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GENERALITAT VALENCIANA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Carlos Mazón desatiende a Vox

La salida de los consejeros ultras del gobierno ha enfriado el idilio entre Mazón y Vox. El presidente tardó horas en buscar sustitutos para sus exsocios. Presidencia confía en que los diputados de Abascal tengan autonomía para votar los presupuestos

Carlos Mazon
El president de la Generalitat, Carlos Mazón, durante una entrevista en la Cadena SER.Miguel Ángel Polo (EFE)
María Fabra

La relación entre el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y Vox parece estar en algún lugar, a mitad de camino entre ninguna parte y el olvido, como dicen en Million Dollar Baby. Desde la salida de los ultras del Gobierno autonómico, por orden de la dirección nacional, Mazón no ha dado más que señales de haber pasado página, pese a que necesita de los 10 votos de Vox en las Cortes para sacar adelante sus propuestas.

El acuerdo entre PP y Vox para la conformación de un gobierno de coalición se fraguó en apenas dos horas. Y tardó menos en deshacerse, ya que el dirigente popular no esperó ni una para destituir a los consejeros ultras después del anuncio de salir de los Ejecutivos autonómicos que hizo Santiago Abascal el 11 de julio. Solo le ocupó una noche encontrarles sustituto. Ni siquiera les dejó presentar la dimisión y permitirles el honroso “me voy”, a sabiendas de que no hacían más que obedecer una instrucción de su partido, igual que él mismo ha de hacerlo con el PP de Alberto Núñez Feijóo, aunque discrepe de los intereses valencianos. Se acabaron las carantoñas. Y, como si de un despecho se tratara, apenas tres días después y tras decidir mantener un Gobierno en solitario, empezó a hacerles ojitos a socialistas y Compromís, a tenderles la mano y desplegar su supuesto afán consensuador, una posibilidad que los partidos de la oposición no se creyeron y que rechazaron ante “la agenda ultra” que, a su juicio, mantiene Mazón.

El rápido alejamiento fue aún más evidente durante el debate sobre el estado de la región. Pero es que, para entonces, el secretario general de Vox, Ignacio Garriga, ya había dicho que la decisión de apoyar los presupuestos autonómicos se tomará “de manera unitaria”, es decir, sin atender las singularidades de cada territorio. El apoyo no dependerá de lo que consideren los diputados valencianos ni de cuánto ceda Mazón ante las peticiones de los ultras, sino de lo que diga Abascal. Quizá por ello, en una intervención de más de tres horas, con la que batió todos los récords registrados en la cámara autonómica, Carlos Mazón se olvidó de Vox hasta casi el final. Y, de hecho, ni siquiera tenía previsto mencionar, según desvela el borrador de su discurso, a quienes hasta hace dos meses han sido sus socios de gobierno.

El portavoz de Vox, José María Llanos, se lo echó en cara: “Permítame, con un poquito de orgullo, que haya echado de menos que hablara de los actores de lo que ha hecho el gobierno durante 52 semanas. Creo que hubiera sido correcto esa referencia”, dijo. “Les he dado las gracias varias veces, lo he hecho”, le contestó airado Mazón, aunque solo les mencionara en una ocasión.

Los reproches, el distanciamiento y el intento de invisibilizar que el PP protagoniza con Vox fueron más evidentes aún en la segunda jornada del debate sobre el estado de la comunidad, durante la que se debatieron las propuestas. Los populares contaban con el tiempo de defensa de sus iniciativas a lo que sumaron todo el destinado al rechazo de las de los socialistas y Compromís, pese a que Vox se encontraba en el mismo bloque, votando con ellos. Así acaparó cuatro horas de protagonismo en el púlpito, por solo una de Vox y pese a que el primer día el presidente de la Generalitat ya había dado buena cuenta de su derecho a intervenir sin límite de tiempo.

El derecho al aspaviento

Llanos se debió dar cuenta del trilerismo de los populares poco después, dados los aspavientos con los que abandonó el hemiciclo, según fuentes parlamentarias. Quizá por ello, el portavoz ultra corriera a su despacho a grabar un vídeo que luego colgó en redes sociales y en el que acusa al PP de alinearse con los socialistas y de no apoyar tres “propuestas fundamentales para nosotros”, relacionadas con inmigración, política lingüística y leyes climáticas. Días después, esos temas se convirtieron en las líneas rojas que los populares no deben traspasar para obtener el apoyo de los ultras sobre los presupuestos. “Cuando uno no tiene la mayoría absoluta es necesario llegar a acuerdos”, dijo. “Habrá cuestiones en las que Vox puede ceder y otras en las que no”. añadió obviando o queriendo olvidar que no será él quien decida qué hará su grupo parlamentario cuando lleguen las cuentas a la Cámara autonómica.

“La vida es más fácil” desde que Santiago Abascal dejó claro que es la dirección nacional la que manda sobre todos los miembros de Vox, decía hace unos días fuentes del PP. Los ultras se han que quedado a la intemperie, sin abrigo y las pataletas son lo único que les queda.

Carlos Mazón juega no solo con el hecho de que las cuerdas de los diputados se muevan desde Madrid. También es consciente de que estos nunca apoyarán las propuestas de socialistas y de Compromís: “Como es evidente, es imposible que Vox apoyara las propuestas de esta izquierda radical”, afirmó el portavoz José María Llanos. Así, que pocos entenderían que se negaran a unas cuentas que el PP va a elaborar sin contar con ellos y de las que sabrán al mismo tiempo que el resto de grupos, cuando lleguen a las Cortes. Aun así, temeroso de que opten por la negación sistemática, Mazón, de vez en cuando, lanza elogios: “No creo yo ser sospechoso de no agradecer la labor de Vox”, llegó a decir en las Cortes. “Me da pena”, expresó sobre la salida de los tres consejeros del Gobierno Valenciano, esos a los que suplió en horas.

Fuentes del entorno del president mantienen que el dirigente del PP sigue teniendo en cuenta a los diputados de Vox, que no se le han olvidado y que confía que, finalmente, tengan autonomía para decidir qué hacen con los presupuestos. “Trabajamos con ese escenario”, afirman.

Pero en el ideario de la historia política valenciana está lo ocurrido con Unión Valenciana. Y con Ciudadanos. Fuentes del PP, incluso socialistas, se aventuran a exponer las similitudes de la relación entre aquel PP de Eduardo Zaplana y la UV de Vicente González Lizondo y las del actual PP con los diputados valencianos de Vox.

No resulta descabellado que Carlos Mazón, como discípulo político de Zaplana, haya pensado también en ello. Aquella maniobra de los 90 acabó con los cargos de Unión Valenciana fagocitados por el PP. Se repartieron cargos. El actual presidente de la Generalitat tiene ya experiencia. No en vano, uno de los asientos del gobierno valenciano está ocupado por una exdiputada de Ciudadanos, Ruth Merino, a la que Mazón, además, ha dado la portavocía del Ejecutivo.

De momento, el PP se sentará con el Gobierno para negociar la Ley de Concordia, que le exigió Vox, y tratar de evitar el recurso ante el Tribunal Constitucional, después de la suspensión de la norma en Aragón, muy semejante a la valenciana. En Castilla y León, el PP, que aún no había aprobado la ley, ya ha dejado el texto en un cajón. Ahora Carlos Mazón, tendrá que mostrar si retoma el idilio con Vox o, de verdad, quiere buscar consensos en el resto de partidos

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