_
_
_
_

La prohibición de besar los pies del Cristo de Medinaceli por el coronavirus amarga a los devotos: “Es un palo”

El Arzobispado de Madrid pide a los creyentes que llevan semanas haciendo cola en la puerta de la basílica que se abstengan de posar sus labios en la imagen del Nazareno

Ambiente de la cola del cristo de Medinaceli, el pasado miércoles. Algunos feligreses se protegen con mascarillas del coronavirus. En vídeo, Ignacio Aguado pide "sentido común" ante el besapiés de Medinaceli.Foto: DAVID EXPÓSITO | EP
Juan Diego Quesada

A Pilar Peláez, una señora de 59 años, se le empañan las gafas. De un estuche rectangular saca un paño de microfibra que frota contra los cristales hasta que desaparece el vaho. La mujer tiene estampitas del Cristo de Medinaceli, medallas, bordados, sellos, e incluso su perfil de WhatsApp es un primer plano del rostro anguloso y bien proporcionado del Nazareno. Todo lo que compra, desde el móvil a una blusa, lo pasa por sus pies. Este año iba a frotar el cordón del traje de comunión de su nieto por el empeine de la talla, para eso lleva una semana haciendo la larga cola de sillas de plástico que se genera en la puerta de la basílica, pero el arzobispado de Madrid ha pedido a los fieles que no peguen sus labios a la madera para prevenir contagios por coronavirus. “Me da mucha pena porque yo tengo mucha fe. Estoy triste”, se lamenta, y el cristal de los lentes se le vuelve a enturbiar.

Peláez guarda la fila en la calle de Jesús, en el barrio de Las Letras, de nueve de la mañana a siete de la tarde. Una amiga toma el relevo a esa hora y pasa la noche al raso, hasta que llega de nuevo Peláez. Entonces charlan un rato y se pasan el testigo. Entre las dos representan a 40 mujeres que el viernes a medianoche, cuando se abra de par en par la basílica del Cristo de Medinaceli, pasarán frente a la imagen, como manda la tradición cuando llega el primer viernes de marzo.

La pandemia y la alerta mundial del Covid-19 las ha privado de ese gesto que esperan durante todo el año, un ademán que encoge sus corazones y sublima sus almas. Para Peláez esa prohibición, que algunos interpretan solo como una recomendación, fue un golpe durísimo. Sus hijas le pidieron que se fuera a casa, que descansara, no debía exponerse a tantas horas a la intemperie, pero ella cree que ahora, más que nunca, debe ser fiel y aguantar hasta que llegue el momento. “No lo puedo besar. Es un palo. Pero siempre que le he pedido algo me lo ha cumplido. No le voy a fallar ahora. Me quedo”, cuenta la mujer.

El Cristo está dentro de una basílica en forma de cruz latina. Casimiro Morcillo, aquel obispo de cejas pobladas, la convirtió en parroquia en los años sesenta. Para llegar hasta la imagen hay que subir por un costado dos tramos de escaleras de mármol. El visitante se encuentra la talla de perfil. Una luz que cae del techo baña la cara de Jesús. Llega un olor a incienso y a cera quemada, pero es pura sugestión. En realidad, en la planta alta de la basílica no arde nada. Las luces rojas parpadeantes son cirios eléctricos que se activan con una moneda. Una señora, con la frente apoyada en la verja, bisbisea con los ojos cerrados. A su lado, un señor, su marido, pasea la mirada distraída en el horizonte. “Yo la acompaño a esto, y ella a otras cosas que me gustan a mí”, explica el hombre. Un rato después, la pareja abandona la basílica de la mano.

4/03/2020
Un grupo de fieles reza ante el cristo de Medinaceli dentro de la iglesia, este miércoles. A la izquierda, el matrimonio que reza junto, cuya historia aparece en el texto.
4/03/2020 Un grupo de fieles reza ante el cristo de Medinaceli dentro de la iglesia, este miércoles. A la izquierda, el matrimonio que reza junto, cuya historia aparece en el texto.DAVID EXPÓSITO

Por si no era suficiente con pedir a los devotos que no besen los pies del Cristo, el arzobispado, que ha seguido las recomendaciones del Ministerio de Sanidad, acompañó el comunicado en el que lo anunciaba con una fotografía de una mujer haciendo el gesto. La imagen está tachada de esquina a esquina con una cruz roja, señal de que está prohibido.

Alicia Pompa, de 65 años, se turna en la fila con su cuñada, quien se pide esta semana de vacaciones para hacer la cola sin el estorbo de un horario laboral de ocho horas de por medio. Pompa asegura que ante el Cristo se piden tres deseos, y que suele decir que al menos concede uno. No queda claro si el conjuro pierde fuerza al quitarle el beso. Se queja de que esta tradición que, antes era una cosa muy local, muy de la gente de aquí, se ha convertido en una atracción turística más que convierte en interminable la cola. Pero si se dice que cada vez hay menos devoción, ¿cómo puede ser que aquí se multipliquen los devotos? “Pues será que hay más problemas en la vida”, razona Pompa. “Y la gente no tiene a quién recurrir. Los desesperados son más y más”.

Información sobre el coronavirus

- Aquí puedes seguir la última hora sobre la evolución del coronavirus.

- ¿Cómo se compara el coronavirus con la gripe? Los números dicen que es peor

- Mapa de expansión y claves para entender el coronavirus

- Consejos para evitar los contagios

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_