipsada por Desde el jergón, Septiembre o El gran calambre final, pero me entusiasma”.

‘El fraile y yo’

(De La vida mata. 1990)

“El rocanrol y la luna llena siempre se han llevado de maravilla”, argumenta Santiago, que se inventa aquí una fábula de conjuros, apariciones y cementerios. “Quise imaginar que el espíritu de un fraile del medievo nos poseía en pleno siglo XX a quienes salíamos de marcha todas las noches”, nos relata el autor. En lo musical, alusiones a la purpurina glam de los primeros años setenta, desde Electric warrior (T-Rex) al Hunky dory de Bowie. En resumen: un delirio glorioso.

‘La cuenta atrás’

(De La cuenta atrás. 1991)

Casi ineludible para cerrar los conciertos. Un éxito no ya incontestable, sino merecidísimo: es un cañonazo, Josele demuestra ser un cantante espléndido en un estribillo muy agudo y, para mayor sorpresa, incluye un insólito guiño ¡al Canon de Pachelbel! La banda la ha regrabado en 2020, modificando parte de la letra para erigirla en himno de resistencia (cervecera y moral) frente al azote pandémico. Y el propio Josele se sintió honrado de que “una pataleta de adolescente” adquiriese ahora un sentido mucho más profundo.

‘La carta que no’

(De Tras el último no va nadie. 1994)

Un homenaje escalofriante a Lalo Cortés, representante del grupo y mejor amigo de Fino desde la adolescencia, que acababa de fallecer en accidente de tráfico a los pocos meses de casarse. Oyonarte había escrito una música muy valiosa, pero la letra no le acababa de convencer. Y pidió ayuda a Josele, que imaginó una carta de amor y despedida de Lalo, ya desde el otro lado, a su pareja. “Es cálida, entrañable y viva”, se emociona aún hoy el bajista. Lástima que el disco coincidiera con un cambio en la dirección del sello RCA y se descatalogara en pocos meses.

‘Sin hueso’

(De Tras el último no va nadie. 1994)

Siete minutos apoteósicos. Empieza sosegada y sutil como una caricia, en concordancia con la letra, pero crece hasta un final enrabietado, infinito, extenuante. Chema la considera “redonda y muy lograda”, pero recuerda el sufrimiento físico que le provocaba. “Le avisé a Josele que no podía tirarme tanto tiempo con el brazo levantado. Él respondió: ¿No eres Animal? ¡Pues Animal puede hacerlo!”.

‘Hermana amnesia’

(Del EP Por la sombra. 1995)

“Es un himno particular muy especial”, rememora Chema Pérez, el batería. “Habíamos atravesado un momento difícil de salud, debíamos esforzarnos por regresar a la música y nos encerramos los tres en un caserío vasco. Y en esas, entró Josele en el cuarto con esta letra…”. Pérez se recuerda con los ojos bañados en lágrimas. Y con la firme volunta de ponerle “empeño, alma y víscera” durante la grabación. Se nota.

‘Animal’

(De Nada. 1999)

“Quien hace una bestia de sí mismo se libra del dolor de ser hombre”. Josele se inspiró en esta cita de Samuel Johnson, que encabezaba la primera edición que, aún quinceañero, cayó en sus manos de Miedo y asco en Las Vegas (1971), de Hunter S. Thompson. Y la cruzó en su mente con una frase que le había soltado Chema a un tipo que no le dejaba en paz: “No busques en los demás lo que puedas encontrar en una farmacia”. Fue la última canción que grabó la banda antes de su disolución, en 2002. “Me encanta que metiésemos sintetizadores en una pieza acústica y delicada. Tiene un cierto aire a Van der Graaf Generator, una de mis bandas favoritas de siempre”, relata Santiago.

‘Firme aquí’

(De Vida inteligente. 2014)

Miles de fieles recibieron con euforia un regreso que creían improbable. Y más con destellos vitriólicos como este. El aire a cándidos años sesenta (“uuuh la la la”) es un señuelo, porque la historia se inspira en un episodio nada frugal: la estafa de las preferentes de Bankia, de la que la propia madre del cantante acababa de ser víctima.

‘Sacrilegio sideral’

(De Bestieza. 2020)

Atípica por su condición de medio tiempo en un álbum enérgico, rabioso y acelerado, excelente pero damnificado por su fecha de salida: apenas un par de semanas de que se desencadenase toda esta hecatombe. Retrato sarcástico de un tipo mediocre que desperdicia “la vida entera de una manera constante y tenaz, con dedicación, denuedo y oficio”, por temática y versificación no desentonaría en el ideario de Javier Krahe. A fin de cuentas, otro morador ilustrísimo de las geografías malasañeras.

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