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Euskera y español conviven en la calle y chocan en la Administración

La lengua vasca se conoce más que nunca, pero su uso no alcanza la misma proporción. Las medidas para garantizar su presencia en la enseñanza y el funcionariado provocan desencuentros

Varios atletas durante el inicio de la Korrika, en apoyo del euskera, el pasado mes de marzo en Irun (Gipuzkoa).
Varios atletas durante el inicio de la Korrika, en apoyo del euskera, el pasado mes de marzo en Irun (Gipuzkoa).Unanue / Europa Press (Europa Press)

Hay pocas vistas mejores, en una mañana de abril con sol y la mar en calma, que la del ratón de Getaria desde el malecón de Zarautz, y pocas compañías más enriquecedoras para hablar del euskera que la de Anjel Lertxundi, figura clave de la literatura vasca. Lertxundi (Orio, 76 años), también articulista, profesor de ikastola y de la Escuela de Magisterio de San Sebastián, advirtió hace ya 20 años que la normalización del euskera era necesaria, pero que se estaba primando la norma frente a la libertad del hablante: “Lo peor que se puede hacer es crear una especie de miedo escénico en torno a una lengua”. Y añadió: “Estamos planteando una enseñanza de la lengua, una relación con ella, como si fuera una gran fosa llena de cocodrilos. Y cada vez tengo más la impresión de que ni profesores ni alumnos se sienten cómodos”.

Un camarero de origen latinoamericano sirve el café en la terraza del restaurante de Karlos Arguiñano. Al hilo de aquellas declaraciones de Lertxundi, no está de más retomar la cuestión. ¿Se sienten cómodos los vascos —los nacidos aquí y los que proceden de otras regiones y países— con el euskera? ¿O sigue siendo un motivo de desencuentro? Lertxundi sonríe, y evoca una anécdota del libro Aquí y ahora (Anagrama & Mondadori, 2012), que recoge las cartas que los escritores Paul Auster y J. M. Coetzee se cruzaron entre 2008 y 2011. “Cuenta Auster”, resume el escritor vasco, “que hace muchos años vio en la televisión una noticia de una ciudad sureña de Estados Unidos donde, por problemas económicos, se había decidido suspender la enseñanza de lenguas extranjeras. Uno de los entrevistados dijo a la cámara algo que se le quedó tan grabado a Paul Auster, que era capaz de recordarlo textualmente 20 años después”. Lo que dijo aquel vecino fue esto: “A mí no me parece mal [que no se enseñen lenguas extranjeras], no me plantea ningún problema. Si el inglés era suficientemente bueno para Jesucristo, también lo es para mí”.

La reflexión posterior del escritor de Nueva Jersey, que comparte Lertxundi, es la siguiente: “Por estúpido e inquietante que sea el comentario, parece tocar un aspecto fundamental de la idea de la lengua materna. Uno está tan imbuido de su propia lengua, la percepción del mundo se halla tan profundamente moldeada por el idioma que uno habla, que a cualquiera que no hable como uno se le considera un bárbaro; o a la inversa, resulta inconcebible que el hijo de Dios haya hablado un idioma distinto del propio, porque el mundo solo existe en una sola lengua, que casualmente es la propia”.

En la vida cotidiana, el euskera y el castellano conviven de forma amigable; en la frutería, el centro de salud o el taller a nadie se le responde en un idioma distinto al que pregunta. Sin embargo, en el ámbito administrativo o en el de la educación subyace cierta incomprensión que, a veces, provoca que salten chispas. La polémica más reciente, y más enconada, es la que se refiere a la exigencia de determinados niveles de euskera para trabajar en la Administración.

El abogado Francisco Ignacio López Lera tiene 56 años, pero antes de terminar Derecho ejerció durante 25 años como policía local en Irun (Gipuzkoa). Su experiencia como delegado sindical le llevó a interesarse por la situación de quienes intentan acceder al funcionariado, o regularizar un puesto de interino, sin saber euskera. “En el País Vasco no se cumple la Constitución en el acceso al empleo público. Se está conculcando un derecho fundamental, porque las administraciones vascas utilizan la ley de forma torticera, porque se las apañan para favorecer el acceso a un empleo público a quienes tienen un nivel determinado de euskera, dejando fuera al resto de aspirantes”. Y pone un ejemplo: “Hay clientes míos que llevan 20 o 25 años trabajando como interinos sin ningún problema, pero cuando sale la oferta pública de empleo para regular su situación les exigen un perfil lingüístico de euskera y, como no lo tienen, ni siquiera pueden presentarse. Por lo tanto, pierden el trabajo después de toda una vida y no tienen ni derecho a indemnización”.

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López Lera ganó varias demandas contra la Administración. En un caso, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) declaró que el Ayuntamiento de Irun vulneró el derecho de los castellanohablantes para acceder a la Policía Local. En otra demanda, en esta ocasión contra la Diputación de Gipuzkoa, el mismo tribunal insistió en que el idioma no puede convertirse en un elemento de discriminación a la hora de acceder a un empleo público. Las sentencias se fueron acumulando y provocaron una gran contestación del mundo nacionalista. En julio, 77 alcaldes de Euskadi, todos ellos del PNV y EH Bildu, participaron en una protesta contra una sentencia del Constitucional que había anulado varios artículos de la ley vasca que permitían el uso prioritario del euskera en los ayuntamientos.

Los alcaldes dijeron entonces que aquella decisión era parte de “una ofensiva más amplia enmarcada en una ola reaccionaria contra las lenguas minorizadas”. Aquello provocó la reacción de Juan Luis Ibarra, expresidente del TSJPV, que vio en aquellas críticas el “eco de otras intensas campañas de deslegitimación social del Poder Judicial promovidas, entre 1996 y 2001, en el marco de la estrategia de socialización del sufrimiento”. La referencia a aquella feroz campaña de atentados perpetrada por ETA provocó a su vez la reacción airada del lehendakari Iñigo Urkullu, que calificó de “impresentables” las declaraciones.

Pello Salaburu (Arizkun, Navarra, 72 años) fue rector de la Universidad del País Vasco entre 1996 y 2000, y allá por 1977 ya formó parte de un proyecto de la Universidad de Deusto por implantar el euskera. Salaburu —sociólogo, filólogo, amante del euskera — ha visto en primera fila la evolución de una lengua que él aprendió en el caserío familiar. “El euskera por supuesto que ha avanzado, pero sobre todo ha experimentado un cambio total, porque se ha introducido en un espacio en el que se desconocía y, por lo tanto, el porcentaje de los hablantes es mucho mayor, pero la presencia del castellano es mucho más fuerte, por el influjo de los medios de comunicación, las redes sociales... todo está castellanizado. Y hay un tercer punto importante es que cuando, hace 40 años, se empieza la recuperación del euskera, había una militancia a favor del idioma que hoy ya no hay, para nada. Y, claro, ¿qué es lo que pasa? Que en un ambiente en el que la lengua está en una situación claramente diglósica [convivencia de dos lenguas en la que una goza de más dominio o preferencia], al final se tiende al castellano. A mí me despista que lo haga incluso gente que parece militante del euskera”.

¿Tendrá esto que ver con lo que, también hace 20 años, ya decía Anjel Lertxundi? “Con la lengua tenemos que encontrarnos como en nuestra propia casa, con esa tranquilidad con la que uno se sienta en el sillón, se quita los zapatos y se pone las zapatillas”. Hay algo entonces que falla. Desde hace ya varias generaciones, la enseñanza es mayoritariamente en euskera, pero el uso no está en proporción. Muchos profesores admiten que, a partir de los 11 o 12 años, “en los patios de los colegios se pierde el euskera”. ¿Es tal vez una metáfora de lo que sucede en el resto de la sociedad? ¿Ha sido la exigencia de su aprendizaje lo que ha separado a la sociedad de un idioma tan hermoso? Hay celebraciones en las que familias enteras que usan el español en su día a día, se emocionan cantando en euskera el Txoria txori (”El pájaro, pájaro es”), la canción de Mikel Laboa: “Si le hubiera cortado las alas / habría sido mío, / no se me habría escapado. / Pero así, / habría dejado de ser pájaro. / Y yo... / yo lo que amaba era el pájaro”.

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