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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo salir del bucle temporal de la especulación y del acaso al litoral

El acoso y derribo a la legislación que protegía la fachada marítima valenciana ha sido una constante desde la constitución de este Consell

Miles de personas llenaban las playas de la ciudad de Valencia este último sábado del mes de agosto.
Miles de personas llenaban las playas de la ciudad de Valencia este último sábado del mes de agosto.Manuel Bruque (EFE)

La ciencia ficción es el género que más fielmente retrata el presente. La imaginación desbordante de sus mejores exponentes es el mejor sustrato para identificar las cuestiones candentes del hoy, los retos a los que nos enfrentamos, los dilemas morales que nos atenazan.

Uno de los subgéneros más cultivados de la sci-fi -y uno de mis preferidos-es el de los viajes en el tiempo, dentro del cual podemos encontrar otra categoría más, la de los bucles temporales. Ya saben: la repetición de un lapso temporal (habitualmente un día) del que la persona protagonista no puede, aparentemente, escapar. El ejemplo más famoso es la película Groundhog Day (Atrapado en el tiempo, en España), cuya influencia en la cultura popular es tal que ha dado lugar a la expresión “El día de la marmota” (la traducción literal del título original) para referirse a las situaciones que se producen una y otra vez.

En el País Valenciano estamos experimentando -¡de nuevo!- nuestro muy particular y exasperante día de la marmota. Repitiéndose en ciclos de décadas, la pulsión desarrollista, siempre latente, devora desde dentro la política valenciana, a la cual pone al servicio de quienes especulan y se enriquecen con la destrucción de nuestro territorio y la precarización del tejido socioeconómico. Olvídense de los histriones de la ultraderecha, ahora en la oposición gracias a ese centralismo que tanto les gusta; su guerra cultural ha sido siempre una cuestión de sueldos y sillones. El día de la marmota que compromete el futuro de nuestro país no es otro que el de la venta al por mayor de nuestros recursos naturales, patrimonio compartido de todas las valencianas.

La conselleria de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio, que hasta hace unas semanas dirigía Salomé Pradas, ha influido más en la política valenciana que las bravuconadas de sus socios de ultraderecha. Cabe albergar pocas esperanzas de que el departamento cambie su línea política con el nuevo conseller, Vicente Martínez Mus, quien hasta hace poco era Director General de Costas, Puertos y Aeropuertos, y por lo tanto parte integral y nuclear de la agenda de desprotección territorial de este Consell.

El acoso y derribo a la legislación que protegía la fachada marítima valenciana ha sido una constante desde la constitución de este Consell. El Plan Simplifica, aprobado mediante decreto ley, reduce de 500 a 100 metros la protección de la primera línea de costa. Volvemos al bucle temporal en el que estábamos inmersos durante el desarrollismo franquista, durante la aceleración de los ochenta y también en la burbuja económica de hace apenas dos décadas. Tenemos la costa llena de cadáveres de cemento, estructuras fósiles que deberían bastar para recordarnos a dónde conduce esta cacareada “simplificación” administrativa, una burda desregulación para facilitar el pelotazo.

En las historias de ciencia ficción, la clave para salir de un bucle temporal es que la protagonista se acuerde de lo vivido. Aprende, aunque sea a golpes, con tal de no repetir los errores. En caso contrario, estará condenada a revivirlo todo una y otra vez. Necesitamos memoria.

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