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ELECCIONES MUNICIPALES 2023
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El microcosmos de Sarrià-Sant Gervasi

La derecha españolista y la independentista han convertido el distrito en un bastión antialcaldesa

Francesc Valls
Okupas Bonanova
Okupas en los edificios El Kubo y La Ruïna de la Bonanova.Albert Garcia

El distrito de Sarrià-Sant Gervasi se ha convertido en un microcosmos antialcaldesa que la derecha y la ultraderecha —tanto independentista como españolista— se recrean en intentar elevar a categoría para el conjunto de Barcelona. Recientemente, un 17,66% de los participantes en un cuestionario interactivo de un diario barcelonés afirmaban sin pestañear que Ada Colau ha convertido Barcelona en “un parque temático bolivariano propagandístico” con sus superilles y sus carriles bici, entre otras cosas. Una opinión que en el rotativo centenario atribuían en gran parte a los vecinos de Sarrià-Sant Gervasi. También hace unos días, Clara Blanchar relataba en estas páginas la polvareda suscitada a raíz de la instalación de un carril bici en Via Augusta. “La payasa esta no hace nada bueno”, aseguraba —en referencia a la alcaldesa, Ada Colau— el portero de una de las fincas de la zona, seguramente en comunión con una notable parte de sus empleadores. Otro vecino reivindicaba, blandiendo el impuesto de circulación en la mano, el derecho a ir en su coche desde la zona alta de Barcelona hasta el Eixample. En contraste con esa explosión de libertad individual, la contaminación provocada por los vehículos a combustión cuesta cada año casi un millar de vidas a la ciudad. Además, la mala calidad del aire le ha valido a Barcelona y a su área metropolitana reiteradas condenas del Tribunal de Justicia de la UE.

Igualmente en precampaña, Xavier Trias ha sacado al tablado a los tresmileuristas que no llegan a fin de mes. Lo hizo antes de que trascendiera que los directivos del Banco Santander cobran 200 veces el salario medio de sus empleados. No se trata de comprar el marco mental de la precariedad cotidiana, pero tal como recordaban en estas páginas Dani Cordero y Bernat Coll, solo el 15% de los habitantes de Barcelona tienen esas penurias relatadas por el candidato de Junts per Catalunya. El resto —casi 1,4 millones de los 1,6 que viven en la ciudad— está por debajo o muy por debajo de ese dintel salarial. Y es que, tal como afirmaba Borja Barragué, profesor de teoría Política de la UNED, alguien que rara vez se relaciona con personas con ingresos inferiores a 60.000 euros acaba pensando que ese es el salario medio en Cataluña. Por cierto, de nuevo volvemos a Sarrià Sant-Gervasi, el único distrito con una media salarial superior a los 3.000 euros mensuales.

El último episodio de esa versión upper diagonal (término felizmente acuñado por Cristian Segura) de las elecciones municipales ha sido el sainete protagonizado en la plaza de la Bonanova entre okupas y desokupas. Vox y Ciudadanos han descubierto en campaña que hace siete años dos edificios de la Sareb —El Kubo y La Ruïna— están “invadidos” y ahora piden orden y ley. Lo paradójico del caso es que los vecinos de Sarrià-Sant Gervasi no se quejan de los okupas, pero ello no impide que un grupo de autoproclamados defensores de la propiedad y empresas de ultraderecha se manifiesten, insulten a la alcaldesa y tensen la situación con la complicidad de potentes focos mediáticos. Otros más sibilinos intentan en la sombra recoger las nueces de quienes sacuden ruidosamente el árbol, como dijo en su día Xabier Arzalluz. Las conexiones en directo de televisiones de ámbito español propician que la sinécdoque Sarrià- Sant Gervasi se eleve a categoría para intentar convertir la Barcelona de Ada Colau en capital del desorden mundial.

Con todas esas plagas de Egipto se olvida que si vives por encima de ese Río Grande que es la Diagonal tienes —respecto a los vecinos de Torre Baró, Trinitat Nova o Ciutat Meridiana— una renta siete veces mayor; una esperanza de vida nueve años superior; una opción 10 veces más alta de entrar en la universidad o una reducción a cero de una maternidad no deseada. No hay que relegarlo: la vida es mucho más dura y más fría ahí fuera.

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