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TRAS LA HUELLA DE...

Elisenda Nadal: “En mi época, las mujeres eran mejores entrevistadoras que los hombres”

“En ‘Fotogramas’ no había consejos de redacción. Había tertulias con amigos”, explica la exdirectora de la revista

Elisenda Nadal, editora histórica de la revista Fotogramas, en su domicilio de Barcelona, con una foto de ella con Terenci Moix.   Massimiliano Minocri
Elisenda Nadal, editora histórica de la revista Fotogramas, en su domicilio de Barcelona, con una foto de ella con Terenci Moix. Massimiliano MinocriMASSIMILIANO MINOCRI
Tomàs Delclós

Cuando Elisenda Nadal era pequeña -ahora cruza, vital, las ocho décadas- “escuchaba” las películas que hacían en el Tívoli. “Donde vivíamos daba al interior de manzana en la que estaba el cine y llegaba perfectamente el sonido de la proyección”. Eso, quizás, alimentó su imaginación, pero quien será, durante unos irrepetibles años, la heterodoxa, risueña directora de la revista Fotogramas, había nacido en un hogar propicio. Su madre, María Fernanda Gañán, había fundado Garbo. Un hermano de Elisenda (o Eli, así la llaman muchos) se inventó Pronto. Y su padre, Antonio Nadal, había fundado en los años treinta con un grupo de juventudes cristianas el cine Maryland (Tierra de María) para el fomento de la devoción. Sin embargo, cuenta Elisenda, después de la guerra hubo un desengaño familiar con la religión.

Antonio Nadal publicó el primer Fotogramas en 1946. Una cabecera quincenal que, en 1950, pasará a ser semanal. “Aquel primer Fotogramas tenía comprada, por ejemplo, la columna de Sheilah Graham, la última compañera de Scott Fitzgerald. Pero como no se podía enviar dinero a Estados Unidos… ¡la pagaban con mantillas!”. Elisenda estudió en la Escuela Oficial de Periodismo, algo inevitable entonces. “No me sirvió de nada. Me dormía. Había un profesor falangista que nos prohibía emplear la palabra “consagración” si no era hablando de la eucaristía”. Sí sacó algo de provecho: la amistad con los compañeros de promoción y las sesiones de cine en el Instituto Italiano de Madrid. “No soy independentista, pero tampoco me gusta el independentismo de ciertos ambientes de fuera de Cataluña que quieren ignorar lo que es distinto”.

Donde descubrió maneras menos rutinarias de periodismo fue en las revistas que leía en las redacciones de la familia o a las que ella se suscribía. Por ejemplo, al Interview de Andy Warhol. En los años sesenta, entró en Fotogramas como subdirectora y en 1970 asumió la dirección. Fotogramas, permaneciendo como revista de cine, empezó a hablar de diseño, de música, de cómics, de ecología. Y en el listado de colaboradores, todos amigos suyos, estaban, entre otros muchos, Enrique Vila-Matas, José Luis Guarner, Terenci Moix, Rosa Montero, Maruja Torres, Joan de Sagarra, Perich, Jorge Fiestas, Àngel Casas, Lola Salvador, Jaume Figueras… Ricardo Muñoz Suay teorizaba sobre el cine de la Escuela de Barcelona. “No había consejos de redacción. Había tertulias con amigos”. Y luego estaba la columna Pasa en Bocaccio. “Es curioso. Se ha identificado mucho la revista con la gauche divine y Bocaccio, pero yo apenas iba a la discoteca. Tenía que trabajar y levantarme temprano”. Roman Gubern tiene muy bien explicado qué fue Fotogramas: una revista visual, glamurosa, hedonista… pero una revista que hacía política a contracorriente.

A Terenci lo fichó porque un tal Ramón Moix le envió una entrevista con Terence Stamp desde Londres. Cuando Terenci regresó a Barcelona, Elisenda le abrió enseguida la puerta de Fotogramas. “Llegó a ser un ídolo. Con su especial Sarita Montiel o con su serie sobre amantes de mitos. Trajo a Fotogramas un determinado público que quizás nos ignoraba. El mundo gay amó mucho a Fotogramas”. La historia con Maruja Torres tiene alguna cercanía. Una jovencita de La Prensa le hizo una entrevista. A Elisenda le gustó aquel texto. Y Maruja se incorporó a la redacción. “En mi época, las mujeres eran mejores entrevistadoras que los hombres. Se fijaban en más detalles y tenían un punto de vista distinto. Eran valientes y preguntaban lo que pensaban”.

¿Fotogramas trajo el nuevo periodismo a España? Tengo una pieza de convicción. Hacía poco que había entrado en la redacción de la revista (1974) y Elisenda me mandó cubrir el estreno de Tamaño natural de Berlanga en Francia, un filme prohibido en España. Regresé y me puse a escribir siguiendo el canon académico. En el primer párrafo hay que explicar el cómo, el dónde, el quién, el cuándo y el por qué. Elisenda leyó la crónica y sin enfadarse, pero de manera irrebatible, me dijo: “Aquí se escribe de otra manera”. Y tuve que repetir la crónica. En Fotogramas se escribía distinto (“escribe como hablas”, decía Madame la Directrice)

Durante el franquismo, la revista tuvo una lluvia de multas. “Por el consultorio de Mr. Belvedere nos pusieron una porque no se condenaba el incesto de El soplo al corazón de Malle”. En 1975 la secuestrarán por un reportaje que escribí sobre la censura española y hubo más de un castigo por supuestas osadías fotográficas. “Nosotros hacíamos destape, nunca desnudos”. A principios de los ochenta, cerró durante nueve meses para regresar como mensual y muy atenta al vídeo, lo que le dio una enorme difusión. “Cuando en Hachette vieron las cifras de ventas entraron en la compañía. Querían ponerle el nombre de su revista de cine, Première. Me negué”. Elisenda llevó unos años el suplemento Mujer de La Vanguardia por el que le dieron el premio Efe a la mejor revista femenina. Otras iniciativas fueron revistas como Clío y Qué leer, “que quería ser el Fotogramas de los libros”. Jesús Ulled era el consejero delegado y Elisenda la directora editorial. En 2017, su hijo Toni Ulled se hizo cargo de la dirección de Fotogramas. Hachette la venderá en 2011 a Hearst Magazines –”los de Ciudadano Kane”- que en 2018 se llevará la revista a Madrid con otro equipo. Ahora, Elisenda disfruta de la familia, mira series y recupera cine clásico siguiendo algún que otro consejo de Jaume Figueras. Dos editoriales le han pedido que escriba sus memorias. “No lo haré. Ya no estoy en aquel mundo. Es una época de mi vida. Ahora estoy en otro, igualmente fantástico”, concluye con la mirada traviesa de siempre.

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