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Jesús y su hija, embarazada: dos semanas de “aislamiento domiciliario” en su coche

Su casera los echó por “infectados” y van como feriantes, de pueblo en pueblo, espantados por policías y vecinos

Luis de Vega
Morata de Tajuña (Madrid) -
Jesús, en el coche en el que lleva viviendo dos semanas junto a su hija.
Jesús, en el coche en el que lleva viviendo dos semanas junto a su hija.Luis De Vega Hernández

En el balcón, dominándolo todo, José Antonio con el brazo derecho en alto preside la sede de la Falange. A pie de calle, Jesús habla a través de una mascarilla quirúrgica apoyado en la puerta de su coche. “Tengo síntomas”. Y saca los papeles del Samur, del hospital 12 de Octubre y de la Fundación Jiménez Díaz. “Infección respiratoria. Posible Covid-19. Se decide alta asegurando las medidas de aislamiento necesarias”, se lee.

Chispea sobre la plaza del Ayuntamiento de Morata de Tajuña. El cuchicheo es mínimo en la cola de gente desperdigada que espera su turno para el súper. El coche es un Volkswagen Golf negro. Esta es la casa en la que, desde el viernes 14 de marzo, vive Jesús Bugliot, de 55 años. También cumple en este vehículo esas medidas de aislamiento prescritas su hija Patricia, de 37. En su vientre, una criatura de camino desde hace cinco meses. Igual que su padre, lleva días con síntomas de haber contraído el Covid-19.

“¿Qué? ¿Le está haciendo un reportaje?”, inquiere un agente de la Guardia Civil en tono amable desde la ventanilla de su coche. “Eso está bien, hombre”, añade como dando a entender que nada mejor que alimentar el periódico con testimonios de primera mano de la crisis. Jesús habla de nuevo en cuanto la pareja le da aire al acelerador. “Estos son los que me han dicho antes que me denuncian si sigo aquí”. Su hija asiente desde el asiento del copiloto mientras se lía un cigarro. En la parte de atrás, un edredón blanco; en el maletero, algo de comida que les entregó la Benemérita en otro pueblo antes de pedirles que se fueran.

Durante todos estos días se han sucedido los episodios de rechazo, tanto por parte de agentes como por parte de vecinos. Y los Servicios Sociales no encuentran acomodo para dos personas como ellos con síntomas. “Dicen que no estamos graves para que nos ingresen”. Tampoco es un positivo oficial porque asegura que no le han hecho el test. En el papel que le entregaron con el alta en urgencias de la Fundación Jiménez Díaz aparece que se le ha realizado el “diagnóstico clínico sin PCR”, es decir la prueba para saber si está infectado.

Como centro de la pandemia en España, la Consejería de Sanidad estimaba hace tres días que solo en la Comunidad de Madrid hay 55.000 personas con coronavirus o sospechosas de tenerlo. Apoyados en los síntomas, a Jesús le dieron la baja médica en su centro de salud. El peso del estigma y del miedo acabaron, además, con este conserje de finca y su hija expulsados fuera de la habitación en la que vivían en un piso compartido de Ciempozuelos.

“Me han vuelto a pedir ayuda pero les he dicho que aquí en mi casa, no”.
La casera
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“Están contagiados y les dije que se fueran de mi casa”, sentencia categórica la casera y excompañera de vivienda al ser contactada por teléfono. Es firme. No se arrepiente. Volvería a hacerlo. “Me han vuelto a pedir ayuda, pero les he dicho que aquí en mi casa, no”. La mujer no da detalles, pero cuenta que el virus es “la gota que colmó el vaso”. Tres días después devuelve la llamada al reportero con un tono menos pendenciero. “¿Sabes algo de ellos? ¿Han encontrado piso?”.

Jesús y Patricia han acudido al Samur Social, que gestiona una red de centros de acogida y ha aumentado en varios cientos sus plazas tras el decreto del estado de alarma. Entre ellas 150 en el recinto ferial de Ifema. Por allí se han pasado también los dos. Nada. “Hemos hecho todo el circuito”. Su periplo les lleva estos días, cual feriantes, de pueblo en pueblo. Pero son empujados por la Policía, que se apoya en el decreto del estado de alarma para espantarlos. Rivas Vaciamadrid, Arganda del Rey, Morata de Tajuña, Madrid... Las últimas veces que han llamado a los servicios sociales los han derivado a la Conferencia Episcopal, a la Cruz Roja... “Por las noches me sigue faltando la respiración. Patricia sigue también con los síntomas desde el tercer día”.

Maletero del coche en el que viven Jesús y su hija.
Maletero del coche en el que viven Jesús y su hija.Luis De Vega Hernández

El problema no es solo que no tengan casa. “Es que la Policía y la Guardia Civil nos siguen hostigando”. Entonces saca la multa de la Policía Local de Rivas. Viernes 20 de marzo a las 11.30. Hecho denunciado: Encontrarse dentro del vehículo dos personas. El filiado y su hija. Ordenanza: RD 463/2020 estado de alarma. Lugar: calle Frida Kahlo con Avenida Levante.

Jesús cuenta que el jueves hasta tres motos y un coche patrulla de la Policía Municipal de Madrid les han pedido, en el Ensanche de Vallecas, los papeles y les han amenazado con multarles. Tras explicarles su situación solo les han dejado una salida: “Iros al campo”. Llegados a un camino rural de Arganda, los vecinos de un chalé cercano han cargado contra ellos.

“Esto se hacía con los gitanos en los pueblos de Franco”, asegura el hombre hastiado frente al Ayuntamiento de Morata de Tajuña. Como escuchando, un par de metros por encima de Jesús, el brazo erguido de José Antonio con la camisa azul remangada en el azulejo falangista del balcón. “No sé ya si que nos ingresen en prisión”.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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