El feudo de la derecha que vota más a la izquierda
El PP hace una demostración de fuerza en su mitin principal de la campaña gallega, mientras sus rivales apelan al 23-J para subrayar que suman más votos
Cuando el PP gallego quiere exhibir músculo se va a la plaza de toros de Pontevedra, “un talismán”, en palabras del expresidente Mariano Rajoy. Es el día en que se llama a zafarrancho a la militancia de todos los rincones de la comunidad, se despliegan decenas de autobuses y se desata la euforia entre cánticos y banderas. En esta campaña a las elecciones autonómicas del 18 de febrero, la cita pontevedresa llegó muy pronto, ya en la segunda jornada, y, favorecida por una inusitada primavera invernal, sirvió para reunir este sábado a los tres espadas que se repartirán la faena de buscar la quinta mayoría absoluta para el PP: el candidato, Alfonso Rueda, y sus padrinos políticos, Alberto Núñez Feijóo y Rajoy. El gran acto del PP coincidió con el desembarco simultáneo en Galicia de los otros tres líderes nacionales: Pedro Sánchez, Santiago Abascal y Yolanda Díaz.
Llenar con 10.000 personas el único coso taurino de la comunidad no está al alcance de ningún otro partido y sintetiza la asentada idea de Galicia como añejo feudo del PP. De 42 años de autonomía, los populares han gobernado en 36. De las nueve últimas elecciones autonómicas, han conquistado la mayoría absoluta en ocho. “Si en el resto de España tuviésemos los resultados de aquí, nos sobrarían escaños para gobernar”, presumió Feijóo ante la multitud en Pontevedra. “Somos el partido que más se parece a Galicia”, incidió Rueda en una idea que los populares llevan repitiendo desde los años dorados de Manuel Fraga.
Visto así todo parece muy sencillo, si no fuera porque Galicia tiene una especial querencia por la paradoja. Y lo paradójico es que, aunque el PP gana las elecciones, la letra pequeña de los resultados revela que, en los últimos ocho años, sólo en las autonómicas de 2020 el bloque de la derecha superó en votos al de la izquierda. En las generales de 2023, por ejemplo, Feijóo conquistó en su tierra uno de los mejores resultados de España, con el 43,5% de los sufragios, y, sin embargo, el conjunto de la izquierda superó a la derecha. Lo enfatizó Yolanda Díaz en Ferrol, su ciudad y el lugar elegido para la primera aparición de la líder de Sumar en la campaña en apoyo a su candidata, Marta Lois: “Feijóo ganó las autonómicas de 2009 con 627.000 votos y el 23 de julio hubo en Galicia 810.000 votos progresistas”, dijo. Así que Díaz extrajo la misma conclusión que apenas una hora antes había expuesto Pedro Sánchez en Ourense, en un mitin en apoyo de su candidato, José Ramón Gómez Besteiro. “Si votamos como en julio, el PP no gana”, proclamó el presidente y líder socialista, un mensaje que repite desde la precampaña en cada incursión en Galicia.
Aunque tampoco resulta así de simple. Si se repitiesen los resultados del 23-J, el PP mantendría, muy apuradamente, la mayoría absoluta: 38 sobre 75 escaños del Parlamento autónomo (ahora tiene 42). Ese es uno de los datos que más convence a los populares de que el Gobierno de la Xunta no está en peligro. Mientras el PP, a diferencia del resto de España, ha logrado mantener a raya a Vox y concentrar todo el voto de la derecha, el campo progresista se divide en tres opciones: PSOE, Sumar y BNG, cuyo electorado congrega una mezcla de nacionalismo e izquierda. En cualquier caso, los rivales del PP se agarran a sus mucho mejores resultados en las generales, cuando se registra una participación sensiblemente mayor. En las últimas gallegas, en 2020, con el confinamiento muy reciente, apenas el 50% del censo acudió a las urnas y Feijóo arrasó. Por eso sus adversarios no van a cejar hasta el día 18 en las llamadas a la “máxima movilización”, en palabras de Besteiro. “Si nos acercamos al 60% de participación, el PP cae”, sostiene con gran convicción un destacado dirigente del PSdeG-PSOE.
Sánchez y su vicepresidenta segunda entraron en campaña exhibiendo logros del Gobierno. El socialista reunió a un millar de personas en un recinto ferial a las afueras de Ourense, donde anunció que el Consejo de Ministros aprobará el martes la subida del salario mínimo. Poco después, en Ferrol, Díaz también presumía de esa medida y anunciaba su próxima batalla por reducir la jornada laboral, con un pequeño mensaje al PSOE: “Tendré problemas para lograrlo, también en el Gobierno”.
Para las dos formaciones del Ejecutivo no resulta fácil encontrar su hueco en la campaña cuando todas las encuestas apuntan con claridad que la alternativa solo podrá estar encabezada por el BNG y su muy bien valorada candidata, Ana Pontón. De momento han evitado cualquier ataque entre ellos, como se comprobó el viernes en el primer debate en el que coincidieron Pontón y Besteiro, organizado por la SER y EL PAÍS. Aunque cada uno trata de reivindicar como puede su posición. “Papeletas para el cambio hay muchas, pero solo la del PSOE para gobernarlo”, manifestó Sánchez en Ourense.
Sumar lo tiene más complicado: está sin representación en el Parlamento autónomo y las encuestas siguen situándolo en el límite. Otra paradoja, porque en las generales logró dos diputados por Galicia en el Congreso y casi el 11% de los votos. Ahora se enfrenta a un BNG que amenaza con acaparar el voto útil de la izquierda. Díaz y Lois defienden que entre ese electorado progresista que suele desentenderse de las autonómicas hay muchos fieles suyos y, por tanto, movilizarlos resulta crucial para derrotar al PP. “No llega con el PSdeG y con el Bloque, así Rueda está tranquilo”, advirtió Díaz.
Que la posible alternativa la encabece un nacionalista ofrece a Feijóo la posibilidad de mezclar las cuestiones puramente gallegas con su ofensiva contra el Gobierno. Este sábado presentó el 18-F como la opción “o Rueda o Sánchez”. El triunfo del BNG, agregó, equivaldría a entregar la Xunta “a Bildu y Esquerra” para importar “los problemas de Cataluña y Euskadi”. Rueda, que también había empezado la campaña alimentando la teoría de que estas elecciones son otra batalla contra el sanchismo y la amnistía, se presentó en su versión más conciliadora. Su discurso recordó mucho al Feijóo presidente gallego y su búsqueda de la transversalidad, con especial énfasis en los mensajes para tranquilizar a quienes no piensan votarle.
Abascal también se estrenó en Galicia, el territorio más reacio a sus discursos en toda España. Se fue a Ribeira (A Coruña), uno de los principales puertos pesqueros de la comunidad, para presentarse como defensor del sector primario, en paralelo a lo que está haciendo la extrema derecha en toda Europa. Prometió llevar las exigencias de pescadores y agricultores a Bruselas frente a “los burócratas que viven de espaldas al pueblo”. En las municipales de mayo, Vox logró formar una candidatura en Ribeira. No llegó al 4% de los votos y se quedó fuera del Ayuntamiento.
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