El sector funerario celebra su pujanza con ataúdes jacobeos y un ‘tesla’ mortuorio
Ourense, principal productora de España, acoge tras cuatro años de parón la feria internacional Funergal
Ourense se aferra a la muerte, negocio puntero de una provincia en el podio de las más envejecidas de España y Europa, para sobrevivir. En el páramo industrial ourensano en donde las mayores fábricas de empleo son la agroalimentaria Coren y la Diputación, la muerte es la excelencia: la provincia es la principal productora y exportadora de ataúdes en el mercado nacional, aunque también vende a otros países de Europa. El sector lo ha celebrado esta semana en la undécima edición de Funergal, consolidada feria internacional en torno a la defunción. Este año los funerarios se muestran pletóricos con el volumen de negocio alcanzado en 2020 y 2021. La pandemia se lo puso fácil.
“Contribuimos a que Ourense sea referente en un sector industrial”, explica satisfecho a este diario Rubén Campo, presidente de la Asociación de Empresas Funerarias de Ourense (Apef). Campo detalla que la provincia lidera en número de empresas fabricantes y en exportaciones. “Somos prácticamente todas empresas familiares que se suceden generación tras generación, arraigadas al medio rural y hacemos frente a grupos empresariales nacionales”, señala el presidente del colectivo provincial.
En las dependencias de Expourense, el recinto ferial que ha acogido Funergal, los platos con jamón y empanada conviven vistosos con los féretros, a modo de afectuoso recibimiento para visitantes del sector que quieran hacer negocio. Un clásico en el medio rural ourensano. No en vano, el mayor porcentaje de empresas fabricantes de ataúdes se concentra en la comarca de O Ribeiro, donde el sector mortuorio compite con el vitivinícola como la oscuridad y la luz, como fuerzas opuestas pero complementarias.
Galicia es la segunda comunidad española con más empresas funerarias (171), solo superada en una decena por Andalucía, con considerable mayor población y extensión geográfica. Y en la envejecida provincia ourensana, de poco más de 305.000 habitantes, se concentran 70, el mayor porcentaje. Campo cree que en este interés por lo mortuorio tiene mucho que ver la cultura, ese homenaje a la muerte que se cultiva en las aldeas gallegas con pasmosa naturalidad. Y también, con una orografía que aboca a la incomunicación. “Por eso aún se demanda velar a los difuntos en sus propios pueblos y a falta de tanatorios en buena parte de ellos, ayuntamientos y asociaciones de vecinos crean estancias para velar”, apunta el presidente de los funerarios ourensanos. Solo se da algún caso similar, apostilla, en Castilla y León en donde una empresa llegó a poner en marcha un velatorio móvil: “Era un tráiler como el de las orquestas, que se desplazaba por los pueblos para acoger a los vecinos que quisieran despedirse de los difuntos, pero no sé por qué no fue adelante”.
Tras dos años de pandemia el sector está pujante. En 2020 y 2021 los servicios funerarios aumentaron considerablemente. Solo en Galicia, en el primero de estos dos ejercicios se produjeron 32.822 fallecimientos, lo que supuso un incremento del 4,97% respecto a 2019. Y en comunidades como Madrid, en donde también factura el sector funerario ourensano, el aumento de defunciones alcanzó ese año el 41,17%, según reseña el presidente de la Federación Gallega de Empresas de Servicios Funerarios (Agesef), José Luis Varela.
Según datos del estudio Radiografía del sector funerario, publicado recientemente por la asociación nacional de servicios funerarios (Panasef), en 2020 el sector español facturó más de 1.700 millones de euros, 135 millones más que en 2019, y las incineraciones aumentaron un 0,64% respecto al año anterior. “En Galicia crecieron mucho porque aquí la gente tenía mucho miedo a los contagios”, puntualiza Campo.
“Es indudable que estos dos años de pandemia fueron muy positivos para el sector”, afirma el presidente del colectivo ourensano, que centra ahora el interés en evitar la caída de las facturaciones. En Ourense, en donde muchas familias viven de esto, el miedo atenaza. Todos miran hacia el grupo Chao 1910, afincado en la comarca de O Ribeiro, uno de los fabricantes de España que más factura. Lo fundó el abuelo de los actuales dueños y vivió un pico potente de ventas en 1918 con otra pandemia histórica: la de la llamada gripe española. Tras ella, llegaron los momentos de dificultad hasta iniciar la remontada.
Las empresas se esmeran y apuestan por la innovación. En la feria han mostrado, entre otras novedades, el primer Tesla carrozado como fúnebre de Europa, que pone a la venta por 85.000 euros una empresa catalana. También hay urnas fabricadas con arcilla y hueso de aceituna que son hidrosolubles y se deshacen en el agua sin dejar rastro. En este intento por respetar el medio ambiente, se han presentado coronas de flores que pueden volver a plantarse.
Junto a los avances tecnológicos y medioambientales, los emocionales: ataúdes con el emblema del Xacobeo y también féretros para ateos que quieren descansar bajo tierra. Estos últimos los presenta una empresa del País Vasco y sustituyen los crucifijos por objetos imantados realizados en diversos metales que se pegan en su lugar. “Puede ser desde un balón hasta un libro, una planta, un animal... cualquier cosa que identifique al difunto con lo que fue su vida”, explican sus fabricantes. Finalizado el funeral, la familia se puede llevar a casa la pieza imantada. Algo similar es la oferta de “momentos compartidos” de una compañía catalana: familiares y amigos del fallecido pueden enviar desde el móvil fotos de recuerdos conjuntos que se colocan en un álbum o en un marco durante el velatorio.
Lo que está llamado a ser un hit es el reportaje funerario. Se trata de un montaje con las mejores imágenes en vida del difunto y del acto de celebración de su fallecimiento. Algo similar a lo que ocurre con bautizos y bodas: una ceremonia social por todo lo alto y con recordatorio de la muerte.
Toda innovación es poca para amortiguar la pérdida de los ingresos que supondrá la retirada de la covid y la competencia de los ataúdes chinos, su peor pesadilla. Por eso estos días en Funergal se han esforzado en mostrar al mundo los más modernos féretros, urnas y columbarios, hornos crematorios, lápidas, arreglos florales, materiales de embalsamamiento y coches fúnebres entre el constante ir y venir de empanada gallega y brindis.
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