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Muere a los 87 años Fèlix Millet, el saqueador del Palau de la Música

El condenado por el caso de corrupción en la institución musical barcelonesa había recibido el tercer grado penitenciario y vivía en una residencia, donde sufrió un ictus que le causó la muerte

Jesús García Bueno
Felix Millet
El expresidente del Palau de la Música, Félix Millet.ALBERT GARCÍA

El saqueador confeso del Palau de la Música, Fèlix Millet, ha muerto este miércoles a los 87 años tras sufrir un ictus, mientras cumplía condena por el expolio de la institución musical. Desde noviembre, Millet disfrutaba del tercer grado penitenciario por motivos humanitarios y vivía en una residencia de Cardedéu (Barcelona). Allí falleció el miércoles por la tarde, después de unos últimos meses en los que su salud se había deteriorado de forma alarmante, según han explicado fuentes de la defensa. En junio de 2020, después de que el Tribunal Supremo confirmara la pena de nueve años y ocho meses de cárcel por un escándalo que agitó a la sociedad catalana, Millet ingresó en prisión para cumplir condena. El expresidente del Palau, que acabó confesando en el juicio su papel como intermediario en las comisiones ilegales a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) trató de resistirse al ingreso en prisión y llegó a solicitar un indulto que el Gobierno no le concedió.

Millet llegó a la cárcel de Brians 2 en ambulancia y ha permanecido más de dos años y medio en segundo grado, el régimen ordinario que se aplica a la mayoría de los presos. Durante ese tiempo tuvo que ser trasladado en varias ocasiones al hospital penitenciario de Terrassa por problemas de salud. El deterioro del expresidente del Palau fue en aumento con el paso del tiempo. Desde el inicio de su condena por el caso Palau, sus abogados intentaron conseguirle un régimen más benigno. La Generalitat se opuso de forma reiterada; entre otras cosas, porque Millet nunca asumió del todo su responsabilidad en el saqueo de 23 millones de euros de la institución cultural que utilizó para disfrutar de una vida de lujo, con viajes por todo el mundo, junto al ex número dos de la entidad Jordi Montull. Lo ocurrido con la boda de una de sus hijas, Clara Millet -uno de los episodios del expolio- forma parte ya de la memoria colectiva: Millet hizo que el Palau corriera con los gastos del enlace, que tuvo como escenario el Palau, y al mismo tiempo hizo pagar al suegro la mitad del banquete.

La situación penitenciaria mejoró para Millet el pasado noviembre, cuando el Gobierno catalán le concedió, esta vez, sí el tercer grado penitenciario —que permite cumplir parte de la pena fuera de la cárcel— por razones humanitarias al sufrir una enfermedad “grave e incurable”. Los técnicos de prisión apreciaron un severo deterioro en su estado de salud y, finalmente, el Departamento de Justicia accedió a acordar la semilibertad. Desde entonces, según fuentes de la defensa, ha permanecido en una residencia de Cardedéu, a escasos 12 kilómetros de la que fue su mansión, en L’Ametlla del Vallès, que reformó con toda clase de lujos gracias al dinero robado del Palau.

Un antes y un después del saqueo

La imagen pública de Millet, el hombre poderoso, reconocido (el Govern le concedió la Creu de Sant Jordi) y bien conectado con las esferas políticas, se transformó para siempre en julio de 2009. Los Mossos d’Esquadra irrumpieron en el coliseo modernista en busca de indicios de irregularidades en la gestión del Palau. Los encontraron. La investigación judicial, tortuosa, permitió acreditar que Millet desvió fondos públicos y privados a su bolsillo y al de Montull, que fue su mano derecha durante el largo mandato de ambos al frente de la institución. Durante el juicio, como estrategia para rebajar la previsible condena, ambos admitieron lo que ya había acreditado, por otras vías, el fiscal anticorrupción Emilio Sánchez Ulled, que lideró el caso: que el Palau había sido utilizado como intermediario para el pago de comisiones ilegales de Ferrovial a Convergència. A cambio de una comisión, Millet permitió que la institución sirviera como tapadera para canalizar los pagos. El partido de Artur Mas, ahora desaparecido, recibió 6,6 millones de euros en mordidas a cambio de la adjudicación de obra pública de la Generalitat durante el último gobierno de Jordi Pujol (1999-2003), según acreditó la sentencia.

Tras una sucesión de recursos que acabó perdiendo, Millet tuvo que ingresar en prisión. Permaneció casi siempre en el módulo de enfermería, con visitas obligadas al hospital penitenciario de Terrassa. No tuvo unos últimos años sencillos. Se tenía que desplazar en silla de ruedas y precisaba de ayuda para casi todas las gestiones del día a día. Tenía la vista y el oído muy mermados y apenas se relacionaba con los compañeros de módulo o con los funcionarios de prisiones. Mantuvo, eso sí, su adicción al tabaco e intentaba fumar a escondidas en el baño, según explicaron diversas fuentes. Aislado, apenas recibía visitas: las de sus abogados y, de forma puntual, la de una de sus hijas, que reside en Estados Unidos. Además de los problemas de movilidad, Millet padecía diabetes e insuficiencia renal y, según fuentes de la defensa, empezaba a mostrar síntomas de demencia.

Su rehabilitación fue un fracaso. Siguió en dos ocasiones Para y Piensa, un programa de tratamiento específicamente diseñado para delitos de corrupción. No le sirvió de mucho porque, según recogían los informes de los técnicos de prisión, nunca asumió del todo su culpa por el saqueo del Palau. Culpaba a Montull, con quien apenas se hablaba; la relación se deterioró cuando Millet vio cómo su antiguo socio obtenía, en fecha tan temprana como septiembre de 2021 —un año antes de lo que lo conseguiría él— el tercer grado penitenciario. En la cárcel, según los informes, Millet gozaba de “cierta sensación de impunidad”. Hasta el punto de que, mientras cumplía condena por el caso Palau, empezó a ser investigado en otro procedimiento judicial. El expresidente ocultó, presuntamente, bienes muebles y también el cobro de alquileres para evitar resarcir al Palau, que económicamente aún no se ha repuesto del todo del golpe que supuso el paso de Millet por la institución.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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