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política
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Breve historia del presente político

A las izquierdas surgidas del rechazo al sistema les cuesta sostenerse en la medida en que sus promesas a menudo quedan a una distancia ahora mismo insalvable

Josep Ramoneda
Política
Ada Colau y Jéssica Albiach se saludan durante la asamblea de Comuns, este fin de semana.Toni Albir (EFE)

Después de una turbulenta transición, no exenta de momentos de alto riesgo, bajo el liderazgo de UCD, a partir de la mayoría absoluta del PSOE en 1982 la democracia española se consolidó como un bipartidismo imperfecto. Cuando José María Aznar consiguió articular a la derecha española en torno al PP, los dos grandes partidos garantizaban un régimen de alternancia de izquierda a derecha y viceversa, con mayorías claras, reforzadas por la ley electoral, en que uno y otro marcaban la pauta con los pequeños grupos de cada lado más PNV y CiU, las derechas vasca y catalana, complementando mayorías.

Con el tiempo, la complejidad ha ido creciendo y las sumas no son automáticas como antes, cuando los nacionalismos periféricos que operaban como partidos gozne, siempre dispuestos a negociar con el ganador, completaban la dinámica de estabilidad. La irrupción de Ciudadanos, hoy desaparecido de escena, y la consolidación de un espacio a la izquierda del PSOE, a partir de la irrupción de Podemos y compañía y de la desaparición del PC, ha ido complicando el escenario. Y del bipartidismo imperfecto hemos pasado a un multipartidismo de perímetro variable de más compleja gestión. Y en este sentido es significativo que cuando el proceso catalán ha entrado en tiempo muerto, Jordi Pujol haya lanzado un mensaje inequívoco: “Yo no habría disuelto CDC”. Es decir, vuelvan a su sitio.

La llegada de Pedro Sánchez al poder, después de que casi desde la nada tumbara a una vieja guardia socialista a la que todavía ahora le cuesta asumir que su tiempo ya pasó, coincidió con la consolidación del multipartidismo. El presidente instalado en el equilibrismo durante todo su mandato parece querer hacer de la necesidad virtud: “Bienvenidos a los gobiernos en minoría”, ha dicho respondiendo al ruido negociador de estos días. La complejidad ha de ser atendida. Con el factor añadido de la cuestión nacionalista, que configura por lo menos tres realidades distintas, Euskadi, Cataluña y el resto de España. Gobernar es más que nunca negociar. Y se equivoca el que cree que puede imponerse por sí solo a los demás como le ocurrió al PP y lo acabó pagando.

Esta complejidad llega en un momento de mutación significativa, en cuya ruta hemos visto que las izquierdas (fruto de la lógica simple burguesía-proletariado) tienen dificultades para encontrar su sitio. Los partidos socialistas sufren en el gobierno la presión de los poderes reales y la socialdemocracia pierde identidad y perfil; a las izquierdas surgidas del rechazo al sistema les cuesta sostenerse en la medida en que sus promesas a menudo quedan a una distancia ahora mismo insalvable. En este marco, negociar supone poner sobre la mesa intereses muy diversos. Y lo hemos visto de una manera patente esta semana en la negociación del plan fiscal del gobierno, en que partidos conservadores como Junts y el PNV, dificultan los acuerdos e incomodan a la izquierda. Y, sin embargo, es de interés de todos llegar a puntos de encuentro. Lo contrario sería hacer un regalo a la derecha española esta sí cohesionada con PP y Vox cada día más próximos.

Esta realidad no es anecdótica, es sintomática del punto en que estamos: el cambio de sistema del capitalismo industrial al financiero y digital, que, con Trump en primer plano, amenaza con una regresión importante de las libertades que en España ya ha encontrado sus peones con la alineación del PP de Feijóo con los sectores más reaccionarios del parlamento europeo, con Manfred Weber como líder de la penetración del autoritarismo postdemocrático en las instituciones europeas. Al tiempo que muchos se preguntan: ¿dónde está la socialdemocracia?


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