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Isidre Manils, el pintor que desdibuja para crear

Can Framis de Barcelona expone el trabajo realizado en los últimos diez años por este artista de mirada cinematográfica

José Ángel Montañés
Las 60 piezas de la obra 'Dibujos' realizadas entre 2018 y 2021 por Manils que pueden verse por primera vez.
Las 60 piezas de la obra 'Dibujos' realizadas entre 2018 y 2021 por Manils que pueden verse por primera vez.Europa Press

Hay artistas que queman sus obras, como hizo Joan Miró con un grupo de pintura que creó a mitad de los años setenta y que presentó en la exposición individual del Grand Palais de París de 1974, en una panorámica de lo que él entendía como antipintura. Algo de esto tienen algunas de las obras que realiza Isidre Manils (Mollet del Vallès, 73 años); las que crea a partir de manchar el soporte con el intenso grafito de Siberia que luego, con gomas de diferentes tamaños y formas (como si fuera un lápiz o un pincel) va eliminando hasta obtener el dibujo haciendo aflorar rostros, puertas, cabellos y misteriosos objetos que parecen flotar y por lo que más que pintar, Manils desdibuja. Igual que cuando en una sala oscura las imágenes proyectadas sobre una pantalla acaban teniendo vida. Manils lo explica cuando dice de su obra: “Dibujo con la luz”.

Y es que la luz y las sombras tienen mucho que ver con la mirada cinematográfica de este pintor y profesor marcado por una infancia en la que su abuelo era propietario del cine Ateneo de Mollet, situado en un local adosado a la vivienda familia; una relación intensa y una mirada que están presentes en casi toda la producción artística de este artista ausente de la mayoría de museos catalanes, pero que lleva exponiendo, de forma individual o colectiva, desde mitad de los años sesenta.

Dos de las obras de Manils de la serie 'Croma' que requiere gafas de 3D.

Uno de los centros que si tiene obras suyas es la Fundación Vila-Casas. A su obra reciente, la creada en los últimos diez años, le dedica Can Framis, uno de los centros culturales de esta fundación privada del mecenas Antoni Vila Casas, que no niega la admiración que ha sentido siempre por Manils, como demuestra que en 2006 ya le dedicó otra exposición. Ahora, en Fora de camp (hasta el 15 de mayo) pueden verse una veintena de sus obras, entre ellas cinco enormes creadas con el grafito de Siberia sobre papel, pero también una serie formada por 60 dibujos de menor tamaño “pero en la que está presente toda su iconografía”, señala la comisaria de la muestra y asesora de arte de la fundación, Natalia Chocarro. En todos ellos aparecen misteriosos rostros, quizá espectros, que parecen mirar al visitante desde el otro lado del papel, además de manos femeninas de sensuales uñas pintadas y otros objetos, misteriosos también.

El título de la muestra tiene que ver, según Chocarro, con la obra de Manils en la que se “desvela y oculta, se cubren y se descubren formas”. Como en la serie Palimpsestos, realizadas a partir de las imágenes de las revistas de lujos que el artista modifica y enriquece con nuevos elementos.

Otra de las series es la llamada Acoplamientos en la que el pintor une dos elementos que no tienen nada que ver, pero que juntos acaban encontrando una coherencia visual. “Para mí son inseparables e invitan al espectador a crear una tercera historia”, apunta el artista.

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El pintor Isidre Manils, en una fotografía de la Fundación Vila Casas.
El pintor Isidre Manils, en una fotografía de la Fundación Vila Casas.

Autor de un lenguaje propio en continua evolución, entre la pintura y la no pintura y el cine, “que son las dos grandes artes de la mirada”, en la muestra puede verse también la serie Croma en la que explora las imágenes tridimensionales en las que mezcla colores fríos y cálidos; consiguiendo un efecto 3D, en relieve, con ayuda de unas gafas. Sin ellas las pinturas aparecen planas, sin que se percibe la fina pincelada del artista. “Me obsesiona que no quede ningún grosor de materia”, aclara cuando observa cómo te acercas para verlas de cerca. ¡Si Tàpies, el pintor de la materia, levantara la cabeza!

El interés por lo cinematográfico ha acabado aflorando en la primera de las obras expuestas, una pintura en movimiento de 91 metros (que se llama así: 91 metros) que se proyecta sobre una pantalla durante casi dos horas de forma lenta. Es el resultado de los recortes que, durante ocho años y sin intención ninguna, el artista ha realizado de revistas y publicaciones de moda que había en su estudio. Han acabado siendo un enorme filme, que pasa lentamente, como esos que veía en la Filmoteca durante años. Esta pelicular película también puede verse en un visor creado por Josep Andrés y Antoni Marqués.

La última pieza de la exposición es también una película, en este caso un trabajo de Pol Penas que hace una traslación de la pintura de Manils al lenguaje audiovisual, haciendo que la exposición de este artista sea redonda.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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