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Una residencia en Madrid sufrió la muerte de dos tercios de sus mayores al inicio de la pandemia

Los nuevos datos de mortalidad centro a centro revelan grandes tragedias en pequeños centros, como el Prado del Rey, donde han fallecido 17 de sus 27 residentes

Dvd 1013  3/8/20
Residencia de ancianos Prado del Rey en el término municipal de Pozuelo de Alarcón.
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Dvd 1013 3/8/20 Residencia de ancianos Prado del Rey en el término municipal de Pozuelo de Alarcón. KIKE PARA.
Fernando Peinado

Casi dos de cada tres mayores que habitaban la residencia Prado del Rey a principios de marzo han perdido la vida durante la pandemia. Con 27 plazas ofertadas, 17 residentes han muerto desde el 8 de marzo. Es un dato demoledor que la convierte en el geriátrico más golpeado en porcentaje de toda la Comunidad de Madrid, pero su tragedia era desconocida hasta que EL PAÍS publicó la semana pasada las cifras de mortalidad en residencias centro a centro. Prado del Rey es un pequeño chalé de dos plantas que en 1997 fue reconvertido en negocio de cuidados. Se encuentra cerca de los estudios de Televisión Española a las afueras de Madrid, escondida en una urbanización de calles estrechas y setos frondosos.

El virus en Madrid ha arrasado varios geriátricos pequeños con unas pocas decenas de residentes, que han perdido en torno a la mitad de sus mayores. Son centros de ambiente familiar donde todos se conocen y por ello la tragedia ha sido más difícil de llevar. “Yo he hecho llamadas muy duras a familiares para decirles ‘tu madre se me va', a la misma mujer con la que estuve bailando en Navidad y que venía todos los lunes por la tarde de visita. Son como familia para ti”, dice la directora de Prado del Rey, Ivana García-Molinari.

El número de muertes en cada residencia de Madrid fue publicado por este periódico la semana pasada tras presentar una solicitud a la Comunidad por la vía de la Ley de Transparencia. Esa lista detallada, que era reclamada como un derecho por las familias, revela información útil para identificar patrones en la devastación causada por el virus. El factor más claro es el geográfico: muchas residencias de la sierra madrileña han esquivado las muertes, mientras que Madrid capital y su área metropolitana han soportado la mayor letalidad. Algunas residencias grandes han visto morir por cualquier enfermedad desde marzo a más de 100 mayores. Sus desgracias eran conocidas antes de la publicación de los datos oficiales porque se habían filtrado a la prensa, pero menos se sabía sobre los mazazos sufridos por residencias menores.

(En este buscador puedes consultar el número de fallecidos de las 711 residencias de carácter social en Madrid, entre ellas las 474 de mayores que hay activas).

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El tamaño de las residencias es un factor que ha podido actuar como un arma de doble filo: para las pequeñas es una ventaja tener un menor trasiego de visitantes y trabajadores entrando y saliendo por la puerta. Pero cuando el virus ha entrado en las instalaciones la falta de espacio ha limitado la capacidad de respuesta de muchos de estos centros. Consultados, varios directores de pequeños centros muy sacudidos le echan la culpa en primer lugar a la Comunidad de Madrid por haber negado a los ancianos enfermos de residencias el traslado a los hospitales. “Lo siento mucho, son viejos. Sus vidas no valen”, le respondió de mala gana un responsable médico del hospital Príncipe de Asturias a Vanessa López, directora de la residencia San Miguel, en Villalbilla, un municipio de 13.878 habitantes en el Corredor del Henares. Todo lo que hizo el hospital durante días fue enviarles sedativos. “Me mandaron morfina para matar a un pueblo entero”, lamenta la directora.

Durante ese bloqueo, del 4 al 15 de abril murieron en San Miguel 19 de los 34 mayores, todas las víctimas que ha padecido este centro desde principios de marzo hasta hoy. Condenados a defenderse como podían, tuvieron problemas para dividir el centro en zonas en función de si los mayores estaban enfermos o no. Solo dos de las 34 camas se encuentran en dormitorios individuales y el resto ocupan habitaciones dobles, triples o cuádruples. Los baños son compartidos, al igual que los salones, el comedor y las zonas de paseo.

Ahora San Miguel, como otras residencias pequeñas, tiene dificultades para cumplir con las directrices de la Consejería de Políticas Sociales madrileña para evitar rebrotes. Cada residencia ha tenido que elaborar un plan de contingencia, con tres zonas: verde, amarilla y roja, en función del estado de salud de los residentes. Idealmente las residencias deberían contar con al menos dos puertas de entrada y salida, para que no se mezclen los mayores, pero San Miguel solo tiene una así que han tenido que dividir el vestíbulo en dos zonas, separadas con flechas. Preocupada, la directora ha solicitado a la Comunidad prohibir las visitas, pero le han ordenado que se atenga al protocolo. Por el momento mientras no haya contagios deben seguir recibiendo a los familiares. “Está claro que si entra el bicho nos contagiamos todos”, confiesa López. Los rebrotes en centros de Aragón y Cataluña han hecho que cunda el pánico. La directora de Prado del Rey desconfía de los datos de la Comunidad y por ello ha acordado con las 20 familias de residentes prohibir las visitas. “Se lo hemos explicado y lo han aceptado muy bien. Están agradecidos”, afirma García-Molinari.

Solo 132 de los 474 geriátricos madrileños operativos se han librado del golpe mortal del virus (el 28% del total). Muchos están en la sierra, pero hay 34 geriátricos de la capital que no tuvieron ninguna muerte confirmada o sospechosa de covid-19.

Hay residencias que han podido haber sido víctimas de su mala ventilación o la falta de espacios abiertos. El ir y venir de trabajadores que usan el transporte público, combinado con la escasez de mascarillas y guantes en un principio, también ha podido ser una causa. Amavir Valdebernardo ha sufrido una mortalidad alta (el 48% de sus 180 residentes) porque tenía un porcentaje muy elevado de mayores con grandes dependencias o avanzada edad, según un portavoz del grupo. Los factores en juego son muchos y aún nadie ha hecho un análisis exhaustivo sobre por qué a unos les tocó lidiar con el virus y otros lo evitaron.

El dueño de AC Solidarios en el municipio de Fuenlabrada, Modesto López, describe como “librar una guerra en mitad del infierno” los 15 días de final de marzo y principio de abril cuando sufrieron la mayor parte de las muertes. 14 de los 32 residentes han fallecido en esa residencia que ocupa seis bajos comerciales en una calle de bloques de pisos.

Los pequeños centros defienden su modelo, que cuenta con la ventaja de un trato personalizado. En un momento en que algunos piden medicalizar las residencias para evitar un nuevo desastre, ellos critican los rechazos hospitalarios. Exigir más recursos podría asfixiarles económicamente. “Las pequeñas no tenemos lujos materiales”, afirma el director de Fuenlabrada. “Aquí el lujo es cómo se siente el abuelo, mucho más satisfecho que en las grandes”.

¿Conoces casos de discriminación o irregularidades en una residencia de la Comunidad de Madrid? Contacta con el reportero de la sección de Madrid fpeinado@elpais.es o mándale un mensaje por Twitter a @FernandoPeinado

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Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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