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Presupuestos catalanes
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hard Rock, la ruleta que agria la política catalana

Los comunes ensayan su nueva estrategia de oposición condicionando el apoyo a los presupuestos catalanes al rechazo de un macrocasino junto a Port Aventura

Vista de los terrenos próximos a Port Aventura en los que se instalará el complejo de Hard Rock en Tarragona.
Vista de los terrenos próximos a Port Aventura en los que se instalará el complejo de Hard Rock en Tarragona.Jaume Sellart (EFE)
Miquel Noguer

La maquinaria pactista se ha vuelto a poner en marcha en Cataluña tras años de pulsiones divisivas en los que el “cuanto peor mejor” campaba a sus anchas por los pasillos de la Generalitat. Pere Aragonès, con el apoyo del PSC, va camino de dotarse de unos Presupuestos con los que culminar la legislatura. Lo mismo puede conseguir el socialista Jaume Collboni en Barcelona con un pacto con Esquerra Republicana. Aunque todos niegan que el acuerdo sea un cambalache es evidente que la sintonía entre ambos partidos vuelve a ser una realidad por exigencias del guion y por la voluntad de los socialistas catalanes de mantener también los votos de ERC en el Congreso.

Pero falta una pieza para que esta maquinaria pactista tenga resultados. Con Junts todavía debatiéndose entre enfundarse el traje pragmático que tan bien le caía a Convergència o seguir con su chaqueta más canalla, los comunes tienen la llave en Cataluña. En el Parlament, sus ocho diputados son clave para aprobar estos presupuestos. Y en Barcelona son el recurso que le queda a Collboni si quiere tener unas cuentas sin recurrir a una cuestión de confianza.

En los últimos años el partido de Ada Colau ha aprobado los presupuestos de la Generalitat además de conseguir los apoyos de socialistas y republicanos cuando gobernaban Barcelona. Ahora, despojados de la alcaldía estrella de Cataluña y con unas elecciones catalanas a menos de un año, no parece que tengan tantos alicientes para seguir esta senda. En este caso la pulsión pactista está dejando paso a la tentación de refugiarse en su trinchera ideológica. En Barcelona los comunes no quieren aprobar los presupuestos de Collboni si no se garantizan antes la entrada en el gobierno de la ciudad. Y en la Generalitat rechazan apoyar las cuentas si el Govern de Aragonès no veta a todos los efectos la tramitación del macrocasino que, bajo la marca Hard Rock quiere instalarse junto a Port Aventura, en Tarragona.

Hard Rock es, de hecho, la palabra que más resuena en los pasillos de la Generalitat y del Parlament los últimos días. Entre los grandes partidos lo apoyan Junts y los socialistas con el argumento de que puede crear miles de puestos de trabajo y desestacionalizar el turismo en la Costa Dorada. Pero en un contexto de sequías recurrentes y de creciente preocupación por las ludopatías, para muchos se hace indigerible que desde la izquierda se pueda apoyar un proyecto de esta magnitud. Es evidente que el modelo de Hard Rock tiene más de pasado que de futuro si se quiere apostar por una economía diversificada, pero también es cierto que el proyecto cosecha un sólido apoyo político sobre el terreno y tiene mayoría en el Parlament. Por este motivo, será difícil que los comunes puedan basar su oposición a los presupuestos solo sobre este punto. Los de Ada Colau tienen en sus manos una llave decisiva para la gobernabilidad y ahora estudian cómo usarla. Pueden hacerlo con pragmatismo, intentando mejorar los presupuestos, o refugiarse en el “no” con el riesgo de empujar a Aragonès a buscar socios en la derecha. Sea la que sea, la decisión de los comunes impactará sobre la vida de los catalanes.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.
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