El cineasta Benpar, entre el Clot y Hollywood
Cada 26 de febrero proyecta un documental de homenaje a su madre
26 de febrero de 2024. Proyección de una película en el Ateneu Barcelonès. Pero no es una sesión cualquiera porque su autor, Carlos Benpar (75 años), únicamente la proyecta una vez al año, siempre este día. Y lo viene haciendo desde 2008. El documental es un homenaje a su madre, Victorina Para, y a su común pasión por el cine. La fecha recuerda otro 26 de febrero de 1964 cuando Victorina y él vieron juntos El Proceso. Ella cumplía 50 años y para celebrarlo su hijo quiso llevarle a una película de juicios. “Cuando mi madre me llevaba al cine, iba muy cansada y se dormía… menos cuando había escenas de tribunales”. Benpar escogió El Proceso por el título y porque salía un actor que conocía, Orson Welles. Benpar no entendió gran cosa, pero la agobiante sinrazón que relata el filme lo impresionó y de ahí salió su decisión de dedicarse al cine. Una dedicación que su madre, viuda, apoyó. Desde entonces, con su madre, cada 26 de febrero procuraban verla.
En pocos días entre diciembre de 1992 y enero, Benpar, que conocía el diagnóstico de un final inminente sobre su madre, que ella ignoraba, decidió filmarla hablando del cine que les gustaba, repasando anécdotas y aquellos desaparecidos programas de mano… tan evocadores. Pero Benpar tardó 15 años en tener el ánimo suficiente para revisar aquel material, filmar paisajes relacionados y montar una elaborada primera parte con escenas de películas que pertenecían a su memoria sentimental. Así nació Al final de la vida. Filme al que hizo un comprensible añadido cuando Raimon publicó en 2011 Mentre s’acosta la nit. Y desde 2008, que la estrenó en el Casablanca y pasó por la Seminci de Valladolid, el documental se ha visto en distintas ciudades.
A lo largo de estos años, Benpar, además de ensayos sobre Nicholas Ray y Rovira-Beleta, ha ido escribiendo, con notable vigor narrativo, sus vivencias como hijo y como cineasta. Todo este material se recoge en un libro de 2023, Tótem sin tabú, del Clot al Kilimanjaro. Son 1.309 páginas. Ayuda a entender el empeño cuando Benpar te señala la dedicatoria: “A la Muerte, que, destruyendo la Vida, consagra el Cinematógrafo como lo más grande de la Creación”. Hay más pistas en el libro. Como la cita al filme La habitación verde, donde Truffaut interpreta un periodista de obituarios. El libro menciona una idea coincidente con las convicciones de Benpar: “Con el paso del tiempo solo olvidan sus heridas aquellos que están deseando olvidarlas”. Benpar nació en un hogar humilde del Clot. El pronto fallecimiento del padre explica la importancia de la madre. Y de la tía Teodora que estuvo años en París bordando vainica doble. Con el dinero que les enviaba, Benpar pudo dejar el trabajo en la Bayer, donde coincidió con Carles Rexach y Joaquín Oristrell, y plantearse su dedicación al cine.
En el trabajo cinematográfico de Benpar sobresalen dos premios Goya, en 2006 y 2007 para el dúo de documentales Cineastas contra magnates y Cineastas en acción. El origen está en el Manifiesto de Barcelona de 1987. Su reclamación puede leerse en la placa que sobrevive en el suelo de la Rambla de Catalunya, frente a la Diputación. Exige que se respeten los filmes tal y como fueron concebidos originalmente. Ese mismo año, Woody Allen, Sydney Pollack, Milos Forman y Elliot Silverstein habían testificado en una comisión del Senado para enfrentarse, por ejemplo, al coloreado de películas en blanco y negro que practicaba la compañía de Ted Turner. “En la presentación del manifiesto, Fred Zinnemann, en presencia de George Sidney, me dijo que debía hacer una película sobre este tema. Entonces era imposible, pero en el año 2000 se abrió una línea de subvenciones para documentales. Presenté la documentación con los faxes de los directores que habían aceptado participar”. Un espléndido ensayo contra las manipulaciones de la obra original, desde el coloreado del blanco y negro y el cambio de formato a las interrupciones publicitarias en televisión o la sobreimpresión del logo de la cadena –”que quitan cuando emiten publicidad”. El listado de intervenciones es llamativo. Figuran, entre otros y además de los ya citados, Marco Bellocchio, Bernardo Bertolucci, Manuel De Sica, Stanley Donen, Richard Fleischer, Luis García Berlanga, José María Nunes, Arthur Penn, Claude Chabrol, Richard Lester, Bigas Luna, Pere Portabella, Bertrand Tavernier, Eva Truffaut, Liv Ullmann... “Hubo dos negativas, las de Martin Scorsese y Wim Wenders. Silverstein ya me advirtió que Scorsese no participaría nunca en un proyecto que no fuera idea suya. Y curiosamente, lo mismo me dijo Volker Schlöndorff sobre la negativa final de Wenders”. El propio Benpar había dado ejemplo de esta defensa moral de los derechos de los cineastas, denunciando judicialmente a TVE por amputar el cinemascope de El hombre del Oeste de Anthony Mann. Finalmente, la directora general del ente, nada menos que Pilar Miró, resolvió volver a emitir el film respetando su formato.
Productor y director, su cine es un tanto desconocido. Desde historias propias a adaptaciones de Pere Calders, Jaume Fuster o Guy de Maupassant y repartos con Paco Rabal, Conrado Sanmartín, Ariadna Gil o Luis G. Berlanga en un cameo como erotómano. “No he tenido suerte con la distribución”. Benpar opina que la crítica de aquella época no tenía el actual favoritismo con el cine español. Benpar era lector de Film Ideal porque “la gente que escribía eran entusiastas, sentían amor por las películas. En Nuestro Cine, en cambio, las críticas no te llevaban a ver el filme”. Ahora es pesimista sobre el cine. “Se ha transformado tanto que no lo reconozco. Se ha perdido el lenguaje, aquello de Godard de que un travelling es una cuestión de moral. La gente que hace cine no reconoce el agujero de donde ha salido. Si les hablas del cine de los años cincuenta te dicen que no habían nacido, pero yo tampoco había nacido cuando Murnau”. ¿Qué es el cine para Benpar?, pregunto. Y remite a una respuesta que ha dado en otras ocasiones: “Es mi país. Fuera de él, me siento extraño”
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