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El fantasma del descenso agita Valencia

La división social entre la afición del club de Mestalla y Peter Lim se recrudece con la posibilidad de bajar a Segunda y el impacto se traslada fuera del estadio

La afición del Valencia se concentró el 11 de febrero frente al estadio de Mestalla para protestar contra la gestión del magnate singapurense Peter Lim.
La afición del Valencia se concentró el 11 de febrero frente al estadio de Mestalla para protestar contra la gestión del magnate singapurense Peter Lim.Biel Aliño (EFE)

Dos multitudinarias concentraciones, pintadas amenazantes e insultos en las redes, prioridad en las agendas políticas y reportajes en medios extranjeros…. Desde que el 10 de febrero el Valencia cayó a los puestos de descenso, la guerra entre buena parte de los seguidores del club y su máximo accionista, Peter Lim, se ha recrudecido y el temor por el futuro del club agita la ciudad.

El 28 de mayo se celebrarán elecciones municipales y autonómicas y el Valencia se puede estar jugando la permanencia en la penúltima jornada liguera. Una combinación explosiva a la que hay que sumar la compleja variable económica. En 2020, la Cámara de Comercio de Alicante cifró en 20 millones la merma económica que se iba a producir en la ciudad por el descenso del Elche, un club de mucho menos peso.

Detrás de las concentraciones contra Lim está Libertad VCF. Su presidente, José Pérez, confirma que este partido se juega fuera del césped. “El Valencia es una sociedad anónima deportiva, pero también un sentimiento y un elemento histórico y vertebrador de la ciudad y la Comunidad. El interés porque trascienda lo deportivo es porque tenga su marco real. Lo deportivo es el síntoma de la enfermedad”, asegura. Denuncian que Lim y el agente Jorge Mendes han trasladado al club el “negocio de compra-venta de jugadores” que tenían en una empresa tras prohibirlo la FIFA. “Necesitaban un escudo para sus negocios”, afirma.

Tras años sin demasiado eco, el aumento de las protestas y la cercanía de las elecciones han multiplicado su impacto. Los partidos quieren reunirse con ellos, acuden a sus manifestaciones y respaldan sus propuestas. Hace una semana el Ayuntamiento apoyó con una rara unanimidad la declaración del Valencia (y del Levante) como Bien de Interés Cultural. “Ha demostrado la gente que ahora llevamos detrás. Compromís, PSPV y PP sabían hace un año que estábamos con ese tema y parecíamos unos locos a los que daban una palmadita en la espalda pero ahora han corrido a rubricarlo”, resume.

“Vamos a seguir presionando. No se trata de anteponer el Valencia a la sanidad o a la educación, pero igual que queremos saber qué haría cada partido ahí, también queremos saber qué harían con el Valencia”, apunta. “Los políticos negocian muchas cosas del ámbito privado. Negocian para que se quede Ford o para que venga Volkswagen y se tienen que sentar con Lim, hacer de intermediarios y decirle que el futuro es sin él. No se trata de que nos regalen el club, el dinero debe salir de nuestros bolsillos”, afirma Pérez. Su propuesta es que CaixaBank, principal acreedor del club, facilite microcréditos a los seguidores para que recompren las acciones. Pero habrá otras, asegura.

Desde la sala de máquinas de uno de los grandes partidos admiten que en el ‘cap i casal’ dos cosas pueden “distorsionarlo” todo: “las Fallas y el Valencia”. Por eso todas las formaciones quieren tener un discurso y una ‘hoja de servicios’. “La situación es compleja y se trata de estar cerca de lo aficionados, de tener más contacto con ciertas entidades. De remar a favor”, explican.

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“Se hablará bastante aunque la repercusión parece limitada a los muy futboleros”, auguran. Otra cosa, reflexionan, es si algún partido presenta una “solución mágica” que, aunque irreal, obligue a posicionarse al resto. “Es un tema muy emocional y también puede afectar a la marca de ciudad”, analizan. Aún así, la sensación es que los seguidores asumen la complejidad y “culpan” a Lim. Eso ha permitido apretar con el Nou Mestalla y reduce las ganas de fotos con los suyos.

Amenazas y coacciones

Ya ha habido incidentes. A finales de enero decenas de seguidores bloquearon la salida de los jugadores de Mestalla y aporrearon el coche de Yunus Musah, que huyó por la acera a gran velocidad. Hace unos días aparecieron pintadas recordándole a Lim el salmo de ‘vida por vida, ojo por ojo’. En las redes, se suceden los insultos y amenazas. Las reciben desde Lim a la presidenta Layhoon Chan, de leyendas como Ricardo Arias al capitán José Luis Gayà.

Pero no sólo ellos. Trabajadores de la entidad denuncian el “señalamiento” al que están sometidos. “Las redes sociales son las flechas”, advierten angustiados. Creen que violencia en el ambiente ya no es controlable.

“Nuestros jugadores y nuestros empleados están sufriendo ataques verbales y violencia material en las redes sociales. No podemos cruzar las líneas rojas. Estoy preocupada por la seguridad y el bienestar de nuestros jugadores y nuestros empleados”, ha denunciado Chan.

El mito de 1986

El Valencia y la ciudad ya vivieron un descenso, el de 1986, pero “el escenario actual no se parece en nada”, reflexiona el veterano periodista Alfonso Gil. “Aquella trascendió a lo deportivo pero nada que ver. No era una SAD, no había redes, ni si quiera estaba Canal 9 ni había televisiones privadas. Aquel fútbol era distinto. Había un problema económico real, dos mil millones de pesetas de deuda, pero se vivió como un problema deportivo. El enfado era futbolero. Ahora el club vive una situación de crisis absoluta y una de ellas es la deportiva”, apunta.

“Hubo un cambio de caras en la directiva aquel verano y eso generó cierta ilusión. Hubo unidad alrededor de aquella frase de Arturo Tuzón, el nuevo presidente, de ‘El Valencia será lo que los valencianos quieran’. Subieron los socios, los políticos apoyaron y se mantuvo el patrocinio de la Caja de Ahorros. Se trataba de poner todo para hacer corta la travesía”, rememora.

La imagen idílica de aquel breve paso por Segunda tiene una explicación, sostiene el escritor Rafa Lahuerta: el ascenso. “Ahora se ha mitificado lo que pasó por el paso del tiempo y porque salió bien. Se tiende a dulcificar pero hubo partidos bastante crispados”, recuerda.

“En la temporada del descenso no había crispación porque el fantasma apareció tarde. Tampoco tenía tanta presencia social. Cuando bajó, la gente sí que se dio cuenta de que era un golpe duro para el imaginario de la ciudad pero no durante el camino”, afirma.

De la fiesta al drama

Valencianista acérrimo, Lahuerta rezuma resignación. “Llevo diez años haciéndome a la idea. Cuando escribí La balada del Bar Torino era una especie de necrológica para coger distancia y sufrir lo menos posible. Sabía que esto podía pasar, las cosas se han hecho mal y no se ha querido ver la realidad. Lim es causa y también consecuencia. Era impensable que un tipo de Singapur viniera a pagarnos la fiesta. Era una fantasía”, resume.

Como seguidor augura “meses de mucho sufrimiento” y cree que “no hay que dramatizar tanto”. Se trata, afirma, “de conseguir los puntos necesarios”. Además defiende que el impacto, siendo mayor que el de 1986, no es tan generalizado como pueda parecer. “Pensamos que el Valencia es el centro del mundo y no es así. La gente tiene más problemas, la situación de muchas familias es muy complicada”, recuerda.

37.000 abonados y un lastre de deuda

El Valencia tiene un presupuesto de 109,8 millones, de los que 68 llegan de la televisión. Para valorar lo que le podría suceder si baja se puede mirar al ‘vecino’, salvando las distancias por el diferente volumen de uno y otro. El Levante descendió la pasada campaña con un presupuesto de 65,8 millones y ahora tiene 38 (cerca de un 42% menos), y es uno de los más altos de la categoría. Sus ingresos televisivos han bajado de 50 a 10,3 millones, aunque recibió casi 19 millones del fondo de compensación de la Liga para los clubes que pierden la categoría. En el caso del Valencia serían más incluso que los cerca de 30 que se llevó el Espanyol en 2020, el récord hasta ahora. Esa ayuda hace que para los históricos que descienden sea clave subir en la siguiente campaña. El impacto dependerá también de la reacción de los más de treinta y seis mil abonados que tiene y que le han hecho ingresar casi trece millones. Además, la elevada deuda (367 millones a largo plazo y 179 a corto plazo) lo complica todo y habría que ver si afectaría a la reanudación de las obras del Nou Mestalla, planificado para cerca de setenta mil espectadores, aunque en ese caso el grueso del dinero para acabar el estadio (unos ochenta millones) le llega a través del acuerdo de la Liga con el fondo cvc, que le inyectará un total de 120,8 a cuenta de un porcentaje de sus futuros derechos audiovisuales.


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