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Rusia-Cataluña: cortejo a la sombra del ‘procés’

El entorno de Puigdemont se acercó al poder ruso tras el interés mostrado por el Kremlin en el conflicto catalán desde 2017

Jesús García Bueno
Josep Lluís Alay
Josep Lluís Alay, jefe de la oficina de Carles Puigdemont, junto al expresidente catalán, en un acto en Berlín.FELIPE TRUEBA (EL PAÍS)

Cataluña y Rusia han mantenido en los últimos años un cortejo desigual, intermitente y clandestino. El proceso independentista despertó un súbito interés mutuo. Personas externas al Gobierno, pero muy cercanas al poder, mantuvieron contactos, tanto en Barcelona como en Moscú. Aunque niega injerencias, el Kremlin dio el primer paso. Atento a los signos de debilidad de la UE, se interesó por el conflicto catalán a través de sus instrumentos de diplomacia pública. La Generalitat, pese a su avidez de reconocimiento internacional a la causa, intentó no dejarse querer y se ha desmarcado de la llamada “trama rusa” del procés, liderada sobre todo por el entorno del expresidente Carles Puigdemont.

Las relaciones, que han emergido gracias a investigaciones judiciales en Barcelona y Madrid, han conocido dos fases.

En el otoño de 2017, la Generalitat de Puigdemont y Oriol Junqueras redobló su desafío al Gobierno con la convocatoria del referéndum ilegal del 1-O. En fechas cercanas a la consulta, agentes de un grupo de élite de la inteligencia rusa (la Unidad 29155) se desplazaron presuntamente a Cataluña. Se ignora con qué objetivo. Las actividades de esa unidad de espías, vinculada a maniobras de desestabilización en Europa, fueron investigadas por la Audiencia Nacional, que archivó el caso por falta de indicios de delito: la policía no pudo aportar pistas sólidas, más allá de las declaraciones de un confidente.

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El Gobierno catalán, mientras tanto, ansiaba el apoyo de las cancillerías al proyecto secesionista. Era la culminación de años de trabajo de una maquinaria diplomática paralela y ahora investigada: el Tribunal de Cuentas reclama 5,4 millones de euros a dirigentes independentistas por desviar fondos públicos para promover el procés. En ese contexto, hubo contactos informales con personas presuntamente ligadas al Estado ruso. “Pero no solo con Rusia. Se buscó el reconocimiento de todo el que lo quisiera prestar. De Estados Unidos. De Israel. De países europeos”, cuenta un excargo de una formación independentista.

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Los líderes de la “acción exterior” del Govern aseguran que se resistieron al regalo envenenado. “Percibimos un interés del Gobierno ruso por utilizar a Cataluña de forma espuria y atacar a la UE. Ya se habían acercado al movimiento independentista de Escocia. Les cerramos la puerta”, cuenta uno de sus responsables hasta 2017. Al margen de las actividades ignoradas de los servicios secretos, el Govern percibió un acercamiento creciente del soft power ruso (medios de comunicación, fundaciones, think tanks) para hablar del conflicto en Cataluña. “Russia Today [una cadena de televisión respaldada por el Kremlin] nos perseguía para entrevistarnos. Dijimos muchas veces que no. Con Rusia no has de tener contacto alguno, el beneficio es mínimo. Nuestro proyecto es europeo”, explica esta fuente.

Los contactos con Rusia quedaron en manos de activistas con ascendencia sobre el Ejecutivo autónomo, pero ajenos a la administración. Como Víctor Terradellas, independentista bien conectado que fue responsable de relaciones internacionales de Convergència. “Cuando estuvo en el poder en Cataluña, Convergència labró una extensa red de contactos, sobre todo en el bloque liberal europeo”, explica un ex alto cargo.

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Las andanzas de Terradellas se conocen por su implicación en el supuesto desvío de fondos de la Diputación de Barcelona a una fundación que dirigía, Catmón. El juez intervino su teléfono y dio con jugosas conversaciones sobre el procés. El 24 de octubre de 2017 —días antes de la fallida declaración de independencia— el jefe de un supuesto grupo ruso creado “en la época de Gorbachov” ofreció presuntamente “10.000 soldados y pagar toda la deuda catalana” si Puigdemont hacía efectiva la secesión. Así lo contó por teléfono Terradellas, que en esos días presionó al presidente catalán para aguardar un supuesto apoyo ruso que nunca llegó. En mayo de 2018, Terradellas debía viajar a Rusia para reunirse con ese grupo y crear una plataforma de criptomonedas que daría estabilidad financiera al Govern. Fue detenido unos días antes.

Dos ceros más

Cuando salió a la luz en octubre de 2020 en el sumario del caso Voloh, la alusión a los soldados fue objeto de mofa. La Embajada rusa en España ironizó: “Hace falta añadir dos ceros al número de soldados”. También Oriol Junqueras lo consideró “ridículo” y llamó a Terradellas “ingenuo”. En 2017, según un informe de la Guardia Civil, el empresario Oriol Soler (cercano a ERC) se desplazó a San Petersburgo como parte de una gira internacional para dar a conocer el procés. Los documentos analizados por este diario, sin embargo, indican que se trató de un viaje familiar sin ninguna finalidad política.

Tras el fracaso a la independencia, el cortejo ruso-catalán se trasladó a Waterloo. Entre 2019 y 2020, el jefe de la oficina de Puigdemont, Josep Lluís Alay, mantuvo reuniones con personas influyentes y cercanas al Kremlin, en Barcelona y Moscú. “Los encuentros que he tenido en Moscú han sido siempre a nivel comunicativo o académico”, cuenta Alay. De la mano de su amigo el empresario Alexander Dmitrenko —al que España ha negado la nacionalidad porque “recibe misiones de los servicios de inteligencia rusos”—, Alay ha admitido a The New York Times que mantuvo reuniones con al menos tres personas: un responsable de seguridad del Kremlin, el hijo de un asesor de Vladímir Putin y un periodista que más tarde fue nombrado alto cargo de relaciones culturales del Gobierno, Eugeni Primakov. “La razón era conversar sobre la actualidad política y hacer una entrevista a Puigdemont para el programa ruso que él presentaba. Se hizo y se emitió”, afirma a este diario.

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Las conversaciones de Alay en el caso Voloh —como Terradellas o Soler, él también es uno de los investigados— revelan su alegría por el nombramiento de Primakov: “Algunos dicen que tiene más poder que el ministro de Asuntos Exteriores. Necesitábamos oxígeno en Moscú”, escribe a su abogado, Gonzalo Boye. Alay le sugiere que Puigdemont mantenga una actitud distante sobre ciertos asuntos que pueden molestar a Putin. “Hay un triángulo ahora clave. Belarus-Snowden-Navalny. Y no podemos equivocarnos (...) Le hecho una reflexión [al expresidente] de que el momento en Moscú es muy complicado”.

Preguntado por su influencia sobre Puigdemont, Alay contesta que organiza sus visitas al extranjero y sus contactos con medios internacionales. “Tengo el peso que el presidente quiere y considera oportuno”. El jefe de la oficina sostiene que no hay nada ilegal en sus contactos y que Rusia es un actor más en la escena internacional. “Como muchos países, Rusia se ha interesado por el conflicto catalán. Y nosotros no podemos dejar de hablar con los países que tengan interés en Cataluña”.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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