Todo termina sabiéndose
Conocemos mucho de la cara pública y amable del ‘procés’ y poco o nada de los escenarios, las estrategias y la organización jerárquica del movimiento
La frase es de un veterano periodista y director de periódicos y ha sido utilizada no pocas veces, incluso por un novelista, como muestra de confianza en el camino ineluctable de la verdad. Como Lluís Foix, que es quien la formuló, yo también creo que terminaremos sabiéndolo todo de estos últimos diez años del proceso independentista, una historia de la que a estas alturas tengo la impresión de que apenas conocemos más que la punta del iceberg.
No es una impresión nueva. Desde que empezó el proceso independentista tengo la sensación de que nos encontramos ante un fenómeno de doble cara, que no puede explicarse ni como la mera expresión espontánea de una voluntad popular ni como fruto de una oscura conspiración. Por una parte, cabe poca discusión sobre las condiciones objetivas en cuanto a disposición de una gran parte de la opinión pública catalana, perfectamente preparada para hacer suyas y movilizarse tras las demandas independentistas. Por la otra, tampoco hay muchas dudas sobre la existencia de una planificación y un cálculo profesionalizados, alrededor de un núcleo director, en buena parte clandestino, que estudió y preparó todos los escenarios y luego ha conducido el proceso e ido tomando las decisiones estratégicas a lo largo de los años.
Si hay alguien con trayectoria y perfil para coordinar el independentismo, este es David MadíSi hay alguien con trayectoria y perfil para coordinar el independentismo, este es David Madí
La impresión de que solo se nos ha contado la cara pública y amable de la historia me quedó corroborada por la extraña entrevista concedida por David Madí al programa FAQS de TV3 el pasado 17 de julio, y especialmente por la reiterada respuesta del político y empresario a algunas de las preguntas más comprometidas. “Hay preguntas que son difíciles de hacer e incómodas y más difíciles todavía de contestar en este país porque tienen consecuencias”, dijo en cada ocasión en que se le inquirió por su papel en el proceso independentista. La entrevista en exclusiva de TV3 en horario tan destacado, con un personaje que ha permanecido en un segundo plano toda la pasada década, solo puede explicarse por las necesidades de su defensa judicial ante los procesos abiertos o por abrir en los que pueda estar implicado. >A juzgar por las preguntas de la conductora del programa, Cristina Puig, hay quien sospecha que Madí ha sido el director del proceso independentista, el hombre que ha movido los hilos desde la sombra, el que dirigió el Tsunami Democrático con la ya célebre ocupación del aeropuerto e incluso, documentado por abundante bibliografía, y el que ha tomado decisiones cruciales como el nombramiento de Carles Puigdemont y después de Quim Torra. No se conocen pruebas con valor judicial, pero es difícil deducir de la entrevista en el FAQS que se trate de meras especulaciones y rumores, a juzgar por el especial estilo del personaje, entre provocador y sibilino, capaz de decir una cosa y demostrar con gestos y su sonrisa maquiavélica que cree la contraria.
Desconocemos el organigrama, las estrategias alternativas, las fuentes de financiación y los escenarios de los desenlaces previsibles, pero si alguien los conoce lo más probable es que la autoridad competente en la materia sea Madí. Su argumento en favor de la discreción, la ambigüedad e incluso el silencio, tan difícil para quien tiene vocación pública de gran estratega, aunque siempre en la penumbra, tienen todo el sentido. Madí desmintió buena parte de las teorías judiciales y políticas que signifiquen atenuación o exculpación. Querían realmente la independencia, no la negociación. Para decir que siguen queriéndola y persistirán en su proyecto escogió palabras menos solemnes pero más expresivas: la película no ha terminado, es una sesión continua, otra forma de decir que seguirán.
El objetivo, según Madí expresó con una metáfora en TV3, era y sigue siendo la independencia, no dialogarEl objetivo, según Madí expresó con una metáfora en TV3, era y sigue siendo la independencia, no dialogar
El territorio en el que transita es ciertamente pantanoso. Pagan los que han dado la cara y quedan resguardados los que han dirigido el asunto e incluso han sacado beneficios. Aunque no quieran reconocerlo y Madí nos prometa un festival cinematográfico infinito, ha fracasado el escenario apetecido, la independencia, y ha sucedido porque enfrente había un Estado, una compleja institución enraizada en la historia que tiene como primera y principal misión seguir preservando su propia existencia y por eso es tan difícil de crear y de destruir.
Hemos pasado al segundo escenario, que es el de la negociación. Aunque demasiado tarde ya, con enorme cansancio y cambios incipientes y desfavorables en la correlación de fuerzas. Sin la mitad de los catalanes, con la amenaza conservadora en Madrid. Con pandemia y reconstrucción económica europea. Podría pasar por victoria una sencilla recuperación del naufragio del Estatut del 2006, y lo será sin duda para el conjunto de España y también de Cataluña, pero para el nosaltres sols posmoderno y liberal, el partido de Madí, será una derrota.
Queda el tercer escenario. Que todo fracase. Que naufrague la mesa de diálogo. Que se tensen e incluso rompan las difíciles alianzas. Que Vox se prepare para contar con ministros en Madrid. Sería la derrota total, la salida más apetecible para los partidarios de “cuanto peor, mejor”, la película estelar prevista en la sesión continua de Madí. Y volver a empezar, todos advertidos y por tanto resabiados. Es decir, cuanto peor, peor, empezando por las relaciones entre catalanes y terminando por los efectos destructivos sobre la catalanidad, el catalanismo y Cataluña.
Nada sabremos por el momento de todo esto. Nadie asumirá responsabilidades ni explicará la verdad mientras estén abiertas las carpetas judiciales. Podría saberse pronto si el escenario más favorable, el del diálogo, el pacto y la reforma del tipo que sea, estatutaria, constitucional, fuera refrendada por todos y se decidiera alguna forma de olvido para los auténticos dirigentes del Gran Disparate. En caso contrario, habrá que esperar a la prescripción, quince años para la sedición y veinte para la rebelión. Con suerte y vida, también David Madí, y algunos otros sospechosos habituales que han formado parte del estado mayor dentro del estado mayor, escribirán su libro de viejos excombatientes, en el que lo contarán todo, y los que queden entonces lo leerán. Espero ser uno de ellos.
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