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Muere Àlex Susanna, el heredero del ‘Noucentisme’

El poeta y diarista, que ganó los principales premios de la literatura catalana, fue una figura clave de la construcción del sistema cultural catalán de la democracia

Àlex Susanna en una imagen de archivo.
Àlex Susanna en una imagen de archivo.
Jordi Amat

El poeta, diarista y gestor cultural Àlex Susanna ha fallecido en Gelida. Hombre de cultura, elegante y educado, ha sido una de las figuras más relevantes del sistema literario catalán de la democracia. Durante el período en el que este sistema se fundaba, fue un agente de modernización fundamental.

Nacido en Barcelona en 1957 e hijo de una familia ilustrada, el principio fue la poesía. En plena Transición, mientras estudiaba Filología Catalana, publicó sus primeros versos y enlaza con grandes poetas que habían desaparecido del canon. Si en 1979 escribía sobre Marià Manent —espejo para interpretar su trayectoria—, el verano de ese año, desde Nueva York, se carteaba con Joan Vinyoli.

Había traducido a Aragon, Breton y Péret y en 1979 ganó el Premi Miquel de Palol. Ya había evolucionado. “Mi poesía actual se avendría a la idea de Wordsworth de poesía como emoción recordada en la calma”. Sería el núcleo de su poética. “Intelectual puro, teórico hasta el tuétano, lucha por encontrar a cada paso un nuevo camino expresivo objetiva y subjetivamente correcto pero siempre apasionado”. Se lo dijo a Miquel Alzueta, con quien dirigirían una colección en la editorial Laertes y luego se independizarían para crear Columna.

Era consciente de que una cultura necesita cuidar su tradición (el catálogo de poesía de Columna lo ejemplifica, también la discográfica Columna Música), solidificar una sociabilidad en base a relaciones de cordialidad y, a su vez, dotarse de infraestructuras. Por eso era heredero de un noucentisme que hace compatible clasicismo y cosmopolitismo, creación y gestión para crear una cultura europea y civilizadora.

A principios de 1983, unos jóvenes de Granada se posicionaban en la vida literaria con una nueva poética. Una herramienta para legitimarse era crear tradición. Luis García Montero le dijo a Jaime Gil de Biedma que le dedicarían un número de Litoral. Jaime Gil sugirió colaboradores. “Un joven poeta catalán muy bueno, y muy inteligente”. La relación Gil de Biedma / Susanna fue importante y tuvo una brillante concreción: el prólogo a su traducción de Four quarets de Eliot.

La relación con García Montero sería también relevante: habían sido ungidos como príncipes de la nueva poesía de la democracia. No es de extrañar que ambos coincidieran en uno de los certámenes emblemáticos de la Cultura de la Transición: los Encuentros de Verines organizados desde 1985, un espacio de cohesión de las nuevas promociones literarias a los que asistían autores de las culturas españolas. Aquel 1985 él pilota el primer Festival de Poesia, amparado de entrada por la Feria del Libro. El 4 de junio el primer recital. “Actuará como maestro de ceremonias al poeta Àlex Susanna”.

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Poeta, editor, gestor cultural y profesor. El curso 1985/86 se trasladó a Venecia para dar clases. En Quadern venecià recogió esa experiencia. Ha sido uno de los principales diaristas literarios catalanes. En aquel libro de 1989, que ganó el Premio Josep Pla y que conectaba con Manent, estaban fundidas vida y literatura. Susana era un hombre de una cultura que quería proyectarla en el mundo.

Su decepción sobre la institucionalización de una España que asumiera c la pluralidad iría en aumento. Como el grueso de los actores de la cultura catalana, apostó por el independentismo durante el Proceso. Sus dietarios son el testimonio de su vivencia honesta y de un desencanto que también lo era. Pero nada más alejado de su talante dialogante que la pulsión destructiva. Era constructor. Fue un alfil para la creación de la institución que abre y cierra un ciclo de la cultura catalana: el Institut Ramon Llull.

El Llull se fundó durante la última legislatura Pujol en la presidencia. El propósito era la internacionalización de la lengua y la cultura catalanas, pero también la generación de prestigio interno. Era director del área de literatura. Entró con un ambicioso proyecto: conseguir que la literatura catalana fuera la invitada de honor en las principales ferias de libros y la literatura catalana fue invitada a la Feria de Guadalajara y a la de Frankfurt. Cuando diseñó esa operación de diplomacia cultural a lo hizo con un objetivo ambicioso: el Nobel para un catalán.

Dirigió el Llull entre 2013 y 2016. Antes la Fundación Caixa Catalunya, después la Agència Catalana de Patrimoni Cultural. En 2019 publicó una antología de su poesía, Dits mancats. La parábola como gestor cultural la cerraría la dirección de arte de la Fundación Vila Casas, etapa que puede seguirse en los dietarios Paisatge amb figures y El món en suspens.

En el primero hay una escena que transcurre en casa de su amigo Artur Ramon en Viladrau. Hablan de la generación noucentista. “El noucentisme es un mundo condenado a ser cada vez más minoritario y exclusivo de cuatro antimodernos. Qué lástima...”. Entre los méritos de Susanna pocos tan loables como ese compromiso. Era su vida y así hizo mejor la cultura catalana.

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Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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