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Operación ‘salvar a Podemos’ para mantener Valencia y rebajar la victoria de Ayuso en Madrid

Tanto el PSOE como los grupos a la izquierda dejan todo el espacio a la formación de Ione Belarra para evitar que su caída entregue el Gobierno al PP en plazas clave

Irene Montero
La ministra de Igualdad, Irene Montero con la líder de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto sobre los derechos de la Infancia en Madrid en febrero pasado.Europa Press
Carlos E. Cué

Mientras la derecha vive en esta campaña que acaba de empezar una guerra feroz por el espacio entre el PP y Vox, que se ve a diario en todos los temas —el último, el de las listas de Bildu, con Santiago Abascal pidiendo su ilegalización y Alberto Núñez Feijóo criticándolo pero sin llegar a medidas tan extremas— en la izquierda se ha producido el efecto contrario. Apenas hay trasvase de voto entre los dos grandes protagonistas de la coalición de Gobierno, el PSOE y Unidas Podemos. La guerra del sorpasso quedó resuelta en 2016, cuando Podemos fracasó por muy poco en su intento de convertirse en el partido hegemónico de la izquierda. Y ahora las cosas son al revés que en la derecha: los socialistas necesitan que Podemos, aliado con IU en casi todas partes, aguante y supere el temido 5%, sobre todo en la Comunidad Valenciana y en Madrid.

Así que en el Gobierno se ha decretado la alarma y el presidente Pedro Sánchez y los suyos están dejando todo el espacio que pueden a Podemos, en una especie de pacto no firmado de no agresión, para que evite la debacle que podría abrir la puerta al PP a la Comunidad Valenciana, la joya de la corona, y dar la mayoría absoluta a Isabel Díaz Ayuso en Madrid, además de otras posibles plazas. “Nosotros hacemos todo lo que podemos, no contestamos a nada, no polarizamos con ellos, no les disputamos ninguna batalla. Ojalá ellos fueran más contra el PP y Vox y no contra nosotros. Pero la orden de Sánchez es muy clara: no entramos al choque nunca”, señala un destacado miembro del Gobierno. Es una clara operación salvar a Podemos, aunque tácita, jamás declarada y mucho menos pactada abiertamente con la dirección de este grupo, cada vez más distanciado de Sánchez y su equipo.

Este martes fue una prueba clara de cómo funcionan las cosas ahora en una coalición que formalmente sigue funcionando, pero en la práctica está en suspenso en este periodo electoral, con dos mundos —en realidad tres, con Yolanda Díaz como tercer polo— cada vez más separados. El PSOE aprobaba los créditos ICO para cubrir el 20% de entrada de la vivienda de jóvenes menores de 35 años de clase media, con ingresos de hasta 37.800 euros anuales. Podemos los había criticado con dureza. Los socialistas les dejaron todo ese espacio sin entrar a contestarles. Pero dentro, en el Consejo de Ministros, pasó lo contrario de lo que se podía esperar: nadie dijo una sola palabra crítica. Ni un reproche. Ni una discusión. Ni Ione Belarra, ni Irene Montero, ni ningún otro ministro. El tema pasó sin más, en un consejo rapidísimo.

Esta realidad refleja dos cosas: por un lado, que la coalición ya no funciona como tal, al menos en campaña, porque los temas ya ni siquiera se discuten. No hay reuniones de maitines con los dos grupos, como hubo en su día, no se convoca al comité de crisis nunca. Solo hay, eso sí, una intensa relación bilateral entre Sánchez y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, pero nada en grupo. Y por otro lado, el PSOE está decidido a dejar que Podemos busque sus estrategias para intentar aguantar su espacio sin entrar a disputarle nada.

Algunos en el PSOE se lamentan de que Podemos sea víctima de su propia estrategia de confrontación con todos, incluida con Díaz, que le ha ido reduciendo a un espacio político mucho más pequeño del que tuvo en 2016, cuando aún miraba de tú a tú al PSOE. “Se han ido haciendo pequeñitos por su propia decisión estratégica. Nosotros ahora no podemos hacer nada más que no contestarles”, resume una ministra.

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Mientras, en Podemos lo ven de manera completamente diferente. “El PSOE sueña con gobernar sin nosotros. Han querido matarnos. Pero ahora ven que no pueden”, resumen desde el grupo de Ione Belarra. “El problema es que nosotros asumimos en primera persona el coste político de hablar claro, y lo vamos a seguir haciendo”

Mientras, Díaz también ha entrado de lleno en la operación Salvar a Podemos. Después de meses de tensiones, los dos equipos, el de la vicepresidenta y el de Belarra, han pactado su participación en la campaña y estará en todos los sitios clave, especialmente en la Comunidad Valenciana para apoyar a Héctor Illueca, vicepresidente segundo de la Generalitat y candidato de Podemos, el hombre clave en este momento para que se repita el pacto del Botánic.

Mientras, la campaña socialista, que en teoría iba a ser muy local, dada la buena valoración de la mayoría de sus alcaldes y presidentes autonómicos, está totalmente dominada por la omnipresencia de Pedro Sánchez, que la ha arrancado de forma inédita en Washington, en la Casa Blanca, donde se vio obligado a hablar de Bildu, algo bien extraño en esos pasillos lleno de historia de la política mundial. El presidente y su equipo han diseñado un mes y medio frenético desde Semana Santa hasta el 28 de mayo lleno de anuncios con la intención de monopolizar la agenda, dejar al PP sin espacio y lograr que se hable de gestión: vivienda, jóvenes, educación, sanidad, pensiones, transportes, sequía.

La decisión de Bildu, que ha colocado a terroristas con condenas por asesinato en sus listas a las municipales, ha roto esta estrategia por unos días y ha servido al PP para recuperar aliento, pero en La Moncloa creen que durará poco —Sánchez trató de cortarlo diciendo que es una indecencia que merece el mayor de los reproches— y sobre todo que Feijóo corre el riesgo de alimentar a Vox, que siempre irá más lejos que él en este tema. Por su parte, el líder del PP, le replicó al presidente: “Lo indecente es que tú, Sánchez, pactes con ellos, gobiernes con ellos y sometas el futuro de España a ellos, eso es lo indecente”. Sánchez ya ha vuelto este sábado en Sevilla a su línea habitual de anuncios, que seguirá mañana y aumentará el ritmo casi cada día hasta el final de la campaña.

Esta omnipresencia de Sánchez se ve en el PP como un auténtico regalo. “Está planteando un plebiscito, justo lo que queríamos. Nosotros necesitamos una movilización extraordinaria y nada unifica tanto a los votantes de PP, Vox y Ciudadanos como el antisanchismo. Tenemos muy buenas vibraciones”, señala un dirigente metido en la campaña. No hay dudas de la estrategia del PP: todo está volcado en “derogar el sanchismo” y el salto de Bildu con terroristas en sus listas no ha hecho sino reforzarlo.

Mientras, en el PSOE dos barones, los mismos de siempre —el aragonés Javier Lambán y el castellanomanchego Emiliano García Page— han optado por distanciarse claramente del líder para buscar el voto limítrofe con el PP y evitar el efecto antisanchismo. Pero los demás, según coinciden varios de ellos, están tranquilos con esta omnipresencia de Sánchez porque creen que tiene el efecto positivo de que se habla de gestión y de temas relevantes, y no tanto de las batallas políticas madrileñas que sí les perjudican. Los socialistas creen que la campaña del PP se agota rápido, mientras ellos tienen fuelle para dos semanas con anuncios constantes. Aún así, nadie tiene certezas porque hay varios resultados que penden de un hilo muy fino, y por eso, de nuevo, todas las miradas, al menos en la izquierda, vuelven a Podemos y la necesidad de que resista.

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