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Alejandro Sanz le parte el corazón a Barcelona a pesar de la mala sonorización

El cantante, al que se vio algo fatigado, se metió en el bolsillo al público de un Palau Sant Jordi abarrotado

El cantautor y compositor Alejandro Sanz al inicio de su gira Sanz en Vivo.Foto: Jesús Diges (EFE) | Vídeo: EPV

Pocos minutos antes de las diez de la noche el interior del abarrotado Palau de Sant Jordi barcelonés parecía una olla a presión a punto de estallar. Era la algarabía normal de las grandes ocasiones, no se apreciaban signos de impaciencia por poder consolar al ídolo que, según las revistas del corazón (y también el resto de los medios), arrastraba desfalcos, problemas mentales y rupturas sentimentales a los que se acaba de añadir horas antes un último varapalo económico (tres milloncejos de nada a devolver al fisco). Nada de todo eso: el ruidoso ambiente en los pasillos del polideportivo olímpico era el de siempre, como lo eran las inmensas colas para conseguir algo de comida o bebida y al acabar volver a hacer la cola para devolver el vaso de plástico y recuperar el depósito. O la compra compulsiva de camisetas.

A las diez en punto el clamor alcanzó su máximo nivel pero el madrileño se hizo esperar todavía unos minutos. Desde la gigantesca pantalla posterior el propio Sanz empezó a narrar su biografía aunque el sonido era todavía catastrófico y no se entendían muy bien las confesiones. Un tema instrumental sirvió para mejorar algo las cosas (no mucho) y, al final, ahí estaba él, Alejandro Sanz, en lo alto del escenario, gafas de sol, traje claro, camiseta negra, deportivas blancas y micro en la mano convirtiendo No es lo mismo en el primer himno de la noche coreado por miles de voces. Tomó la guitarra para seguir y fue su instrumento en solitario el que acompañó al público cantando Deja que te bese.

En un escenario rodeado de enormes pantallas se repartían en círculo músicos y coristas dejando toda la parte central para que Sanz acaparara todas las miradas. A pesar de ello dio mucha cancha a sus acompañantes que, luchando contra la infecta sonoridad, demostraron su buen hacer una vez tras otra. Sanz agradeció su presencia al público, recordó que hacía 25 años y un día de su primera actuación en el mismo recinto, se paseó con aires toreros y una bandera catalana al hombro (y la reacción del público no fue ni positiva ni negativa) y hasta se mostró ligeramente emocionado al oír cantar a todo el personal cuando él dejaba de cantar.

En uno de los momentos álgidos de la velada invitó a Manolo García, rodeando su presencia de superlativos antes de cantar juntos Quisiera ser. Poco después compartió micrófono sorpresivamente con Niña Pastori y dejó a la gaditana sola para que cantara su Bon dia. La cancha y las gradas se llenaron de globos blancos y Sanz se fue creciendo.

Se despidió repitiendo varias veces que se había encontrado muy bien: “Tengo cuarenta y pico de canciones que quería cantar pero…”. Corazón partío acabó oficialmente el concierto entre el alborozo general coreando a voz en grito la canción.

Alejandro Sanz volvió a triunfar en Barcelona, volvió a meterse al público en el bolsillo a pesar de los defectos de la sonorización. Se le vio algo cansado, los ojos vidriosos y, por momentos, como haciendo un esfuerzo pero a pesar ello rompiendo por doquier corazones que, eso sí, ya estaban partíos de antemano.

Viviendo deprisa abrió la obligatoria tanda de bises. Sanz sin chaqueta y enarbolado su guitarra de decoración psicodélica que cambió por el piano para cantar en solitario ¿Lo ves? leyendo en el teleprompter. Los gritos de “¡Alejandro, Alejandro!” lo devolvieron al escenario ya con toda la banda con Y ¿si fuera ella? Envuelto otra vez en la bandera catalana empalmó con Ese último momento entre cañones de confeti y fuegos artificiales en las pantallas. La ovación duró varios minutos, Sanz besó el suelo pero la fiesta había concluido.

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