‘L’amor no passarà mai’
La muerte de Lídia y Joan, dos jóvenes médicos de 27 años, en el parque nacional de Aigüestortes explica los peligros de la montaña y la dejadez de la Administración
Las historias necesitan protagonistas. Lo repite Patrick Radden Keefe, por citar al periodista del momento, que ha contado la epidemia de los opiáceos en Estados Unidos a través de la familia Sackler (El Imperio del dolor, Reservoir Books). En Cataluña, la desarticulación de una facción criminal de los hooligans del Barça no se lee igual sin retratar a Paco el Gordo, ese hombre del barrio del Poble Sec con un código de honor propio y cierta verborrea. “Si no nos ayudas, te mataremos. Somos los Casuals. Aquí nadie juega con los Boixos Nois”, amenaza a un secuestrado. Igual que la esquizofrenia necesita que Los chicos de Hidden Valley Road (Sexto Piso) desnuden sus vidas.
Los peligros que entraña la montaña y la dejadez administrativa se explican y entienden mejor de la mano de Joan Boixadera y de Lídia Bosch. Juntos partieron el 22 de septiembre de 2020 a hacer la ruta circular de Carros de Foc, que une los nueve refugios del Parque Nacional de Aigüestortes (Lleida). Él era médico residente en Cardiología; ella, en Medicina Familiar y Comunitaria. Ambos tenían 27 años cuando les hallaron, nueve días después de iniciar su excursión, juntos, uno al lado del otro, debajo de una roca, cerca del lago de Pòdo. Los bomberos sospechan que se guarecieron allí del viento y la nieve y ya no lograron retomar el camino hacia el refugio. Murieron de frío.
Un año después, su familia inició una batalla para que la Administración asuma responsabilidades en el fallecimiento de los jóvenes. Piden una indemnización de 294.000 euros por daños morales, basada en si la pareja recibió alguna alerta meteorológica y tuvo margen de reacción. Una reclamación patrimonial con un recorrido administrativo de 19 meses, de informe en informe, entre peticiones al Departamento de Acción Climática, al último refugio en el que estuvieron, a la Federación de Excursionistas, al Consell General d’Aran, al parque nacional…
La Generalitat finalmente emitió un informe desfavorable. Considera que no hay una “relación de causalidad entre el daño y la actuación de la administración”. Un daño inimaginable. Las redes sociales atesoran quienes fueron. En las fotos, se les ve posar sonrientes, cabeza con cabeza. Comparten juventud, carrera, amigos... Afición por la naturaleza, pasión por una profesión en la que firman estudios juntos y ese estallido de belleza de una vida que germina, con la certeza de que el futuro que estaban dibujando solo podía ser dorado.
La respuesta de la Generalitat es impropia de una “buena administración”, según un dictamen de la Comisión Jurídica Asesora, que recuerda que ese tipo de expedientes deben resolverse en seis meses. Pero no solo reprocha las dilaciones, también concluye que “se ha causado una indefensión material” a la familia de los jóvenes: no se les permitió recurrir los últimos informes del caso. Por eso pide retrotraer el proceso al punto en el que puedan alegar antes de que se tome la decisión última.
Paralelamente, los allegados de Lídia y Joan recurrieron también a la síndica de Greuges, la defensora del pueblo catalán. Denunciaron diversas “faltas”: de medidas de seguridad en el parque que suponen “un riesgo grave” para las personas que realizan la ruta de Carros de Foc; “de coordinación” entre los refugios; de información ante “situaciones meteorológicas documentadas” y de cobertura telefónica en 1.500 hectáreas del parque. Sin red móvil, “las llamadas de los jóvenes al 112 y 061″ no obtuvieron respuesta.
El informe de la síndica, Esther Giménez-Salinas, fechado en octubre del año pasado, deja claro que nadie se siente ni remotamente responsable de lo ocurrido. La Dirección General de Protección Civil alegó que no es competente en el plan de autoprotección del parque. Tampoco en el de telecomunicaciones. Ni en los avisos masivos a los visitantes porque entonces carecían de herramientas para llevarlos a cabo y de las competencias, que la Generalitat asumió en febrero.
La Dirección General de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento adujo que la actividad de Carros de Foc la organiza una empresa privada. Añadió que la carencia de cobertura telefónica o de radio en “determinados refugios” depende de que las operadoras de telefonía quieran instalar y mantener antenas. Y solo el “Estado” puede exigirlo, según repitieron el Departamento de Interior y el Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CTTI).
La Dirección General de Políticas Ambientales y Medio Natural señaló que el refugio de Colomèrs -del que salieron Lídia y Joan-, depende del Consell General d’Aran, y el d’Amitges, -al que nunca llegaron-, del Centro Excursionista de Catalunya. Y los dos equipamientos deportivos, con cobertura de internet y conectados entre sí, están sujetos a las normas del Consell Català de l’Esport. Ni las reservas ni los avisos meteorológicos son cosa suya.
En resumen: solo hay cobertura del teléfono 112 “en una pequeña parte del parque” de Aigüestortes. Y a pesar de los intentos de mejorarlo, “la ruta de Carros de Foc transcurre en general” por esa zona en la que nadie se puede llamar por el móvil. Para solucionarlo, la síndica pide una mejor coordinación entre Acción Climática y el CTTI. Y también entre la Generalitat y el Estado para negociar con las operadoras un incremento de la cobertura. A la dirección del parque nacional le solicita una señalización que deje claro en los lugares donde es imposible ni siquiera comunicarse con el 112.
Por mucho que lo intentasen, cuando Lídia y Joan se perdieron entre la ventisca no pudieron pedir ayuda. Su familia dio la voz de alarma al ver que no daban señales de vida. Debían haber regresado a casa el 28 de septiembre. Hallaron sus cuerpos congelados el 1 de octubre. Certificaron su muerte oficial un día después. “L’amor no passarà mai”, les despidieron en su esquela conjunta.
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