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Se busca pueblo con piscina abierta en Castellón

Vecinos y turistas de localidades afectadas por la sequía se desplazan a diario hasta instalaciones acuáticas abiertas como las de Vilafranca o Villahermosa, que multiplican su aforo en julio y agosto

Imagen de la piscina de Villafranca.
Imagen de la piscina de Villafranca.p. Andrés

El cierre de las piscinas municipales en varias poblaciones de la provincia de Castellón por la sequía ha convertido a las localidades que sí las mantienen abiertas en una especie de oasis recreativos para decenas de vecinos y turistas, que buscan sofocar las sucesivas olas de calor de este verano en las piscinas de los pueblos vecinos.

Los problemas de abastecimiento que arrastran desde hace meses localidades como Ares o Costur, que llevan recurriendo a cubas de agua potable para garantizar el consumo de sus vecinos, ha impedido la apertura de la piscina. En esta última localidad, el consistorio ha llegado a aprobar una ordenanza que prevé multas de hasta 3.000 euros para quienes hagan un malgasto de agua ante la sequía, y que ha llegado tras la decisión municipal de dejar cerrada en verano la piscina local.

También se han quedado sin esta alternativa de ocio estival Benassal -que de las dos disponibles sólo ha abierto una-; Torás, El Toro y Barracas, en la comarca del Alto Palancia; y Vallibona, donde en las últimas semanas se han llevado a cabo cortes en el suministro de agua entre las 22.00 y las 8.00 horas. El cierre de la piscina en este pequeño pueblo de Els Ports ha minado los planes vacacionales de vecinos y turistas, que han optado por desplazarse a Morella o Forcall en un intento de sortear la ola de calor. Sabrina Meseguer, que veranea en Vallibona, el pueblo de su familia, junto a su pareja y sus dos hijas, reconoce que dentro de su grupo de amigos hay quienes han acortado su estancia en la localidad “porque si no hay piscina, siendo un pueblo tan pequeño y con el calor que está haciendo, con niños es complicado quedarse”, indica.

El impacto se ha notado también en las reservas de turismo rural. “Hay alojamientos que han tenido bajas por el tema de la piscina”, explica en alusión al caso concreto de Vallibona.

Con todo, poblaciones que sí las han abierto, como Vilafranca, Morella o Villahermosa, han visto rebasado el aforo de estas instalaciones por las decenas de vecinos y turistas de localidades vecinas que se desplazan a diario para esquivar las altas temperaturas.

“Las instalaciones de Vilafranca tienen capacidad para unas 200 personas, y este verano, sobre todo desde la segunda quincena de julio, estamos teniendo un 20% más de asistencia”, explica Pablo Andrés, gerente de la empresa que gestiona la piscina de Vilafranca, que dispone además de instalaciones cubiertas operativas todo el año. Según reconocen fuentes municipales, la opción de renunciar a este servicio recreativo no estuvo nunca en mente, aunque sí hubo dudas sobre a qué reservas recurrir para llenar la piscina exterior.

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En la misma línea, por lo que respecta al incremento de visitas, se pronuncian desde el ayuntamiento de Villahermosa: “La verdad es que ha venido mucha gente de los alrededores a la piscina, se ha notado. De Puertomingalvo y Mosqueruela, en la provincia de Teruel, los que más; han estado viniendo todo el verano, cuando otros años, al estar operativa la de Mosqueruela, no lo hacían”, señalan.

Así, los cruces vecinales entre provincias se han convertido en un gesto habitual ante la sequía que azota también al Maestrazgo turolense, con varias piscinas municipales sin servicio este verano. Vecinos de Mosqueruela, Cantavieja o Iglesuela del Cid han convertido las instalaciones acuáticas de las poblaciones castellonenses de Vilafranca y Villahermosa en una extensión para sus planes vacacionales, sobre todo con niños.

Iglesuela tuvo servicio de piscina durante el mes de julio, pero ha tenido que cerrar en agosto por falta de agua. Fernando Safont, alcalde del municipio y presidente de la comarca del Maestrazgo, explica que tras una primavera requiriendo cubas, la apertura reciente de un nuevo pozo tras un sondeo generó las reservas necesarias para ofrecer este servicio en verano. Pero debido a la superficialidad del mismo, y a la escasez de lluvia, “el pozo dejó de dar el agua que tenía que dar; lo primero era asegurar el consumo humano, luego la ganadería y después el ocio. Y cerramos la piscina el 30 de julio”, explica mientras mira al cielo, confiando en que la tormenta que está cayendo sobre el pueblo durante el transcurso de esta conversación, cambie las tornas.



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