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UNIÓN EUROPEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La única independencia útil

El camino de la independencia europea no pasa por el secesionismo de los Estados ni de las naciones, sino por el federalismo que une a pueblos y naciones

Friedrich Merz
Lluís Bassets

No sirve para Cataluña. Tampoco para España. Soberanistas de ambas ideas nacionales han utilizado la independencia de forma más o menos retórica a lo largo de la historia, y puede que en algún momento tuviera alguna utilidad. Ahora nada significa porque la única independencia útil, posible e incluso necesaria, es la de Europa en su conjunto respecto a los tres imperios que van a sentarse en la mesa donde se repartirán las cartas del poder mundial de los próximos años, quizás de lo que queda de siglo.

La independencia europea respecto a Rusia se dilucidó durante la Guerra Fría y su postguerra y mantendrá todo su sentido como idea movilizadora si fracasan los esfuerzos de Ucrania para defenderse ante la invasión que quiere terminar con ella como nación democrática y europea. Si tal desgracia sucediera, otras pequeñas naciones, como Moldavia o las bálticas, caerían a continuación en manos del Kremlin, en una exhibición de impotencia y vulnerabilidad que agrietaría el entero proyecto de unidad europea.

Ahora la independencia de Estados Unidos es la “prioridad absoluta”, según Friedrich Merz, el próximo canciller de Alemania. Una vez desaparecida la sobreprotección de Washington, si las naciones europeas no se unen para defenderse y disuadir a quien quiera amenazarlas o incluso atacarlas, quedará expedito el camino para la paulatina pérdida de la independencia frente a Rusia.

El nuevo líder conservador alemán ha roto al menos tres tabúes. Alemania va a rearmarse. No hay tope en el gasto público cuando se trata de seguridad. La relación de los europeos con Washington no está por encima de los intereses colectivos europeos. No está mal para un conservador. Ojalá nuestros independentistas, especialmente los que se dicen conservadores, tuvieran el mismo coraje para romper sus propios tabúes.

Convendría que todos, partidos y dirigentes, reflexionaran sobre el sentido actual de la palabra sagrada que les ha movilizado. Si se trata de defender los intereses de los catalanes -su lengua, su cultura y su identidad nacional-, nada mejor que secundar el combate por la independencia de Europa que tiene como protagonistas institucionales a los 27 Estados socios de la UE y a los 29 de la Alianza Atlántica, contando Reino Unido, que está en la OTAN pero no en la UE. No encontrarán fuera otras estructuras tan protectoras para defender lo que más les preocupa.

El camino de la independencia europea no es el secesionismo de los Estados, como fue el Brexit, ni el de las naciones que esos Estados incluyen, sino el federalismo que une a pueblos y naciones. A través del marco constitucional y del Estado de derecho de los países socios. En su necesaria diversidad nacional no debe estar el problema sino, al contrario, la solución. Antes de que cayera el Muro de Berlín, Milan Kundera ya formuló con admirable exactitud todo lo que opone Europa al imperio ruso: la máxima diversidad en el mínimo espacio, en vez de la diversidad mínima en el máximo espacio. Sirve también para el imperio trumpista.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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