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ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Liceo pierde la partida con ‘La dama de picas’

La extraordinaria ópera de Chaikovski naufraga sin pasión vocal ni fuerza dramática

El tenor Yusif Eyvazov y la soprano Lianna Haroutounian durante el ensayo general de 'La dama de picas'.
El tenor Yusif Eyvazov y la soprano Lianna Haroutounian durante el ensayo general de 'La dama de picas'.Enric Fontcuberta (EL PAÍS)

Definitivamente, La dama de picas no tiene la suerte que merece en el Liceo. Por cuarta vez en tres décadas, ofrecen el montaje firmado por el director de escena flamenco Gilbert Deflo, estrenado en 1992, bajo la dirección del entonces muy joven y poco conocido director ruso Kirill Petrenko, hoy en la cumbre como titular de la Filarmónica de Berlín. Y en cada reposición —la última en 2010, con la sonada cancelación de Plácido Domingo—, obtienen peores resultados. Sin pasión ni fuerza dramática en el foso, ni grandes voces, la extraordinaria ópera de Piotr Yllich Chaikovski naufraga ahora bajo la gris e irregular dirección del alemán Dmitri Jurowski en una apagada representación que no está a la altura de la inspiración melódica y la fuerza dramática del compositor ruso.

Muchas butacas vacías, ambiente frío y aplausos de cortesía para una reposición —diez funciones hasta el 11 de febrero— del tradicional y vistoso montaje, que cuenta con el tenor de Azerbaiyán Yusif Eyvazov, marido de la superdiva rusa Anna Netrebko, en su debut escénico en el Liceo y afrontando su primer Hermann: no pasó de discreto al frente de un reparto en el que destacó por su bella y lírica voz la soprano armenia Lianna Haroutounian, que ha asumido el papel de Lisa tras la cancelación por motivos de duelo familiar de Sondra Radvanovsky.

Hermann, personaje de gran fuerza dramática considerado como el Otello ruso, es el protagoniza de esta gran ópera de atmósfera romántica y agitadas emociones, estrenada en 1890 en el Teatro Mariinski de San Petersbugo, con libreto de Modest Chaikovski, hermano del compositor, basado en el cuento homónimo de Pushkin. Pikovaya Dama es la historia de una obsesión de final trágico, el descenso a los infiernos de un ludópata capaz de sacrificarlo todo, incluso su amor por la desdichada Lisa, por conocer las tres cartas que aseguran el triunfo en el juego, secreto guardado por una anciana y siniestra condesa, abuela de Lisa, que lleva consigo una funesta maldición.

Ha vuelto a perder la partida el Liceo con esta hermosa ópera bañada por la inspiración melódica y el hondo sentido dramático de Chaikovski; un volcán de emociones con una orquestación suntuosa plagada de exquisitos detalles. Pero faltó tensión y vida teatral en la desequilibrada dirección de Jurowski, al frente de una orquesta en horas bajas, con muchas sustituciones de músicos afectados por la ola de ómicron, y un coro que solo tuvo el fuste adecuado en la partida final de cartas. Cantar con mascarilla también pasó factura a las voces del Cor Infantil Veus-Amics de la Unió de Granollers.

Hermann exige carisma, voz sólida y temperamento. El tenor que afronta el reto debe mostrar la “locura en la mirada” e impresionar hasta cuando no canta —asombra, por cierto, la facilidad con que este oficial bebedor y sin dinero se cuela en los dormitorios de damas de alcurnia— con una presencia determinante en todos los actos. A Eyvazov el papel le viene grande. De timbre ingrato y corta expresividad, lo fía todo al brillo intermitente de sus agudos y como actor es muy limitado. Se entrega a fondo, pero eso no basta en un papel de tal envergadura.

A gran nivel la Lisa de Lianna Haroutounian, de acentos conmovedores y gran lirismo, y muy bien cantada, sin histrionismos, la condesa de Elena Zaremba en su gran escena con el tenor, la más lograda de la ópera por su escalofriante tensión. Frente al sonoro Tomski del bajo-barítono polaco Lukaz Golinski, el barítono ruso Rodion Pogossov fue un flojo Príncipe Yeletsky. A buen nivel el tenor catalán David Alegret (Chekalinski), el bajo búlgaro Ivo Stanchev (Surin) y la soprano argentina Mercedes Gancedo (Prilepa). Las mezzosopranos catalanas Mireia Pintó y Gemma Coma-Alabert, el tenor mallorquín Antoni Lliteres y el tenor catalán Marc Sala completaron el reparto con solvencia.

La tradicional concepción teatral recrea con acierto la atmósfera romántica, pero la irrelevante dirección de actores deja a su aire la gestualidad de los cantantes. El lujo de los decorados y el vestuario de William Orlandi y la poética iluminación de Albert Faura son la mejor baza de un montaje concebido para el antiguo Liceo, con cambios de cuadros y dos largos descansos que alargan de forma tediosa la función hasta las cuatro horas cuando la obra dura menos de tres. Vamos, que está pidiendo a gritos la jubilación.

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