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La guerra familiar por el traspaso millonario del Pinotxo Bar de la Boqueria

La juez impide al nuevo propietario utilizar el nombre Pinotxo después de que el sobrino de Joan Bayén denunciara el traspaso

Alfonso L. Congostrina
bar Pinotxo
Joan Bayén en el bar Pinotxo de la Boqueria, en una foto de archivo.Joan Sánchez

Las letras Pinotxo Bar -tanto del letrero como de los toldos- del bar más icónico del mercado barcelonés de la Boqueria deberán cubrirse en las próximas horas después de que el Juzgado Mercantil número 9 haya ordenado a la empresa que ha pagado el traspaso del negocio (Restaurante Egipcio S.L.U.) que se “abstenga de utilizar la marca y la denominación” del establecimiento. Este es un nuevo capítulo de la traumática guerra familiar desatada tras la jubilación, a los 89 años, del camarero más famoso de Barcelona, Joan Bayén (más conocido como Juanito), y la venta del bar Pinotxo.

Bayén se jubiló a finales del pasado año tras 75 años detrás de un mostrador. En principio el negocio lo iba a continuar su sobrino Jordi Asín, su esposa y el hijo de ambos Didac Asín. Los tres llevan años detrás del mostrador. De hecho, alguno de ellos casi han nacido detrás. A finales de enero un giro repentino apartaba a los Asín del negocio familiar. Bayén traspasaba el negocio a la empresa Restaurante Egipcio S.L.U. que también explota el Bar Central dentro del mercado. No ha transcendido el precio que se ha pagado por la barra del Pinotxo pero fuentes del mercado aseguran que “varios millones de euros” que han ido al bolsillo de Bayén.

Jordi Asín se vio de la noche a la mañana sin trabajo y sin el negocio familiar e intentó impedir ese movimiento judicializando el traspaso efectuado por su tío. Según el letrado del sobrino, Mario Sol Muntañola, Asín va a acreditar que el propietario no es solo Bayén y creen “injustificable lo que ha hecho o lo que quizás le han hecho hacer” al anciano camarero excluyendo a su sobrino de la operación.

Hace más de 80 años Catalina, la madre de Bayén, se hizo con un pequeño bar en la Boquería. El negocio funcionó y acabaron comprando seis paradas. Era otra época y las paradas estuvieron siempre al nombre del marido de Catalina hasta que murió. Tras el fallecimiento las paradas las heredaron Joan y su hermana María. Joan nunca tuvo descendencia pero María tuvo dos hijos Jordi Asín y Albert Asín. “En la Boqueria existía la posibilidad de unificar paradas siempre y cuando pertenecieran al mismo titular. Joan y María tenían seis paradas. Para unirlas, Maria decidió ponerlas a nombre de Joan y de esta manera unieron paradas hasta convertirlo en la barra del Pinotxo que conocemos”, informa el letrado.

La concesión de las paradas siempre han estado a nombre de Bayén pero en 2001el camarero y sus sobrinos Jordi y Albert constituyeron una sociedad civil para gestionar el negocio. Cada uno de ellos tenían un tercio de la sociedad. Albert falleció y Jordi y Joan se quedaron, cada uno de ellos, el 50% de la sociedad.

La relación entre Joan y su sobrino llevaba meses siendo tensa y llegó a su clímax el 25 de enero cuando Bayén vendió al Restaurante Egipcio la concesión de las paradas. Jordi Asín ha denunciado que la marca del establecimiento, la carta y la sociedad que gestiona el negocio no ha podido venderlas ya que él tiene el 50% de esa sociedad y la magistrada ha ordenado que Restaurante Egipcio, hasta que se acrediten los hechos, no utilice el nombre de Pinotxo Bar.

Jordi Asín y su hijo Didac tienen previsto continuar con el Pinotxo Bar y asumen que no podrán hacerlo en las paradas que ha vendido Bayen. Aún así, la pretensión del demandante es litigar porque aseguran que esas paradas eran, en la práctica, de la sociedad y estaba a nombre de Bayen porque en un momento del siglo pasado era necesario que solo estuvieran a un nombre para unificar paradas. “Los daños personales y de imagen por la pérdida de la ubicación del negocio familiar en el Mercat de la Boqueria son irreparables y los perjuicios económicos inferidos, enormes”, lamenta Sol Muntañola.

Este martes Pinotxo Bar seguía abierto. Nadie había tapado las icónicas letras de la parada y -salvo por la ausencia de Bayén con su chaleco y sus pajaritas- todo era exactamente igual que cuando lo gestionaban tío y sobrino. Incluso el escudo del Espanyol que tanto defendían tío y sobrino seguía pegado en las paredes de la parada donde comer, entre otras, los calamares salteados con judías de Santa Pau que Bayén siempre ha asegurado que es su plato preferido.

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