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En la lancha de los vigilantes del pulmón del Mediterráneo: “Está usted sobre una pradera de posidonia”

La Comunidad Valenciana pone en marcha un servicio de protección de la planta que limpia el mar y absorbe CO2 para alertar de la amenaza de los fondeos de las embarcaciones y de la ignorancia

Ferran Bono
Posidonia oceánica
Los vigilantes se aproximan al patrón de un yate, amarrado a una boya ecológica, en una cala de Xàbia, el pasado jueves.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Es un tesoro, aún muy desconocido y a veces molesto. La posidonia oceánica, especie endémica del Mediterráneo, limpia las aguas, libera oxígeno y atrapa CO2, más que un bosque tropical. Es una planta subacuática, no una alga, como piensan muchos bañistas que abominan de ella cuando sus restos se acumula en las playas, donde ayuda a fijar la arena y a combatir los temporales. La Comunidad Valenciana tiene la mayor extensión de posidonia en España (se calcula que ocupa unas 30.000 hectáreas), después de las Islas Baleares (unas 55.000 hectáreas). Las praderas en torno a Ibiza y hasta Formentera fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.

El punto más cercano entre estas islas Pitiusas y la península ibérica se encuentra entre las poblaciones alicantinas de Dénia y Xàbia, separadas por el cabo de Sant Antoni, una reserva marina donde también hay mucha posidonia y, por tanto, una gran riqueza de flora y fauna. Por allí patrullan desde principios de junio Manu Pérez y Gonzalo Santos en una lancha de la Generalitat valenciana. “La gente de por aquí, los profesionales, conocen bien la importancia de la posidonia, lo que no se debe hacer y cuáles son las normas. La gente que alquila yates, los que vienen de fuera, son los menos respetuosos”, apunta.

Ambos forman parte del nuevo Servei de Vigilància de la Posidònia que la consejería de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática i Transición Ecológica ha puesto en marcha este año con el objeto de proteger, informar y concienciar sobre este bien natural, con el único precedente del servicio balear.

El vigilante Manu Pérez, al timón, el coordinador Antonio Pérez, y el vigilante Gonzalo Santos, el jueves en el entorno del cabo de Sant Antoni.
El vigilante Manu Pérez, al timón, el coordinador Antonio Pérez, y el vigilante Gonzalo Santos, el jueves en el entorno del cabo de Sant Antoni.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

No son policías, son vigilantes. Observan, avisan, educan ambientalmente. “Si vemos un motivo grave de infracción hablamos con el guardacostas o con la autoridad correspondiente”, explicaba al pasado jueves el patrón Manu Pérez, mientras maniobra para salir del club náutico de Dénia. La práctica ilegal de fondeo es uno de los problemas para la supervivencia de esta planta amenazada sobre todo por la contaminación, los vertidos al mar y el aumento de la temperatura del agua. Durante el verano, se multiplica el número de embarcaciones de recreo que fondean en calas de aguas cristalinas, gracias en gran medida a la posidonia, con el peligro consiguiente de que las anclas y cadenas arrastren y destrocen las praderas.

En el propio puerto, ya se advierte a los ocupantes de un yate de que van mucho más rápido de lo permitido. En las aguas que bañan el parque natural del macizo del Montgó, frente a los acantilados que albergan espectaculares cuevas, como la muy concurrida de la Cova Tallada, los vigilantes gesticulan a otro patrón para que aminore su marcha. Se acerca y asegura que iba a toda máquina (no se puede navegar a más de seis nudos por la reserva) porque no se encuentra bien y necesita llegar pronto a Dénia. No suena muy convincente.

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Hay mar de fondo, ese movimiento de las olas que se genera lejos, “probablemente este proceda de las tormentas en Baleares”, apunta el marinero Gonzalo Santos. Ellos no parecen afectados por el constante y a veces brusco vaivén, a diferencia de los periodistas. Al virar a la altura del cabo y entrar en Xàbia, el mar se tranquiliza.

Lo vigilantes introducen un batiscopio en para observa el estado de la pradera de posidonia en una cala de Xàbia.
Lo vigilantes introducen un batiscopio en para observa el estado de la pradera de posidonia en una cala de Xàbia.joaquin de haro rodriguez

Frente a una bonita cala, fondean varios yates, dos comparten una boya ecológica, que no daña los fondos de posidonia. Con un simple batiscopio o mirafondos se ven perfectamente las plantas desde la lancha de los vigilantes y se comprueba que no hay ninguna ancla en la pradera. Mecida por la corriente, la posidonia (que tiene raíces, tallo o rizoma, hojas, flores y frutos) tiene algo de hipnótico.

Las dos familias de los yates agradecen la información de los vigilantes y aseguran estar concienciados del valor de la posidonia. Vienen de Vila-Joiosa, donde , comentan, no es tan fácil encontrar boyas ecológicas, a las que se enganchan con el bichero (un palo con forma de garfio en la punta) y que permiten amarres respetuosos con el medio ambiente. En los fines de semana es mucho más difícil. Las calas se llenan de embarcaciones. Hay una auténtica congestión y no hay suficientes boyas, que instalan los ayuntamientos, generalmente, y la Generalitat, en el caso de tratarse de reservas marinas.

Hace dos semanas, algunos yates empezaron a perseguir a todo trapo por esas aguas a varias rorcuales, enormes ballenas que viajan por el Mediterráneo en su aún incierta migración por los mares y océanos. “Muchos no saben que no se les puede perseguir porque se pueden desorientar, entre otras razones. Un embarcación pasó entre una madre y su cría. Uno querían grabarlas con el móvil. Otro quería saltar al agua para bañarse con ellas”, explican los vigilantes. Aunque su cometido es la posidonia, también actúan e informan en casos como este. O recogen de vez en cuando un globo de helio de alguna feria que acaba en el mar, como sucedió el pasado jueves.

Una pradera de posidonia en aguas valencianas.
Una pradera de posidonia en aguas valencianas.Shutterstock

Este servicio de vigilancia de la Comunidad Valenciana está formado en su primer año por ocho embarcaciones, seis itinerantes y dos con sede fija en Dénia y Valencia, y lo integra un equipo de 18 personas. El biólogo marino Antonio Pérez es uno de los coordinadores. Se le nota la vocación conforme empieza a hablar de las virtudes de la posidonia, “un vivero de biodiversidad” y a incidir en la necesidad de luchar contra su retroceso. La Consejería tiene previsto cartografiar toda la costa valenciana para recabar los datos actualizados. La Fundación del Oceanogràfic de Valencia ya ha iniciado un proyecto para cartografiar las ricas praderas de la comarca de La Marina Alta.

La consejera valenciana de Emergencia Climática, Mireia Mollà, de Compromís, explica que estudiaron y hicieron seguimiento de la iniciativa pionera en Baleares de la vigilancia de la posidonia, “que está siendo muy positiva”, antes de poner en marcha la valenciana. “Nuestros bosques marinos, que captan hasta 10 veces más de CO2 que los bosques terrestres, no han tenido la misma visibilidad que estos”, razona. Por eso incide en la importancia del decreto aprobado en mayo para la conservación de estas praderas también de nominadas de fanerógamas marinas. “Ese decreto debe ser un punto de inflexión. Era una asignatura pendiente. De de ahí el esfuerzo normativo, presupuestario y la puesta en marcha del servicio de vigilancia”, añade.

Baleares impone 300 multas

LUCÍA BOHÓRQUEZ

En Baleares el servicio de vigilancia de posidonia funciona en las costas de todo el archipiélago desde 2017, aunque la experiencia se inició en Formentera en 2013 tras unas fotografías del biólogo marino Manu San Félix que reflejaban las consecuencias que las enormes anclas de los yates tenían en las praderas de posidonia. “La prohibición total de fondear sobre las praderas tuvo un impacto importante en el sector náutico” explica el jefe del servicio, Marcial Bardolet. Las zonas de fondeo cambiaron y se impulsó una cartografía específica, un atlas de los 650 kilómetros cuadrados que esta planta ocupa bajo las aguas a la que ahora se han sumado varias aplicaciones móviles. Los vigilantes tienen, sobre todo, una vocación informativa que ha obtenido buenos resultados, ya que la tasa de fondeo ilegal sobre posidonia pasó del 18% en 2017 al 5% en 2021.

En estos cinco años se han impuesto alrededor de 300 multas, la última hace unos días en Mallorca cuando el patrón de la embarcación se negó a moverse y retó a los vigilantes a llamar a la Guardia Civil. “Hay un cambio de hábitos, están más concienciados y saben lo que es la posidonia. En el Mediterráneo se ha despertado una conciencia enorme de proteccionismo” dice Bardolet. Sólo el verano pasado se practicaron 20.000 revisiones de ancla y se movieron 5.000 barcos mal fondeados.







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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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