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MADRES
Crónica
Texto informativo con interpretación

Madres al límite

La periodista Begoña Gómez publica ‘Las abandonadoras’, relatos biográficos de mujeres que han abandonado a sus hijos

Niños
29/12/21 Niños persiguiendo burbujas de jabón en el parque de la Ciutadella, el 29 de diciembre de 2021. [ALBERT GARCIA]Albert Garcia (EL PAÍS)
Ana Pantaleoni

¿Cómo alguien puede pensar en abandonar a su hijo? ¿Cómo alguien puede escribir un libro sobre madres que abandonan a sus hijos? En cuanto a lo segundo, alguien puede: Begoña Gómez Urzaiz, periodista de 41 años. A las madres que abandonan a sus hijos las llama Las abandonadoras y así titula la obra. “Me di cuenta de que me obsesionaba esa idea desde que era niña, me incomodaba esa pregunta”. Una reflexión antes de seguir con la crónica: si el libro vende mucho o se convierte en serie de Netflix, la periodista se podría plantear tener el tercer hijo. Porque la maternidad también es cuestión de dinero, según apunta Gómez. “Yo escribo desde una clase media precarizada. Hay que hablar del dinero y su impacto en la maternidad”.

La autora de Las abandonadoras (Destino) busca dibujar esta realidad a través de relatos biográficos de mujeres madres que viven la maternidad al límite. Gente como Mercè Rodoreda, Doris Lessing y Gala Dalí. Rodoreda, por ejemplo, se casó con su tío carnal. Tuvo un hijo. Se separó. “Es una historia impactante. Ella se fue al exilio y no se llevó al niño. Para ella, la guerra fue una oportunidad de dejar atrás su matrimonio roto. Después es una historia oscurísima. Según Anna Murià, ella dijo de su propio hijo al nacer: ‘Tant de bó es morís’. Es una historia muy dura”, explica Gómez. Mercè Ibarz, autora de Retrat de Mercè Rodoreda (Empúries), asegura que en su libro no juzga a la escritora Rodoreda: “Insisto en que no sabemos gran cosa de la generación de hijos como el suyo. Hablar de la maternidad en términos no convencionales, por lo que veo, cuesta mucho. Pere Calders dejó un hijo. Armand Obiols, una hija, pero de ellos no se habla ni se investiga”. Y ahí está también la clave. Este texto se centra solo en las mujeres, porque no habría caracteres suficientes si nos centráramos en los padres. Famosos o no. “La inmensa mayoría de mujeres que se tienen que separar de sus hijos lo hacen sencillamente por dinero. Nos rodean, están por todas partes y tienen historias muy importantes”.

No pienso en escritoras ni en mujeres de otro tiempo cuando leo el libro de Gómez. El primer caso que conocí, y ahí reconozco que durante la infancia (y después) consumí revistas del corazón, es el de Carmen Martínez-Bordiú, la nietísima. Se enamoró de otro hombre, el anticuario francés Jean Marie Rossi, y se fue a París dejando a sus hijos en Madrid. En las infinitas apariciones en medios, ella siempre negó el abandono: “Luché por la custodia compartida porque tenía dos hijos. Antes no daban la custodia a la madre si tenías dos hijos, si hubieran sido chicas me la hubieran dado a mí”. Mujeres famosas juzgadas alegremente por opinadores y tertulianos caseros. Y también, en demasiadas ocasiones, por otras mujeres. El caso de Kate McCann, la madre de Madeleine McCann: “Víctima durante muchos años del mismo prejuicio: se escribieron artículos sobre el hecho de que se cambiaba demasiado de ropa y se ponía coleteros de colores en el pelo mientras buscaba a su hija desaparecida”, subraya Gómez.

Existe la manía creciente de etiquetar a las madres: la helicóptero, la leopardo, la tigre; simplemente son formas de afrontar la maternidad. Gómez se hace otras preguntas: ¿Por qué da tanto miedo la idea de que una madre, durante un rato, quiera hacer que no lo es? El libro está marcado por la profesión de la narradora, el periodismo. “Es una profesión igual de complicada que otras para ser madre, pero es la mía y hablo de ella. Es sorprendente que, para ser una profesión tan feminizada, la maternidad esté tan penalizada y que, muchas veces, no exista. La primera vez que llegué a una redacción me di cuenta de que allí todos los hombres tenían hijos y las mujeres no y, es más, no los iban a tener. Nadie había pedido nunca una baja maternal. Porque para tener hijos te ibas. Los hombres sí tenían hijos, pero nadie sabía dónde estaban, nadie los veía, hijos que alguien estaba criando en algún lugar. Cuando yo tenía un niño enfermo nunca lo decía, buscaba otras excusas antes de reconocer que el bebé estaba a 40 de fiebre. No quería que me vieran como una madre, una madre devalúa”. Lo afirma tajante. Lo reafirma. Aunque se lo discuto. Gómez asegura que con el segundo hijo se acaba la posibilidad de engaño. “Con dos hijos, el mundo te percibe como una madre sin remedio”.

Le pregunto si ella cree que es mejor madre que su madre. “Somos más neuróticas, más autointerrogadoras, más cansadas, lo estamos viviendo con más angustia, hemos pensado más en ello, ellas no pensaban tanto y actuaban”. El debate se abre en la redacción. Rebeca Carranco, periodista de EL PAÍS y que acaba de tener una niña, asegura: “Somos mejores madres en la medida de que no somos exclusivamente madres, como al menos mi madre se vio obligada a ser, sin que eso la llenara. Y ese tipo de cosas se notan y sin querer lo transmitimos a nuestros hijos. Quizá por egoísmo pienso que cuanto más felices seamos nosotras más felices serán nuestros hijos. Y hoy, por suerte, la mujer es mucho más libre de elegir la vida que quiere”. Y mientras tanto, yo pienso en silencio: “Ojalá que sea la mitad de buena madre que la mía”.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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