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La izquierda reinventa la campaña: “Ya va de democracia o fascismo”

El bloque de PSOE, Más Madrid y Podemos actúa en sintonía frente a Vox. Los estrategas de campaña aprecian signos de que los progresistas se movilizan

Carlos E. Cué
Desde la izquierda, Irene Montero, Isa Serra, Pablo Iglesias, Gloria Elizo y Yolanda Díaz, en un acto de Unidas Podemos.
Desde la izquierda, Irene Montero, Isa Serra, Pablo Iglesias, Gloria Elizo y Yolanda Díaz, en un acto de Unidas Podemos.Santi Burgos

Una campaña electoral es siempre un borrador que se tira a la basura cada día. Se han escrito centenares de libros, se diseñan estrategias, se dibujan gráficos, se hacen decenas de reuniones. Se prepara todo con mimo, y al final siempre pasa algo que revienta todos los planes.

El caso más impactante es el de 2004, cuando el PP ganaba con comodidad un miércoles y perdió de forma aplastante ese domingo tras una desastrosa gestión política de un atentado con 191 muertos, que incluyó un intento de engañar a millones de personas las horas suficientes para que fueran a votar sin tener clara la autoría de la masacre.

Esta vez no es un error de gestión o una mentira el que ha hecho saltar por los aires la campaña madrileña. Es la decisión consciente de Vox de hacerse notar cueste lo que cueste, aunque para eso tenga que despreciar abiertamente las amenazas de muerte directas —y muy creíbles esta vez, según la policía que está investigando el caso— al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y sobre todo al candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, anatema para el grupo de Santiago Abascal, que jamás se ha solidarizado con él por el acoso diario en su casa frente a sus niños pequeños y se burló de que tuviera que suspender sus vacaciones en Asturias.

Vox necesitaba un asunto para diferenciarse del PP de Isabel Díaz Ayuso, que le estaba comiendo mucho terreno en Madrid, y lo ha elegido en su guerra personal sin límites contra Iglesias. Lejos de rebajar la tensión, Santiago Abascal decidió subir un peldaño más este sábado y llamó a Iglesias “el llorón del moño”. “A mí también me dicen de todo y no lloriqueo como un cobarde. Y me amenazan de verdad”, clamó en una plaza de toros de San Sebastián de los Reyes que se entusiasmaba cada vez que hablaba del exvicepresidente. El líder de Vox asegura que lo de Iglesias y las cuatro balas dirigidas a él y tres miembros de su familia “apesta a montaje”.

La gran novedad, que rompe por completo la campaña, es que la izquierda ha decidido plantarse ante Vox. Mientras, el PP sigue como si nada hubiera pasado confiando en que pasen los días —quedan 9— amaine la tormenta y sobre todo no se produzca una masiva movilización de la izquierda, un fantasma siempre temido por la derecha española, porque cuando aparece arrasa con todo.

Pasó en 2004, cuando miles de habituales abstencionistas, sobre todo jóvenes, fueron a votar a José Luis Rodríguez Zapatero indignados con las mentiras o medias verdades de José María Aznar. Pero también pasó hace poco, en abril de 2019, cuando la foto de Colón —PP, Cs, Vox— que fue el eje de la campaña del bloque de izquierda, y el miedo a que Vox sacara 60 escaños, llevaron a la primera victoria del bloque de la izquierda desde 2009.

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Fue Pablo Iglesias, un auténtico experto en campañas electorales —ya se dedicaba a asesorar a candidatos para IU mucho antes de que Podemos fuera siquiera una idea, y así conoció a Yolanda Díaz o Alberto Garzón, hoy ministros— quien dio el golpe de efecto definitivo el viernes, cuando abandonó el debate en la Cadena SER mientras Rocío Monasterio, la candidata de Vox, le increpaba: “Que se levante y que se vaya si es tan valiente, que es lo que están deseando un montón de españoles: que se vaya de España de una vez”. Una hora después, tras un descanso en el que pudieron hablar con los directores de sus campañas, los candidatos del PSOE, Ángel Gabilondo, y de Más País, Mónica García, también abandonaron el cruce y decidieron que no acudirían a ningún otro debate si Vox no se retracta, algo imposible ahora.

Desde ese momento, el bloque de izquierda actúa con una sintonía casi total para lanzar un único mensaje: la campaña ya no va solo de gestión, de pandemia, de educación y sanidad públicas, de izquierda o derecha, sino de democracia frente a la amenaza de que una extrema derecha como la de Vox, que en casi todos los países importantes de Europa está aislada y fuera del poder, pero en España está a punto de acceder al Gobierno de Madrid, una región europea muy importante.

El giro de campaña es de tal calibre que el PSOE incluso cambió rápidamente su lema y envió a imprimir un nuevo cartel que presidía el mitin central de este sábado: “No es solo Madrid. Es la democracia”. Adriana Lastra, una persona de absoluta confianza de Pedro Sánchez, fue más allá en ese mitin, en un ambiente diferente al del fin de semana anterior, como si algo muy importante hubiera cambiado y ahora la partida estuviera mucho más abierta que antes. Lastra acudió a la historia para recordar incluso la marcha sobre Roma que abrió paso al fascismo de Benito Mussolini, y sentenció que la campaña ya va solo de esa disyuntiva, como entonces: “Esto ya va de democracia o fascismo. Ayuso ya eligió, y no eligió democracia. Están aquí, con ese discurso descarnado de odio. Hay una candidata que representa a la extrema derecha y no es Monasterio. El PP y Vox son lo mismo”.

Ángel Gabilondo, el candidato del PSOE, hasta ahora con un discurso muy moderado, cambió el tono por completo y asumió públicamente el giro: “Se acabó la campaña tal como la conocíamos. Debemos cerrar el paso a la ultraderecha por Madrid y por la democracia. Hago un llamamiento a los progresistas. Un PSOE muy fuerte puede vencer al odio. Estamos ante una emergencia democrática. Contra la ultraderecha, el pueblo de Madrid. Contra el Gobierno de Colon, nuestra libertad”, repetía.

La campaña centrada de Gabilondo buscando el voto de Cs ha quedado atrás en esta segunda fase: ahora la prioridad es movilizar hasta el último voto indeciso de izquierdas, especialmente en el cinturón industrial del sur de Madrid, donde la gente vota mucho menos que en los barrios acomodados del norte de la capital. De hecho, la campaña de los tres partidos del bloque de izquierdas se centra ahí. Este sábado el PSOE estaba en Vallecas, el histórico barrio obrero, el que tiene más voto progresista de Madrid.

Varios estrategas de las campañas de los tres grupos de la izquierda señalan que ya hay algunos datos, aún incipientes, que muestran un claro cambio de tendencia y un arranque de la soñada movilización progresista. Pero faltan muchos días y ya no hay más debates, porque se han cancelado los dos que quedaban en La Sexta y en TVE, con lo que no será fácil mantener la tensión que ha generado este inesperado giro.

En cualquier caso, la fuente de la indignación de los progresistas, que es la posibilidad de que Vox llegue al Gobierno, sigue ahí y sobre todo no va a parar de lanzar provocaciones como la del cartel publicitario racista contra los menores inmigrantes, que también fue un hito en una especie de placenta en la que se fue gestando el estallido del viernes.

En todos los mítines de la izquierda se repetía el mismo mensaje, en un ambiente de preocupación real y con un tono muy serio. Todos con la palabra democracia como eje conductor. “Lo estamos viendo, la democracia es muy frágil. Pero no os tenemos miedo”, clamó Yolanda Díaz, la vicepresidenta tercera y mujer fuerte de Unidas Podemos en el Gobierno. La noche del viernes, Iglesias también apeló a la historia, como Lastra, pero él a la española, a la llegada de la democracia tras el franquismo. “Estas elecciones van de que la democracia se defiende. La democracia en España no la trajeron ni los siete ministros de la dictadura que fundaron AP ni el rey emérito. La trajo la lucha de la gente de barrios como este”, clamó. Y este sábado remataba con la idea de que no fue él con su abandono del debate en la SER quien provocó esta oleada, sino la gente progresista, en las redes sociales, la que le hizo crecer y forzó que los candidatos del PSOE y Más Madrid también se fueran. “Hay una mayoría democrática en la Comunidad de Madrid y en España que está viendo las orejas al lobo y sabe que la democracia está en peligro”, remató Iglesias.

Aunque hay algunos pellizcos, como este del líder de Podemos, los tres grupos ya no están centrados en competir entre sí. Ya está prácticamente garantizado que los tres superarán el 5% —algo que estaba en riesgo antes de que Iglesias diera el paso— y por tanto lo único importante es sumar la mayoría absoluta. El reparto es menos relevante. “Dicen que Más Madrid nos está comiendo algo de terreno. Si sumamos, por mí como si nos quita hasta los higadillos”, bromea un dirigente socialista.

Mientras, desde el PP ven la situación con cierta tranquilidad. Están muy convencidos de que su campaña será eficaz y Ayuso arrasará. Pero por si acaso, la candidata y el líder del partido, Pablo Casado, se concentraron en echar tierra al asunto y apenas lo mencionaron.

Casado también acudió a la historia, pero para reivindicarse como un partido demócrata. Y para eso aprovechó que tenía en primera fila a Adolfo Suárez Illana, hijo del presidente de la Transición, que es diputado del PP. Ayuso fue la que más esfuerzos hizo por enterrar el asunto que ha reventado la campaña. Ella sigue a lo suyo: “Tenemos que disfrutar de unas elecciones que van a cambiar el rumbo de España. Tú vas a ser el que lo dirija, Pablo. No caigamos en guerras estériles, en problemas que no tocan”. “Nosotros vamos contra Sánchez, como siempre, no cambiamos nada. Los datos no se mueven”, sentencian en el PP.

Ayuso está subida a un camión a toda velocidad hacia una victoria aplastante y no piensa parar a ver qué es ese ruido que suena en el motor. Pero nadie duda ya de que algo importante pasó el viernes que ha cambiado la campaña. Ahora queda por ver si será suficiente para cambiar también las elecciones.

Una amenaza “seria y creíble”

Carta amenazas a Marlaska
Carta amenazas a Marlaska

Los responsables policiales de la investigación abierta para identificar al autor o autores del envío de cartas con proyectiles de fusil al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska; a la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y al exvicepresidente del Gobierno y candidato de Unidas Podemos a las elecciones del 4 de mayo, consideran la amenaza “seria y creíble”. Las tres misivas tienen matasellos del pasado lunes y, además de contener todas ellas balas, coinciden en el sistema utilizado para escribir la nota amenazante de su interior y el destinatario en el sobre —un molde para letras— así como el lenguaje utilizado —en especial, el término “taponazo” en referencia a un disparo—, como se puede ver en la carta recibida por Grande-Marlaska, a cuyas imágenes ha tenido acceso EL PAÍS.

Las primeras pesquisas se han centrado en conseguir huellas y rastros biológicos en la nota y en los proyectiles. La investigación también intenta determinar el origen de las balas, todas de un calibre, el 7,62 x 51, que no usan las Fuerzas de Seguridad desde hace años. Las unidades antiterroristas de Policía y Guardia Civil rastrean también las pistas aportadas por los matasellos y las imágenes de las cámaras de seguridad de las oficinas de Correos de Madrid para llegar al autor del envío. / Ó. L-F.

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