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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tomar el pulso a la Comunidad Valenciana

Ningún socialista valenciano, a excepción de Ábalos, ocupa un puesto destacado en las múltiples comisiones creadas para trabajar las propuestas programáticas que serán sometidas a debate en el próximo congreso federal

El ministro de Transportes  y secretario de organización del PSOE, Jose Luis Ábalos (i), y el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig (d), se abrazan durante la celebración del acto ‘Tres años de gobierno progresista’.
El ministro de Transportes y secretario de organización del PSOE, Jose Luis Ábalos (i), y el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig (d), se abrazan durante la celebración del acto ‘Tres años de gobierno progresista’.Jorge Gil (Europa Press)
Amparo Tórtola

Para tomar el pulso a la Francia periférica de cara a las elecciones regionales que se celebrarán en breve, el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, ha tomado su bastón de peregrino y se dedica a recorrer pueblos y pequeñas ciudades del país. Según leo en estas mismas páginas, Macron prepara el terreno para los posteriores comicios presidenciales, previstos para dentro de un año. La demoscopia del país vecino avanza que el dirigente francés se disputará la reelección como Presidente con Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional.

Le preocupa a Macron, como al resto de dirigentes europeos con citas electorales a medio plazo, si persistirá tras el verano el ambiente optimista que se distingue con el avance de las campañas de vacunación y tras el desconfinamiento, o si la euforia se verá matizada por el otoño caliente en lo económico que se prevé. La pandemia no ha barrido las emergencias previas. Sí las ha camuflado bajo la alfombra de otros apremios pero, como el polvo, los problemas siguen ahí y volverán a aflorar.

Los gabinetes de estudios, análisis y prospección interpretan datos y proyectan escenarios. Prospección: estudio de las posibilidades futuras de un negocio teniendo en cuenta los datos de que se dispone.

Aquí el negocio se llama elecciones y el objetivo es ganarlas.

El Presidente de la Generalitat, Ximo Puig, y su equipo de Presidencia han diseñado un calendario para los próximos meses que acota los pasos a seguir hasta la celebración del congreso del PSPV-PSOE, previsto para el próximo otoño. Antes, Valencia acogerá a mediados de octubre el 40º Congreso Federal del PSOE, con el ministro valenciano José Luis Ábalos al frente de su comité organizador. Llama la atención que, excepción hecha de Ábalos, ningún otro socialista valenciano ocupa un puesto destacado en las múltiples comisiones creadas para trabajar las propuestas programáticas que serán sometidas a debate en el cónclave. Hasta once ponentes procedentes de las diferentes organizaciones territoriales socialistas han sido nombrados para la redacción de documentos sobre los más diversos temas. Economía, feminismo, inclusión social, transición ecológica, la España autonómica, nuevos derechos y libertades, son algunos de los epígrafes en los que está trabajando la maquinaria congresual socialista, con cántabros, manchegos, catalanes, vascos, canarios, gallegos, etcétera en los fogones donde se cocinan los documentos que darán forma a la ponencia marco; es decir, al texto madre que definirá los objetivos de los socialistas españoles para los próximos años y será precuela del programa electoral. Ni rastro de aportación valenciana, siendo esta la segunda federación socialista en importancia por número de afiliados, tras la siempre potente andaluza.

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Las lecturas de esta circunstancia son de lo mas variado. Desde los que le restan importancia y acentúan que el hecho relevante es que Valencia -territorio Puig- haya sido la ciudad designada para que Pedro Sánchez sea reelegido líder del PSOE, hasta los que insisten en que este último mantiene la desconfianza hacia el barón valenciano, nacida tras respaldar Puig a Susana Díaz frente a Sánchez en la batalla por el control del partido que se libró en 2017. Desde esa fecha las relaciones de ambos han tenido un sentido práctico. Sánchez no puede obviar que Puig preside la autonomía más importante bajo signo socialista tras la pérdida de Andalucía; por su parte, el presidente valenciano se muestra colaborativo con Sánchez y su Gobierno porque las arcas autonómicas precisan de continuas inyecciones económicas del Estado que conjuren un modelo de financiación obsoleto e injusto con la autonomía valenciana.

Tras el congreso federal del PSOE, llegará el autonómico. La posibilidad de que surja un candidato alternativo a Puig para liderar el PSPV-PSOE se desdibuja por momentos, aunque las recientes declaraciones al canal televisivo autonómico À Punt de Mercedes Caballero sonaron a advertencia. El mensaje de la secretaria general del PSPV-PSOE en la provincia de Valencia y escudera de Ábalos en la Comunitat se coló nítido a través de las pantallas: más le vale a Ximo Puig integrar en la futura ejecutiva del PSPV-PSOE a otras sensibilidades socialistas que no cursan con el sector oficialista que él mismo lidera. En el anterior congreso del PSPV-PSOE, Puig tuvo que lidiar con un candidato alternativo, el alcalde de Burjassot, Rafa García. La maldad de la iniciativa se adjudicó al ministro Ábalos. Nada más lejos de la realidad: fue el empeño de Pedro Sánchez en propinarle a Puig un correctivo y lanzarle un pulso por su apoyo a Susana Díaz, lo que obligó a improvisar una lista sanchista opositora a Puig que se alzó con el 42% de los votos de los compromisarios socialistas. Hoy domingo, por cierto, Sánchez libra otro pulso, este con Susana Díaz, en territorio andaluz y con candidatos alternativos a esta interpuestos. La misma estrategia que la empleada frente a Puig. El asunto es demostrar que en este PSOE de la segunda década del siglo XXI hay un patrón, Pedro Sánchez, y no mandan los marineros.

Finalizadas los saraos congresuales, con la campaña de vacunación casi culminada y la pandemia relegada al rincón del olvido del imaginario colectivo, Ximo Puig tendrá que tomar la decisión de adelantar o no las elecciones autonómicas.

La noticia, reflejada días atrás en el Diario Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV), de que la conselleria de Hacienda ha delegado en la de Justicia las competencias técnicas del proceso electoral, como sucedió en 2019 cuando se produjo el adelanto para hacer coincidir las autonómicas con las elecciones generales, ha suscitado la sospecha de una repetición de la jugada. Preguntado recientemente en varios ocasiones, Puig ha descartado tal intención y se ha mostrado partidario de agotar la legislatura. Así se lo ha hecho saber a su vicepresidenta, Mónica Oltra, para evitar lecturas erróneas que vuelvan a enturbiar las relaciones entre los socios del Consell.

En el PP valenciano (PPCV) no se fían. En su análisis de situación dan como un hecho seguro el adelanto electoral y les preocupa esta posibilidad porque el nivel de conocimiento ciudadano de su candidato a la Presidencia del Consell, el alicantino Carlos Mazón, es todavía muy flojo. Al mismo tiempo, temen que si Puig opta por completar el ciclo de cuatro años, el Gobierno del Botánico se apunte el tanto de gestionar un atisbo de recuperación económica vinculada a los fondos europeos y al anuncio de un primer borrador del nuevo modelo de financiación autonómica.

En el PSPV-PSOE son conscientes del análisis que hacen desde el PP. También saben que en los próximos comicios, sean cuando sean, ya no tendrán a su favor la baza de un centro derecha dividido como ha sucedido en las dos últimas convocatorias autonómicas. Cuentan con la exitosa culminación de la refundación del espacio electoral conservador impulsada por Pablo Casado tras el 4-M, que pasa por la absorción de C’s y el crecimiento “cero” de Vox.

La idea de que los líderes políticos valencianos, emulando a Macron, tomen sus propios bastones de peregrinos y salgan a la calle a tomar el pulso de una ciudadanía exhausta y temerosa frente al futuro, parece recomendable. Los momentos de euforia pasan y cuando la marea pos pandémica baje, el panorama puede ser desolador.

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