Evitar el ‘burnout’ sanitario
Tan importante es conseguir reducir las listas de espera como el cuidar a sus profesionales
Seguramente en los últimos meses habrán visto algún mensaje en redes sociales de médicos y enfermeras anunciando que finalmente dejan su profesión. En un articulo que publiqué en el otoño de 2020, tras las primeras olas de la pandemia del coronavirus alertaba del peligro que suponía el síndrome burnout entre profesionales sanitarios, y cómo si no se tomaban medidas podía suponer un grave problema para el sistema de salud, y en consecuencia para los ciudadanos.
Estamos en enero de 2022 en plena sexta ola (séptima en Lleida), leyendo diariamente renuncias en medicina o enfermería. Estos casos son difundidos y ampliados, pero tienen poca repercusión. Más allá de contribuir a nuestro desasosiego y aumentar el descrédito de la profesión.
Y no se trata solo de un lamento de un grupo de profesionales, ni una demanda de aumento de retribuciones para los sanitarios peor pagados de Europa. Porque casi por cada renuncia hay ideas para mejorar, para fortalecer la atención primaria, consolidar lo bueno que nos ha traído la pandemia o para empoderar a los pacientes.
¿Por qué nos quemamos? Porque no nos dejan hacer de médicos o no hay tiempo para cuidar a nuestros pacientes. La multitud de tareas no asistenciales colapsa las agendas. Y nuestro sistema diezmado por años de recortes no da más de si. Tampoco es algo que pueda corregirse en 18 meses, pero sí que hay medidas que podrían cambiar la tendencia.
El burnout es multifactorial, y es evidente que la resiliencia de cada uno es fundamental para permanecer en equilibrio entre lo que esperamos de nuestro trabajo y sus recompensas, con lo que se nos exige y estresa. Pero parece claro que en estos momentos los estresantes externos están decantando de forma excesiva esa balanza. Porque cuidar de los demás estresa, y mucho. Y alegando que tenemos profesionales “quemados” perpetuamos un sistema que no nos trata correctamente. No se pueden permitir actitudes y directrices que siguen contribuyendo a ese burnout y que se asumen, aún hoy, como normales.
Empezamos a observar burnout y ansiedad entre los estudiantes en las facultades. En jóvenes que deberían estar deseosos de ejercer y de hacer realidad su sueño. Porque nuestras profesiones tienen un componente muy humano, que la ciencia eclipsa. Y las escogen alumnos brillantes que deben pasarse prácticamente el bachillerato encerrados estudiando para obtener buenas notas y conseguir entrar en la facultad. Y una vez dentro se topan con una profesión estresante y exigente.
Quizás deberíamos plantearnos una admisión distinta para estas facultades en el que no solo sean importante los méritos académicos sino si tocan algún instrumento, hacen teatro o están implicados en alguna entidad social de su ciudad.
Hay que poner remedio para evitar que aquellos profesionales que aún no se han quemado lo hagan, y ayudar a los que no ven la luz profesional. Es el deber que tiene el sistema. Porque los indicadores de la calidad asistencial no se resientan. ¿Es realmente necesario esperar un empeoramiento de la calidad para tomar medidas?
Tan importante es conseguir reducir listas de espera como el cuidar a sus profesionales. No hay otra opción si queremos salvar nuestro sistema de salud del colapso. Del de verdad.
Oriol Yuguero es médico de urgencias del Hospital Arnau Vilanova de Lleida.
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