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Los cerebros del Maratón de Valencia

Paco Borao, Juan Botella y Blanca Iribas son tres de los pilares de la carrera que se celebra este domingo

Paco Borao, un hombre de 70 años que dirige Correcaminos, el club organizador; Juan Botella, que llama a diario para conocer los entrenamientos de los atletas, y Blanca Iribas, la analista que diseña el circuito, considerado uno de los más rápidos del mundo, este viernes en Valencia.
Paco Borao, un hombre de 70 años que dirige Correcaminos, el club organizador; Juan Botella, que llama a diario para conocer los entrenamientos de los atletas, y Blanca Iribas, la analista que diseña el circuito, considerado uno de los más rápidos del mundo, este viernes en Valencia.Mònica Torres

Un hombre de 77 años que tuvo que emigrar a Francia y trabajó toda su vida para IBM, un periodista de 51 que atosiga a los representantes para saber el último entrenamiento de cada atleta y una joven que se sabe de memoria el plano de la ciudad de Valencia son tres de los pilares del maratón que se celebra este domingo.

A la hija de Juan Botella, Sara, una niña de 11 años, le gusta meterse en YouTube y buscar carreras antiguas. De los tiempos de Cram, Ovett, Coe y, más tarde, Aouita. O averiguar cosas sobre Haile Gebrselassie y hasta de Emil Zatopek. Es posible que haya influido que su padre, un fanático del atletismo, adore esa época dorada. Pero un día, después de pasarse un rato delante del ordenador, Sara se giró hacia Juan y le preguntó: “Papi, ¿por qué es tan importante el Maratón de Valencia?”. Y su padre, sorprendido, se sintió feliz de que hubiese llegado a esa conclusión. “Lo preguntó porque todo lo que había visto en internet era positivo. y al encontrar cosas positivas le surgió la pregunta. Aquello me llenó de orgullo”.

Botella tiene 51 años y está al volante del Maratón de Valencia Trinidad Alfonso. Aunque por encima de él está una institución como Paco Borao, el presidente de la Sociedad Deportiva Correcaminos. Borao tiene 77 años y ya ha delegado muchas funciones. Pero él lideró la carrera cuando, de la mano de la Fundación Trinidad Alfonso, subvencionada por Juan Roig, dio un salto cualitativo -ya está entre los mejores maratones del mundo- y cuantitativo -este año se han agotado los 33.000 dorsales que salieron a la venta-.

Borao es un hombre con carisma, optimista y guante de seda. No tardó en conectar con Juan Roig. Al empresario le gustó ver que un septuagenario manejaba el cotarro y que encima defendía lo mismo que él: la cultura del esfuerzo. Tanto corres, tanto vales. Borao ha sido el segundo gran líder que ha tenido Correcaminos en 44 años. El primero fue Toni Lastra, que lo sostuvo en los años más peliagudos, sin apenas apoyo. Borao es un hombre con influencias de diferentes partes. Nació en Zaragoza, creció en Francia y trabajó muchos años para una multinacional estadounidense. IBM lo mandó dos años a Norteamérica. Primero a Tucson (Arizona) y después a Endicott (Nueva York).

Su vida se vio favorecida por dos ventajas aparentemente menores: jugaba bien al fútbol y hablaba inglés. “Yo vivía en el barrio de Torrero, en la periferia de Zaragoza, así que me eduqué en la calle; ahí aprendes a hacerte tu sitio. A los 12 años emigramos a Francia por dificultades económicas. Mi padre era yesero y había estado en la cárcel después de la guerra. El hombre se fue para buscarse la vida. Aún recuerdo el viaje en tren pasando por Canfranc, donde nos esperaba mi padre para acompañarnos hasta Toulouse. Durante un par de meses dormimos los cuatro en una misma habitación en la casa de unos amigos. Luego ya nos mudamos a un piso. A mí me ayudó mucho que jugaba bien al fútbol. Eso hizo que todas las dificultades que vivieron otros amigos para adaptarse, yo no las sufrí. El fútbol me allanó en camino”.

El joven Borao entró en los juveniles del Toulouse y llegó a jugar en la selección francesa sub21. El fútbol le permitió llevar un jornal a casa. Las primas eran para él y eso le dio un estatus casi de rico entre sus amigos. Mientras, el aragonés estudió para ser ingeniero mecánico y el 2 de enero de 1970, con 23 años, se mudó a Montpellier para entrar en IBM. Cuatro años después, la multinacional decidió montar una fábrica en Valencia y como él era de origen español y dominaba el producto que iban a manejar, lo mandaron para España.

La fábrica estaba en La Pobla de Vallbona y, después de dejar el fútbol, Borao empezó a correr. Cada día se levantaba a las seis, iba a la fábrica y ahí se lanzaba a por un circuito de 12,4 kilómetros que pasaba por L’Eliana y Riba-roja. Corría una hora, se duchaba y a trabajar. Un día, su mujer conoció a una persona en la farmacia que le contó que su hermano, que resultó ser Alfredo de Ibarra, uno de los fundadores de Correcaminos, salía a correr con un grupo de amigos. Y así fue como Borao llegó al club.

Borao, calzado con unas modernas Onitsuka, corrió el maratón de Madrid en 1978 y 1979. Al año siguiente, el de Nueva York. Así que cuando se presentó a la gente de Correcaminos, los dejó boquiabiertos. De la mano de Lastra, el primer líder, entró en la asociación internacional de maratones (AIMS, por sus siglas en inglés) porque era el único de los organizadores españoles que hablaba inglés, y eso le dio a Valencia una conexión internacional que, más adelante, aceleró su impulso.

Botella se convirtió en su mano derecha y ahora asume la gestión del maratón. Él era periodista y trabajó en Las Provincias y el As. Cuando se hartó de escribir de fútbol, una amiga le llamó y le preguntó si le apetecía ayudar en la campaña electoral del PP. Le gustó y los siguientes años, de 1999 a 2015, los pasó como asesor de Manuel Tarancón en Educación y Cultura, Alicia de Miguel en Bienestar Social, y José Císcar en vicepresidencia. “Es una etapa de mi vida de la que estoy agradecido porque aprendí mucho y conocí a muchas personas, buenas y malas”.

Antes del periodismo, Botella fue un atleta de limitado talento. Aquel corredor de 800 metros tenía más afición que piernas. “A mí siempre me habían llamado la atención las cosas del correr, pero nos mudamos a Campanar y empecé a salir a correr, entonces se decía ‘footing’, con mis hermanos. Pero todo cobró sentido un 16 de julio de 1985, el día que Steve Cram batió el récord del mundo de 1.500 tras derrotar a Said Aouita en la misma carrera que José Luis González batió el récord de España. Ese día pensé que eso eso lo que a mí me gustaría hacer: batir récords con esa facilidad y esa plasticidad”.

Aquel hijo de militar, un coronel de intendencia, y maestra cayó en el sitio exacto cuando abandonó la política. Botella entró en Correcaminos y le tocó manejar la candidatura, y después la organización, del Mundial de medio maratón. Ahora negocia con los representantes de los mejores atletas para que vengan a correr aquí, y, tal es su obsesión por el atletismo, que cada día les pregunta qué entrenamiento han hecho y en qué tiempos. “Al principio los managers no me contestaban; ahora creo que les despierta cierta ternura ver que realmente me importa lo que hacen los atletas, que no tiene una segunda intención. Y a mí me hace feliz. En los días malos, un buen entrenamiento de un atleta que viene a València me levanta”.

Botella es ahora uno de los grandes expertos en España. Conoce perfectamente a 80 de los 100 primeros del ranking mundial tanto en mujeres como en hombres, ve más de veinte maratones al año y las semanas posteriores al Maratón de Valencia ve la retransmisión, de diferentes televisiones, más de 15 veces.

Otra que se ve la carrera varias veces es Blanca Iribas, una de las encargadas de diseñar el circuito, considerado el más rápido del mundo junto al de Berlín. Pero ella no mira a los corredores que van delante, Blanca, una turolense de 36 años, solo tiene ojos para ver dónde están colocadas las vallas, cómo toman las curvas los corredores y todos los detalles técnicos que pueda descubrir. Ella, junto con Ricardo Íñiguez y Chimo Navarro, diseña el recorrido de la carrera y cada año introduce algún cambio para limarle algún segundo”.

Iribas estudió INEF y luego hizo un máster en gestión deportiva. Poco después entró en Correcaminos y le encomendaron hacer el mejor circuito posible. “Al final se acabó convirtiendo en una obsesión. Todos los días piensas en cómo hacerlo más rápido, eliminar una curva más, hacerlo más ancho… Yo voy por la calle y me voy fijando en las obras que han empezado y en todo lo que afecta a la circulación”.

En 2016 viajó a Berlín, la gran rival de Valencia por ser la más rápida del mundo, para ver qué hacían allí. Blanca se volvió con el recorrido impreso y de vez en cuando lo consulta como quien estudia a conciencia a un contrincante. “Yo creo que somos similares. Es imposible compararlos porque los circuitos son parecidos, pero luego cambian las circunstancias de carrera: temperatura, viento, humedad…”.

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