Historia cotidiana de la colonia Buenavista
La colonia Buenavista o Primo de Rivera, en Chamartín, se terminó de construir en 1929 y estaba destinada a guardias y policías municipales
El 20 de diciembre de 1934 hubo reunión de vecinos de la colonia Buenavista. Comenzó a las once menos veinte de la noche y finalizó pasada la medianoche. En la misma, “el compañero Morales” puso en conocimiento de la directiva que un camión “ha roto una losa de la calle que va de la plaza Gabriel Galán a Ramón y Cajal”, que el guarda “lo comunicó al administrador, pero no repone”. La directiva acordó que la comisión de obras la repusiera y que “después tramite el pago por el Ministerio”. En esa misma reunión, se decidió “citar al señor Fionerbas el sábado a las 10 de la noche para comunicarle un caso de gran interés para él”.
”Aquí te pones a leer y no paras. Hay cosas muy chulas”, dice Amparo Duro (61 años, Escalonilla, Toledo) al tiempo que muestra los tomos con las actas de las reuniones de propietarios de la colonia. Amparo lleva 10 años trabajando para la asociación de vecinos. Dedica parte de su horario a recuperar, ordenar y clasificar documentos. Páginas y páginas en las que la cotidianidad quedó escrita.
A qué persona le correspondía cada hotelito. El formulario que una mujer debía rellenar para quedarse con la casa en caso de enviudar. Las bajas por falta de pago o por no encontrarse en el domicilio y haber sido devuelta una carta. La petición de 80.000 plantones de acacias. El silencio durante los primeros meses de la Guerra Civil y las reuniones más cortas durante la contienda. Después, una nueva relación de hoteles y propietarios. Y todo escrito a pluma. “Que se lea mejor o peor ya depende del escribano”, matiza con una sonrisa Amparo.
Las fiestas duraban tres días y se daba un premio a la calle más castizaPablo Porteros, arquitecto y vecino de la colonia
La colonia Buenavista o Primo de Rivera, en Chamartín, se terminó de construir en 1929. Estaba destinada a guardias y policías municipales. El plano original recogía 265 viviendas unifamiliares que formaban 13 manzanas en torno a un eje que terminaría siendo la avenida Ramón y Cajal. Había cuatro tipos de vivienda: dos eran de una planta; el resto, de dos. La urbanización incluía alcantarillado, agua potable y alumbrado público.
Pablo Porteros (51 años, Madrid) y Belén Ruiz (50 años, Madrid), son arquitectos. Llevan 13 años viviendo en la colonia, aunque él se había criado aquí al lado, en la colonia de Prosperidad. Sentados en el patio trasero de su vivienda, explican las características del lugar: “Por lo general, son casas muy muy pequeñas -las había de 23 metros cuadrados, en las que vivía una familia-, constructivamente no tienen mucho valor, ya que son todas basiquísimas, pero están en un sitio privilegiado y tienen una morfología particular, con un pequeño jardín-patio”.
Pablo recuerda con cariño la infancia en esas mismas calles. “Era maravillosa. Hacíamos mucha vida en la calle. Las fiestas duraban tres días y se daba un premio a la calle más castiza. Había un señor del barrio que tenía un globo aerostático y lo traía, bajábamos con las bicis hasta las obras de los túneles de AZCA, íbamos allí de aventuras…”. Varias décadas después, aún siguen manteniéndose algunas de las tradiciones. “Hasta hace poco, el mielero seguía pasando. Continúa viniendo el afilador. En verano, pasa un camión vendiendo melones y sandías, o flores. De repente te juntas ahí con tres o cuatro vecinos… y ya te quedas para tomar una cerveza”, comenta entre risas.
Esta tarde hay junta de vecinos en la colonia. Los asistentes son una muestra de la mezcla generacional y social que alberga la comunidad. Todos se apresuran a explicar que el nombre de la colonia viene por Primo de Rivera padre, “no por el hijo”. En el local, de gran actividad cultural y social, no se permiten ni actos religiosos ni políticos, “y así ni ritos satánicos ni cristos”, dice Pablo jugando con el doble sentido.
María Jesús Illescas (62 años, Madrid) nació y vivió de pequeña en la colonia. Aún guarda la escritura original, a nombre de Jesús Illescas, su abuelo, fechada el uno de abril de 1932. A su padre, también Jesús, “lo descolocó la vida, con 13 años perdió a su padre en la Guerra y tuvo que tirar de la familia”. Jesús trabajó como ebanista y en los seguros, antes de formar parte de la primera promoción de la Escuela de Psicología. Por el medio, hizo un máster autodidacta en Derecho documentado en notas manuscritas: se estudió a fondo la legislación hasta lograr regularizar la situación de la vivienda, ya que él era el único heredero y era menor.
En el orden del día de la reunión -la primera desde el 16 de marzo- está la covid-19, “que conste en acta todo lo que se ha hecho durante la pandemia, en especial la atención a las personas mayores”-, la situación del parque infantil o algunas reivindicaciones históricas de la comunidad, como el soterramiento de los cables o la instalación de fibra óptica –”vivir en una colonia tiene ventajas y desventajas”-. Una vez redactada, pasará a formar parte de la historia de la colonia. Igual que aquellas primeras actas de los años 30.
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