Nunca fue tan triste votar
Sobre la consulta de la lengua base en la educación valenciana
Entro en el portal de la Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana y leo:
“Usted podrá participar en la consulta para elegir la lengua base, valenciano o castellano, para cada uno de sus hijos/as matriculados en el centro (…) La lengua base será la lengua que tendrá un mayor peso y una mayor presencia en la enseñanza, y en su caso, la que se utilizará para que el alumnado aprenda a leer y escribir”.
Desde el 25 de febrero hasta el 4 de marzo las familias de la Comunitat Valenciana están invitadas a participar en la consulta de la lengua base de la educación de sus criaturas.
No se trata de un referéndum en el que se someta a voto popular una decisión política de especial trascendencia, es decir, no estamos manifestando nuestro beneplácito o nuestro desacuerdo con respecto a un modelo educativo. Nuestro voto no sirve para aprobar o rechazar una propuesta política.
No nos confundamos: esto no es un plebiscito. No estamos eligiendo. Que nadie hable, pues, de libertad.
La decisión está tomada, el modelo se nos ha impuesto, la propuesta política es un hecho. Lo que se les propone a las familias es seleccionar, como disciplinados consumidores, qué objeto de compra van a llevarse a sus casas. El neoliberalismo inyectado en las entrañas de la educación pública: cada unidad familiar escoge de manera aislada, para sí misma, en exclusiva, un producto educativo. Podemos adquirir la enseñanza con un sencillo click.
Esa falsa libertad nos impulsa a pensarnos individualmente. La educación es, en su propia esencia, un proceso colectivo, medular para construir nuestra percepción como sociedad. Implementar un modelo de enseñanza que se resguarda bajo el paraguas personalista de la decisión individual y que obvia los parámetros pedagógicos actúa en detrimento de la lógica propia de la enseñanza. La formación de nuestro alumnado no puede concebirse como una cesta de la compra. No debe tratarse de reforzar y legitimar una lengua frente a otra. Y mucho menos de elegir una identidad, puesto que la identidad no es excluyente, sino compleja. El trasfondo de esta consulta nos incomunica y nos enfrenta, como tantos otros procesos que se están incentivando en la actualidad.
Pongamos sobre la mesa los criterios educativos y no nos dejemos llevar por ese espejismo de libertad. Exijamos un modelo de enseñanza que no se construya sobre la separación, que no nos empuje hacia el conflicto, sino que nos enseñe a pensar más allá de nosotros mismos para poder alcanzar acuerdos.
Aspiramos a un sistema que nos acerque y nos haga crecer, no a uno que nos aísle y nos limite. Por eso, observo con inmensa tristeza el desarrollo de esta consulta y pienso, además, en el enorme trabajo organizativo que supondrá para los centros, obligados una vez más a reestructurarse, a hacer virguerías para que los grupos cuadren, a extenuarse burocráticamente.
Pero como ahora mismo las familias no tienen más opción que participar de este Amazon educativo y elegir producto, traigo a esta columna mi humilde opinión como hija de andaluces y valenciana, como filóloga y profesora: escoged el valenciano como lengua base.
Y no me tiembla el pulso al decir esto en una columna escrita en castellano. Al contrario. Precisamente porque soy la “profe de caste” me doy cuenta de lo que ocurre a mi alrededor. Cuando queráis, lo hablamos en las aulas.
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