El maratón de Valencia, el cuarto más rápido del mundo, acelera para batir su récord

La planimetría, el clima y la inversión. Estos son los tres factores principales que han propiciado que el maratón de Valencia sea el cuarto más rápido del mundo. Lo explica Paco Borao, el presidente de la Sociedad Deportiva Correcaminos, organizadora de la prueba desde hace 41 años: “Apenas hay unos metros entre la cota más alta y la más baja. En general, hace buen tiempo, aunque sea diciembre. No hace mucho frío y esto es un atractivo más para los corredores. Y la apuesta inversora de la Fundación Trinidad Alfonso ha sido muy importante para dar el salto”.

No en vano, el maratón de Valencia, que se celebra este domingo, lleva el nombre de la fundación, promovida por el empresario Juan Roig, presidente de Mercadona, como homenaje a su madre. El reto es bajar de su marca de dos horas y tres minutos en el caso de los hombres, que sitúan la carrera valenciana como la cuarta más rápida del mundo. Sin músculo financiero (la Fundación Trinidad Alfonso entró en 2011), difícilmente se podría congregar a 180 atletas de élite para intentar rebajar su récord, entre ellos, los kenianos olímpicos Geoffrey Kamworor y Lawrence Cherono, ganadores de los maratones de Nueva York (2017 y 2019) y de Bostón y Chicago (2019), respectivamente; la etíope Guteni Shone, que parte con la mejor marca de las participantes (2h 20m 11s) y la joven keniana Dorcas Tuitoek, que debuta en la distancia con las mejores expectativas, según el seleccionador de este grupo, Marc Roig. El objetivo en la carrera femenina es bajar de las dos horas y 20 minutos.

Además, este año, aún con el condicionante de la pandemia, participan casi 16.000 corredores populares, un número nada desdeñable dadas las circunstancias, pero lejos de los 30.000 inscritos el pasado año, cuando se tuvo que reducir drásticamente la prueba para dejar correr solo a un grupo de élite a causa de las restricciones por la covid-19. El keniano Evans Chebet marcó entonces el récord de la prueba: dos horas y tres minutos. La keniana Peres Jepchinrchir también batió el récord el pasado año con 2h 17m 16s, lo que supuso que Valencia ostente también el quinto mejor tiempo de un maratón en el caso de las mujeres.

La rapidez del circuito, que bordea el mar y la huerta urbana y se adentra por el centro histórico para finalizar en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde empieza a las 8.15, atrae a numerosos aficionados, deportistas y a sus familias que en 2019, con una participación de 25.000 corredores, dejaron un gasto turístico de 22,8 millones y un impacto global económico global de 43 millones, según un estudio del Instituto Valencia de Investigaciones Económicas (Ivie). “He venido a Valencia a mejorar mi marca”, afirmó este viernes Cherono, todo fibra sin un ápice de grasa, como el resto de sus compañeros. Valencia detenta el récord masculino y femenino de media maratón, entre otras marcas mundiales.

Paco Borao sigue “entrenando” a sus 75 años. Saluda a los afilados corredores de élite, enfundados en sus chándales de marca, como si fueran de la familia. No lo dice, pero la organización de la SD Correcaminos, que preside desde 2005, ha sido clave para el lanzamiento de un maratón que este año cuenta con un 39% de participantes extranjeros de 107 países, un 34% de la Comunidad Valenciana y un 27%, del resto del Estado. El 84% son hombres y el 16%, mujeres. 308 cadenas de más de 200 países han solicitado la señal del maratón valenciano que se podrá ver en España por Teledeporte o la valenciana À Punt, entre otras.

El organizador incide en la importancia de que la ciudad y las instituciones públicas se hayan volcado en la carrera que este año cuenta con un presupuesto de 4,4 millones, de los que la Fundación Trinidad Alfonso aporta el 45% de los fondos, las inscripciones un 30% y los patrocinadores, un 18%. En este último aportado, se destacó en la presentación del jueves la incorporación de New Balance, la marca deportiva que también patrocina los multitudinarios maratones de Nueva York y Londres, que forman parte de los colosos de las carreras de larga distancia, el club de las llamadas majors, junto a Berlín, Tokio, Boston y Chicago.

Control de zapatillas

Las zapatillas de los principales atletas son objetos de controles aleatorios en un laboratorio de Suecia, controles que Valencia intensifica. La Federación Internacional estipula que la placa de carbono en la suela no puede superar los 40 milímetros, porque se considera una ayuda excesiva para los corredores. La estrella Eliud Kipchoge fue el primer hombre en bajar de las dos horas (1h 59m 40s) en 2019 en Viena, si bien World Athletics anuló el récord porque sus Nike AlphaFly no cumplían la normativa. No obstante, el atleta keniano mantiene el récord mundial en 2h 01m 39s, obtenido en Berlín en 2018. La keniana Brigid Kosgei ostenta el de mujeres con 2h 14m 04s, logrado en Chicago en 2019.

Hay un listado de modelos de zapatillas cuyo uso está autorizado, comentan fuentes de la organización de Valencia. El maratón es la punta de lanza de la consolidación de la ciudad como destino turístico deportivo internacional, más allá del running, apunta por su parte la concejal de Deportes, Pilar Bernabé. La horquilla de los premios es muy amplia y oscila entre los 75.000 euros para el ganador y la ganadora, si bajan de 2:04:30 y 2:20, respectivamente, y los 1.000 por el puesto décimo segundo. El récord del mundo se premia, además, con 250.000 euros; el de España, con 25.000 euros.

Entre los españoles, Hamid Ben Daoud (2h 07m 3s) buscará rebajar la plusmarca nacional lograda por el veterano por Ayad Lamdassem en la pasada edición Elite Edition de Valencia (2h 06m 35s). La lista femenina está encabezada por la atleta alavesa Elena Loyo (2h 28m 25s), que corrió en Sapporo el pasado verano y logró en Valencia su mejor marca personal e Irene Pelayo (2h 30m 7s).

Con estos mimbres, la carrera valenciana, que ostenta desde hace unos años la Etiqueta Platino de la World Athletics, afronta una nueva edición elitista y popular que, eliminados un par de giros molestos, concluye en una recta de 300 metros frente al Hemisfèric con forma de ojo diseñado por Santiago Calatrava.

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