El ciclista que quiere ser el mejor del mundo tras sobrevivir a una bomba de la Primera Guerra Mundial
Eloi Palau, estrella del bike trial, perdió visión y convive con acúfenos permanentes tras detonar accidentalmente un explosivo bélico en 2019 en Italia. Es tercero del mundo y participa en la recuperada Semana Catalana del Deporte
La excursión acabó en el hospital. Fue como un viaje en el tiempo que empezó con una prueba ciclista en Italia y terminó con la detonación de una bomba de la Primera Guerra Mundial a más de 3.000 metros de altura, en los Dolomitas. Lo nunca visto para Eloi Palau, una joven estrella del bike trial convertido indirectamente desde 2019 en un superviviente de guerra. “Me apoyé sobre una piedra y debajo había una bomba”, recuerda. Bum. Ahora, tras pasar varias veces por el quirófano y dudar de su propia recuperación, aspira a triunfar en la Semana Catalana que organiza la Unión de Federaciones Deportivas de Cataluña (Ufec) para preparar su asalto al cetro mundial el próximo noviembre en los mundiales de Dubai. “Quiero ser el número uno del mundo”, reivindica. Va por buen camino: ya es número tres. Por delante tiene a los españoles Borja Conejos y Alejandro Montalvo.
Palau (Calldetenes, 24 años) empezó pronto a pedalear. A los cuatro años ya montaba en bici, pero una mala experiencia le bajó de la bici. “Yo no lo recuerdo, pero mis padres me dicen que le cogí miedo”, comparte. Se le pasó a los 12, cuando ya empezó a encaminarse al trial, una modalidad en el que el ciclista debe completar un circuito con obstáculos minimizando los apoyos con el pie. Ahora se gana la vida “dignamente” con la ayuda de sus patrocinadores, los pagos de las federaciones y los premios de las carreras, tras licenciarse en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. “Soy mi propio entrenador”, presume.
La carrera deportiva de Palau (Calldetenes, 24 años) quedará marcada para siempre por el episodio del verano de 2019. Cuarto en el ranquin mundial, acababa de participar en el Trentino (Italia) en la segunda prueba de la Copa del Mundo. “No me fue especialmente bien”, recuerda. Fue undécimo. Al día siguiente se fue de excursión con dos amigos ciclistas por la montaña –”siempre vamos juntos”- y se adentraron a una cueva. Al salir, apoyó su cuerpo donde no debía: un artefacto de la Primera Guerra Mundial explotó debajo de la piedra donde estaba. “Quedé inconsciente, me reventaron los tímpanos y se incrustó polvo y metralla en los ojos”, rememora.
Le rescató un helicóptero en la montaña y fue trasladado al hospital de Rovereto, donde pasó tres días en coma inducido. Le operaron de la falange y los ojos, y tras estabilizarse le trasladaron a su casa, cerca de Vic. “Fue todo bastante complicado, sufrí una pulmonía por los gases de la explosión”, añade.
La recuperación fue compleja. Requirió cuatro operaciones oculares para eliminar los restos que le quedaron y ha perdido un poco la visión. “Antes veía una neblina permanente, pero ahora puedo hacer vida normal”. Lo peor, dice, son los acúfenos, los pitidos permanentes en los oídos que no cesan desde la explosión. “Oigo un timbre todo el rato y algunos tonos agudos no los capto. Es muy molesto. Existen casos de personas que acaban suicidándose porque no pueden soportarlo más”, resume.
La convalecencia lastró su capacidad atlética. Perdió ocho kilos de masa muscular, esenciales para mantener el equilibrio y arrancar en momentos de tensión sobre la bicicleta. Volvió a montar en 2020 pero sin opciones competitivas y en 2021 ya cogió de nuevo la forma. “No he conseguido recuperar mi nivel hasta este 2022″, señala. Por el camino, el subconsciente le llenaba de preguntas sin respuestas. Hipótesis, fantasías y conjeturas incómodas. “Te cuestionas muchas veces cómo habría evolucionado tu carrera de no haber sufrido el accidente. Lo haces sin querer, el inconsciente te domina”, admite.
Palau ya comparte con naturalidad de su experiencia, pero el proceso de aceptación ha sido sinuoso. “Me costaba mucho hablar de ello, me dolía. Hacía como que si no lo hablaba, el problema no existía”. Se ayudó de profesionales y consiguió ver la parte positiva. “Me di cuenta de que no daba la importancia que se merecía a lo que me rodeaba”. Habla de su familia y de su propio talento deportivo. “Hasta que no te ocurre algo grave, no valoras lo que tienes. Ahora me obligo a hacer actos de consciencia para reconocer todo aquello bueno que tengo conmigo”.
El joven participará este sábado en Ripoll (Girona) en la segunda edición Semana Catalana del Deporte, recuperada por la UFEC tras una primera y única edición celebrada en 1935. “La Semana ha permitido mostrar la riqueza y el potencial de las federaciones deportivas, así como el impacto de las diferentes disciplinas para promover los valores deportivos”, defiende el presidente Gerard Esteva.
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