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Palencia: apogeo y declive de una tierra minera

Los cierres consecutivos de los yacimientos de carbón y de la central térmica transforman el norte de la provincia

Las localidades palentinas de Guardo y Velilla del río Carrión han perdido respectivamente la minería y la central térmica que las impulsó durante décadas.
Las localidades palentinas de Guardo y Velilla del río Carrión han perdido respectivamente la minería y la central térmica que las impulsó durante décadas.Nacho Izquierdo
Juan Navarro

Los 59 años de Javier Castrillo giran en torno a dos Bárbaras. A una, la santa, se han encomendado generaciones de familiares y amigos que han dedicado su vida a las minas ahora yermas de Guardo (Palencia, 5.700 habitantes). La otra es la hija de este trabajador de la central térmica de la vecina Velilla del Río Carrión (1.250 residentes), cuyas colosales instalaciones han seguido el declive de las explotaciones de carbón. Hoy se erigen como inmensas estructuras inactivas tras décadas de dar empleo a varias generaciones de palentinos. Los múltiples locales vacíos, los carteles ofreciendo alquileres y las desérticas calles de Guardo reflejan que ese tiempo —en el que el énfasis no estaba aún en el daño medioambiental que ese modelo implicaba— quedó atrás.

Ya no hay animación después de comer un día de diario. Adiós a las partidas de cartas. Adiós al vermú prolongado. Adiós al bullicio en aquel lugar que a finales del siglo pasado frisó los 10.000 censados. El primer aviso lo dio el cierre de Explosivos Riotinto a finales de los ochenta. La gran mayoría de sus 600 trabajadores se prejubilaron o fueron trasladados a la factoría de Tarragona. “Había relevo generacional, alternativas bien remuneradas que dieron mucho dinero”, sostiene Castrillo, con 37 años en la central a sus espaldas junto a otros 350 “currantes”.

Poco queda de aquel pueblo en el que se forjaron él y su amigo Julián Bardasco, de 66 años, que trabajó tres lustros en las minas y luego 32 años en la térmica. Los esqueletos de las viejas oficinas y vestuarios de la explotación de carbón han sucumbido al abandono y se fusionan con la vegetación y esas tierras aún negras, pero esquilmadas de mineral. Ya no circulan vagones cargados de antracita. “El salario medio mensual era más de 200.000 pesetas [unos 1.200 euros] y los destajistas llegaban a las 500.000″, evoca Bardasco, de ahí que en la conocida como “avenida de los ricos” de Guardo brotaran casas de categoría, hoy pasto de la hiedra.

El cambio de milenio condenó a la minería. La normativa europea obligaba a retirar las subvenciones públicas a las minas de carbón y llevó al cierre de los yacimientos, explican fuentes del Ministerio de Transición Ecológica. Y con las plantas térmicas, potencialmente muy contaminantes, pasó algo similar. El ministerio tiene sobre la mesa varios proyectos para fomentar un desarrollo económico alternativo de la montaña leonesa y palentina, con un plan de optimización energética en edificaciones públicas municipales y otro de saneamiento y depuración. Pero fuentes del Gobierno insisten en que no todo puede ser subvención y que las empresas que explotan las centrales térmicas deben fomentar nuevas iniciativas sostenibles.

Javier Castrillo, de 59 años, y Julián Bardasco, de 66, frente a los rescoldos de una explotación minera de Guardo.
Javier Castrillo, de 59 años, y Julián Bardasco, de 66, frente a los rescoldos de una explotación minera de Guardo.Nacho Izquierdo
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La puntilla para el gremio llegó de la mano de un nombre odiado en cualquier yacimiento de Palencia o León: el de Victorino Alonso, un empresario apodado El Rey del Carbón, condenado el pasado mayo a prisión por la gestión medioambiental de unas minas. La ira de Bardasco recae en este hombre por “engañar” a trabajadores e instituciones para asumir el proceso de cerrar la industria del carbón y lucrarse a la par. Así aparecieron los sueldos escasos y la resignación en plantillas que solo aspiraban a jubilarse. La estrella de Guardo comenzó a apagarse y aquellas enormes discotecas, como la inmensa Ovni, dejaron de recibir a miles de fiesteros.

Este ejemplo sale a colación al pedirle a cualquier habitante que valore el devenir del lugar en los últimos años. La brecha de edad se nota entre Maribel Canseco, de 44 años, y Cristina Simal, de 24, administrativas en una asesoría. La mayor, hija y esposa de mineros, destaca que “había mucha tendencia a divertirse y venía gente de todos los lados”, un escenario difícil de vislumbrar ahora en ese desvencijado bloque de viviendas. Su compañera, nieta de minero, no se lo cree: “Me cuesta imaginar cómo era aquello”.

La joven lamenta que entre semana apenas tiene amigos en el pueblo por la diáspora laboral que castiga a su quinta. El impulso turístico de la comarca de la Montaña Palentina, o la iniciativa de crear un parque en torno al Ratoncito Pérez en Velilla alivian la herida, pero no taponan la sangría económica.

“Los mineros que no alcanzaron la prejubilación tuvieron que buscarse la vida como mejor pudieron, generalmente, fuera de la comarca”. La economía del norte de Palencia comenzaba a resquebrajarse y colapsó cuando, tras paralizarse en 2017, en 2020 se confirmó el cierre definitivo. Barbasco, veterano trabajador de ambos sectores, se negó a ver cómo se dinamitaba el 28 de octubre la simbólica e inmensa torre que escupió vapor durante décadas. El resto de la central pronto correrá la misma suerte. “Es duro pensar que algún día no volveré a ver todo esto”, señala el exminero. Al menos, se consuela, las nuevas generaciones no llorarán la decadencia de un mundo que jamás conocieron.

Palencia en datos

Población. Palencia tiene 159.123 habitantes (28.836 menos que en 1987), con una media de edad de 48,3 años. 

Extensión. Hay 191 municipios en 8.052 kilómetros cuadrados. Densidad: 19,77 personas por kilómetro cuadrado. 

Economía y política. La tasa de paro es del 9,4%. La provincia elige a siete procuradores. En 2019 ganó el PSOE.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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