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Alexis Lara, sociólogo: “Nos tenemos que quitar de la cabeza que existen teorías conspiranoicas inocentes”

El experto publica el libro ‘Negacionisme de génere. Auge, expansió i mites de l’antifeminisme’ para desmontar los tópicos más extendidos

El sociólogo Alexis Lara, autor de un libro sobre el negacionismo de género, en su casa el pasado jueves.
El sociólogo Alexis Lara, autor de un libro sobre el negacionismo de género, en su casa el pasado jueves.Mònica Torres

El sociólogo Alexis Lara (Algemesí, 1989) acaba de publicar Negacionisme de gènere. Auge, expansió i mites de l’antifeminisme (Institució Alfons el Magnànim, 2024). El libro desmiente algunos de los mitos más extendidos de la agenda negacionista y sobre todo da explicaciones y claves de interpretación. Explica que el antifeminismo “obvia la existencia del patriarcado” y, como todo negacionismo –del cambio climático, terraplanistas, antivacunas, revisionismo histórico–, supone un “rechazo de la realidad empíricamente contrastable y demostrable, tanto por las ciencias naturales como las sociales”. “Machismo y feminismo no quieren decir lo mismo. Sin embargo, los medios de comunicación en muchas ocasiones acuden al argumento de ‘esto está polarizado’ y equiparan la opinión con la ciencia. Existe una falsa polarización”, agrega, en alusión a aquellos que llevan por bandera el ‘Ni machismo ni feminismo, igualdad’. “Mientras que el 0,0081% de los casos de violencia machista acaban en denuncia falsa, hay 1.247 mujeres asesinadas desde 2003, pero mucha gente puede pensar que el problema es que como hombre puedo quedar atrapado en un juicio que no merezco”, sostiene sobre otro de los mitos negacionistas, las denuncias falsas.

Las redes sociales se han convertido en el “caldo de cultivo idóneo” para la expansión de teorías negacionistas, y, en consecuencia, para el auge de la extrema derecha. De hecho, en 2023, casi cinco de cada diez jóvenes valencianos alineado con la masculinidad tradicional consideran que la violencia de género es “un invento ideológico”. En este contexto, el sociólogo valenciano aspira a que su trabajo se convierta en un “texto útil” frente al negacionismo de género, pues “es importante conocer al adversario para reforzar el feminismo”. Y lanza una advertencia: “esto se transforma colectivamente o no se transforma”.

Pregunta. ¿Detrás de todo negacionismo, existe un miedo a la pérdida de poder y privilegios?

Respuesta. Totalmente. Menciona Vicent Flor en el documental Viaje a la extrema derecha, que, para conseguir la igualdad, un grupo que tiene más poder tiene que cederlo para que quienes menos tienen suban. Hay una pérdida de privilegios del grupo dominante, que genera fricciones, victimización y negación de privilegios. Al final, hay una pérdida de poder efectiva. Y, por tanto, la gente que goza de ese privilegio, que para ellos es normal y natural por el simple hecho de nacer como hombres, tiene miedo a perderlo.

P. ¿Cómo afectan los argumentos para desmontar el negacionismo a los discursos sobre los que se ha conformado la identidad de una parte de la población?

R. Un ejemplo puede ser el relato de la transición. Personas de la generación de nuestros padres, que han vivido la transición, se pueden ver interpelados si dices que la transición no fue modélica. ¿Cómo confrontar esto? Una de las cuestiones es intentar no apelar a la identidad. Hacer divulgación científica, o pedagogía científica, que no apele a esos sentimientos tan arraigados.

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Lee McIntyre, en Cómo hablarle a un negacionista de la ciencia, apuesta por intentar apelar a las evidencias que harían a un negacionista cambiar de opinión. El problema de este supuesto es que realmente es ideal, pues la nueva dinámica de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación facilita que en las redes sociales se puedan crear comunidades paralelas donde esos negacionistas comparten sus creencias en burbujas informativas que se retroalimentan entre sí.

P. ¿Cuáles son las consecuencias sociales del negacionismo de género?

R. Sociedades más retrógradas, más tristes. Nos coarta la libertad de elegir quién somos y de comportarnos cómo libremente queramos sin tener que dirigirnos a roles instaurados hace siglos por, en gran parte, la cuestión religiosa. Pero también sociedades mucho más desiguales. Los roles de género instaurados suponen tener al 50% de la población en una situación de inferioridad.

P. ¿Cuáles son los antecedentes del negacionismo de género en España?

R. Durante el franquismo, el nacionalcatolicismo mezcla dos cuestiones muy identitarias: el nacionalismo español y la religión católica. Ambas establecen que las mujeres españolas tenían un determinado rol, eran reproductoras de valores para las nuevas generaciones y estaban limitadas al ámbito privado. Es la época en la que la mujer, como género, está más vinculada única y exclusivamente al sexo. No hay construcción social del género.

Con los avances en derechos sexuales y reproductivos del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de 2004 a 2011, la religión también tiene un papel fundamental, pero esta vez en la oposición. Cargan contra la ley del aborto y se oponen al matrimonio homosexual, porque implica una ruptura de esos roles de género y del modelo de familia patriarcal.

En la actualidad, existe una posición muy beligerante a cualquier posible avance. El movimiento antigénero es latente, en el momento en que hay una potencia feminista para conquistar derechos, aparece con más vehemencia ese sentimiento negacionista. También parte de las consecuencias las estamos viendo ahora: es tercera fuerza política un partido negacionista de la violencia de género, negacionista del género como construcción social, antifeminista.

Cuando aparece un mensaje que niega la existencia de la violencia de género, se abre la ventana de Overton. El centro político siempre está en movimiento; pero si se instaura una idea en un margen del discurso, ese espacio central se abre mucho más hacia la derecha y cualquier argumento próximo al feminismo parece que sea incluso radical, cuando es una cuestión de derechos humanos, que tendría que estar en el centro político.

P. Para hablar de los obstáculos antifeministas frente los avances feministas te trasladas hasta el movimiento sufragista. Sin embargo, afirmas que “no habría que remontarse en el siglo XIX para ilustrar algunas de estas reacciones machistas contra las mujeres que ocupan responsabilidades políticas, seguramente nos vendrán algunas imágenes recientes a la cabeza”.

R. Uno de los casos más recientes en el ámbito político es el Ministerio de Igualdad, encabezado por Irene Montero, donde hemos visto fake news, cargando brutalmente contra declaraciones claramente manipuladas; violencia verbal en el Parlamento, las tertulias políticas y la prensa, y acoso político, mediático o incluso en la propia casa de la exministra. Este es uno de los casos más paradigmáticos, pero lo podemos ver en cualquier espacio de esa burbuja informativa de la extrema derecha, donde se ejerce violencia verbal contra cualquier persona que se posicione con el feminismo.

P. En el pasado, pero también en el presente, uno de los campos de batalla del antifeminismo es la limitación del derecho al aborto. ¿A qué responde esta obsesión?

R. Todas las asociaciones, mal llamadas ‘provida’, están muy vinculadas a la cuestión religiosa. No se concibe que la mujer pueda tener opción de decidir sobre su propio cuerpo, porque tiene que tener una tutela de algo o alguien superior. Entramados asociativos y jerarquía eclesiástica defienden que esos fetos son criaturas del señor y que, por tanto, el aborto es un atentado contra la vida.

Es muy importante analizar la cuestión comunicativa de esas asociaciones. Buscan un significado vacío, un envoltorio de la palabra que sea proactivo, positivo: ‘provida’. ¿Quién va a estar en contra de provida? En cambio, ¿quién puede estar en contra de antiaborto?

P. ¿Se ha producido un auge del negacionismo de género a partir de la pandemia de covid-19?

R. Sí, en gran parte. Los estudios dicen que cuando crees una teoría de la conspiración o del negacionismo tienes más probabilidades de creer en una siguiente. Si a mí me han mentido sobre las vacunas, ¿cómo no me van a mentir sobre los datos de violencia de género o sobre que hay desigualdad de género?

Por otra parte, según el Centro Reina Sofía, un 23,1% de los hombres jóvenes, entre 15 y 29 años, cree que la violencia de género es “un invento ideológico”. El CIS asegura que el 44,1% de los hombres consideraba que el feminismo “había llegado demasiado lejos” y ahora se les discrimina a ellos. Estas cifras están muy vinculadas a la tendencia ideológica, con partidos de la derecha, también relacionado con una pérdida de privilegios.

P ¿Cómo hacer frente a la propagación de teorías conspiranoicas?

R. Los relatos, muchas veces, son más potentes y mucho más fáciles de recordar, transmitir y reproducir que los datos. Es importante construir relatos que puedan cuajar en la memoria colectiva para dar la batalla cultural. Ahora estamos en uno de esos momentos de confrontación, en el parece que una serie de fuerzas retrógradas y reaccionarias quieren volver al pasado. Hay una batalla cultural para definir qué somos, qué es la sociedad, hacia dónde vamos. La academia peca de cerrarse en la torre de marfil y ese conocimiento no llega a la sociedad. La divulgación de las ciencias naturales y sociales tiene que hacer que la gente tenga al alcance de forma accesible todo ese conocimiento para que ese espacio lo ocupe la ciencia, todo aquello contrastable y medible. Y no la opinión, y mucho menos el negacionismo.

P. Explica que “las noticias falsas, los bulos, y las desinformaciones suelen tener unas finalidades políticas”. ¿En qué manera se relacionan con el negacionismo?

R. Nos tenemos que quitar de la cabeza que existen teorías conspiranoicas inocentes. Casi nunca lo son. Siempre hay un objetivo político detrás que intenta, como mínimo, extender un descrédito institucional. El negacionismo es una consecuencia de varios factores sociales, entre los que está la desafección política institucional que deriva en una desconfianza generalizada en el sistema, en sus instituciones políticas democráticas.

Y también la desconfianza mediática. Cada vez la gente cree menos en las noticias en general. Donde antes había unos pocos emisores y una audiencia de masas, ahora tenemos muchos emisores y audiencias de nicho, en las que se genera y se retroalimenta el negacionismo, creando burbujas informativas muy difíciles de penetrar.

Cuando hay mucho descrédito institucional y mucha desconfianza mediática, una de las estrategias políticas más efectivas es el populismo. Si no se detecta, puede acabar derivando en un caldo de cultivo perfecto para que la estrategia populista, de extrema derecha en este caso, triunfe.

P. ¿Contribuye el uso que se hace de las redes sociales, a crear un caldo de cultivo idóneo para el negacionismo de género?

Sí, pero no solo. Es cierto que existe una proliferación de medios de comunicación, influencers, redes sociales, vinculadas a la extrema derecha y al negacionismo en general. Pero las fake news ya existían antes, en la televisión, la radio y la prensa. Si señalamos solo, como hacen algunos medios de comunicación o líderes de opinión, a las redes sociales como el principal problema, nos estamos engañando a nosotros mismos.

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