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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿De qué decadencia hablamos?

Ciertos sectores han lanzado esta palabra como banderín de enganche, como ejercicio de comunicación política para ganar buscando asociar al rival con una idea: Barcelona está en decadencia

Elsa Artadi alcaldia Barcelona
Elsa Artadi en el acto de presentación de su proyecto para la alcaldía de Barcelona, en octubre.Carles Ribas (EL PAÍS)
Jordi Mir

La idea de decadencia fascina y lo hace desde hace mucho, con obras que han influenciado nuestro mundo contemporáneo como La decadencia de Occidente de Oswald Splenger (1918). En el debate sobre Barcelona, hace ya meses que desde determinados sectores se lanzó esta palabra como banderín de enganche, como idea fuerza a seguir: Barcelona está en decadencia.

Elsa Artadi comenzó a utilizar esta expresión de manera sistemática para referirse a Barcelona durante la campaña electoral de las elecciones a la Generalitat del 14 de febrero de 2021. La reactivó cuando quedó claro que no entraría en el Gobierno catalán y que se iba a centrar en las elecciones municipales de 2023. A partir de finales de mayo, y desde entonces, no ha dejado de criticar la gestión del gobierno municipal asociándolo a ser la causa de la decadencia de la ciudad.

Después de las vacaciones estivales, Artadi lanzaba este mensaje: “[La alcaldesa de Barcelona Ada] Colau ha liderado el ‘no’ al aeropuerto”. Porque no era un “sí a La Ricarda”; era un “no” al desarrollo económico. “No” al progreso de la ciudad. Seguir con la decadencia. “Y esto lo vemos todos los días con la pasividad de [Jaume] Collboni y el PSC que permiten esta degradación”. La no ampliación del aeropuerto como decadencia. Era una manera de concretar la decadencia de la ciudad que está denunciando e intervenir en el primer gran debate del curso político.

Este pasado sábado 6 de noviembre, Artadi insistía en un artículo en el diario Ara en otros elementos de esta decadencia que denuncia: triste, provinciana, sucia, peligrosa y sin futuro… Lo hacía respondiendo a un artículo del regidor de los comunes Jordi Martí publicado días antes dedicado a la decadencia de las élites.

Es muy legítima la iniciativa de Artadi, o de quien sea, de querer tener este protagonismo y aglutinar las diferentes sensibilidades a las que apela. La crítica es muy legítima y necesaria, es una obviedad recordarlo. Pero convendría preguntase de qué decadencia hablamos. Para un honesto y riguroso debate sobre la decadencia de Barcelona o de lo que sea, convendría, a mi parecer, acordar qué es decadencia y qué no. A lo que asistimos por ahora es a un ejercicio de comunicación política diseñado para ganar buscando asociar al rival con la idea de decadencia.

De entrada, deberíamos tratar con honestidad y rigor los datos que sustentan nuestros análisis. Se asocia Barcelona con delincuencia, pero los datos ofrecidos por la Generalitat y el Ayuntamiento no es lo que dicen. Tampoco los datos que tenemos sobre la valoración del apoyo de la ciudadanía de Barcelona al gobierno municipal concuerdan con relatos que se crean.

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Se habla del provincianismo de la ciudad y son diferentes las evidencias que pueden hacer pensar en lo contrario. Reconocimientos internacionales a proyectos municipales para responder a la emergencia climática, como los que estos días se ven en la cumbre COP26 en Glasgow. Iniciativas surgidas de la misma ciudad para trabajar internacionalmente con proyectos que considera esenciales para el futuro. Una buena muestra de ello se pudo ver en las jornadas Superilla Barcelona. La ciudad después de la covid, y que convendría recuperar y potenciar pensando en qué nos puede ayudar a tener los debates urgentes que necesitamos como ciudad y como especie. ¿Es decadencia querer ampliar el aeropuerto o lo es no hacerlo? ¿Lo que llamábamos o llamamos crecimiento y que nos ha conducido hasta esta crisis climática lo podemos continuar considerando así? Debates esenciales de presente, lo son aquí y lo son internacionalmente.

El gobierno denuncia la emergencia habitacional y busca diferentes políticas para hacerle frente. Hace pocos días se presentó el operador Habitatge Metròpolis Barcelona (HMB) para la construcción de vivienda asequible. Ha querido poner el foco en las personas que no pueden acceder al dentista por su situación económica con el dentista municipal o en las personas que tienen problemas para cuidar a sus hijos e hijas con el canguro municipal. ¿Suficiente? No, necesitamos más. Pero no imagino mayor decadencia para una sociedad que negar estas realidades y no trabajar para revertirlas.

Convendría pasar del relato de la decadencia al debate y que con honestidad todas las partes estén dispuestas a asumir su responsabilidad en las crisis que vivimos. Cuesta imaginar qué nos aportará como sociedad la palabra decadencia cuando tiene una clara intención partidista, se podría considerar muy decadente este uso de la palabra. Preferiría pensar en lo que tenemos por hacer conjuntamente, en el auge que surgirá del debate y no del relato.

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