Jordi Savall lleva la música de Gluck al Liceu de la mano del ballet del Capitole de Toulose

La convulsa Lohengrin convivirá esta próxima semana en el Gran Teatre del Liceu con un espectáculo que aunará la música de Christoph Willibald von Gluck y el Ballet del Capitole de Toulouse. Bajo la dirección musical del maestro y violagambista Jordi Savall, su orquesta le Concert des Nations interpretará las obras Sémiramis y Don Juan del compositor alemán mientras danzan una treintena de bailarines con coreografías firmadas por el madrileño Ángel Rodríguez y el rumano Edward Clug. El espectáculo se estrena mañana y se mantendrá en cartel cuatro funciones más hasta el próximo sábado. El programa arrancará con la suite orquestal de Ifigenia en Áulide.

Coproducido por el Liceu, el Ballet del Capitole y la Ópera Cómica de París, Savall concibió la propuesta como un tributo a Gluck de quien dijo que fue uno de los compositores esenciales en la transición del barroco a la ilustración, además de ser uno de los artistas que mejor entendió el cambio de la Ilustración y el deseo de libertad y de expresión. “Por eso imaginó la música acompañándolo con la coreografía”, afirmó en alusión a que presentó en Viena en 1761 un Don Juan con un baile con pantomima.

Basada en una obra de Molière, Gluck compuso la música de Don Juan un año antes de su célebre Orfeo y Euridice e impulsó con el coreógrafo Gasparo Angiolini la ruptura del ballet tradicional para que dejara de ser un mero acompañamiento. Fue el primer paso, dice el Liceu, para esa revolución coreográfica en la que la música se pone al servicio de la expresividad. “El fandango ilustra la atmósfera sensual y libertina del momento. Hay un dramatismo intenso con un final espectacular cuando el comendador hace que las puertas del infierno se abran y las furias se lleven a Don Juan. Estoy seguro de que Mozart conoció la obra”, afirmó Savall en alusión al Don Giovanni, del compositor austriaco.

El espectáculo tiene la particularidad de que los dos coreógrafos han trabajado de forma independiente y sin conocer el uno del otro cómo iban a afrontar la danza de esas esas piezas tan poco conocidas y que de hecho se escucharán por primera vez en el Liceu. “Es la primera vez que se tocan el mismo día y con ballets diferentes. Les dimos carta blanca. Son diferentes pero encajan. Incluso tienen tonos parecidos”, señaló Vollack. Clug, autor de la coreografía de Stabat Mater, de Pergolesi, que se vio no hace mucho en el Liceu, ha apostado por una de corte conceptual en la que el caballo cobra una importancia capital en el diálogo entre las dos figuras claves. “Tuve dudas al principio de asumir el encargo pero acepté el reto”, admitió bromeando que quizá la proximidad de su apellido con el del compositor jugó a favor.

Exmiembro de la Compañía Nacional de Danza y afincado muchos años en Suiza -ahora vive en Madrid- Rodríguez lamentó las escasas oportunidades que ha tenido de trabajar en España y se mostró feliz por estar en el Liceu. “Sémiramis no es demasiado conocida. La partitura es corta y decidí contarla como un concepto, como el empododeramiento de esta mujer”, afirmó sobre la historia de esta reina que desarrollará ante un telón de 18 metros de altura, tejido en Valencia y que tildó de “obra de arte”.