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Catalán
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mutaciones independentistas

La gran operación que Òmnium todavía no se atreve a protagonizar es la concentración de todos sus esfuerzos y energías en la promoción de la lengua catalana sin más

Imagen de una protesta independentista en Barcelona.
Imagen de una protesta independentista en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI
Lluís Bassets

Poco a poco va regresando el catalanismo, denostado en la última década por unos y otros y reivindicado ahora de nuevo por los independentistas, tras haber renegado de tal ideología por moderada y estéril. Es en detrimento de la gastada independencia, vocablo propulsado al espacio exterior de las ideas platónicas tras los fracasos cosechados desde 2012. El presidente de Òmnium Cultural, Xavier Antich, ha dado muestras de tal mutación en su mensaje para el nuevo año, cuando pretende corregir el rumbo de la entidad en 180 grados para superar el desánimo, la frustración y la parálisis y avanzar hacia una Cataluña “libre, próspera y justa”.

Antich demanda “un nosotros inclusivo”, capaz de abarcar a los ocho millones de catalanes y especialmente a una cuarta parte de la ciudadanía, en su mayoría no nacidos en Cataluña, que quieren aprender la lengua pero no obtienen respuesta satisfactoria a su demanda. Decae el mito populista de la unidad catalanista, entendida como confluencia en un bloque nacional alrededor de la independencia, y regresa en cambio la idea interclasista y mestiza de la nación inclusiva, con capacidad para acoger a todos. Más lengua y más catalanes es el programa: irreprochable. Sobre todo si se desplaza el acento desde la imposición y la exclusión del castellano hacia la seducción y la pacífica, amable e imprescindible convivencia de lenguas.

La gran operación que Òmnium todavía no se atreve a protagonizar es la concentración de todos sus esfuerzos y energías en la promoción de la lengua catalana sin más. Seducir y convencer a todos, sin atender al origen ni a la lengua materna, desde la perspectiva de una lengua que no quiere marcarse políticamente ni dejarse instrumentalizar. Española por tanto de la España plural y diversa, la única que puede aceptarla. La Constitución no solo lo permite sino que proporciona los fundamentos para tales políticas, compatibles con el respeto y la promoción simultánea de la lengua castellana.

El camino de Antich conduce de nuevo a la centralidad. Quiere una Cataluña libre, pero sabe que su deseo, compartido por muchos, más allá incluso del catalanismo, significa simplemente una Cataluña más libre, porque libre ya lo es y desde hace tiempo, pronto se cumplirán 50 años, cuando recuperó sus instituciones de autogobierno en 1977 de la mano del presidente Josep Tarradellas. ¿Qué puede significar más libre si no es más justa, próspera, fraternal, acogedora y sin tantas diferencias de renta y de riqueza?

Se va el independentismo programático, pero la idea no tiene por qué irse. Es una aspiración legítima, probablemente un sueño, que puede ser benéfico y quizás lo ha sido en algún momento. También ha sido lo contrario, y mejor arrumbar su legado negativo, en vez de regalárselo a la extrema derecha para que convierta la parte en el todo, el independentismo arruinado en el catalanismo entero. Reivindicar tal legado lleva a la descalificación y al desprestigio de Cataluña, convertida en el adversario polarizador que conviene al nacionalpopulismo español de extrema derecha.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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