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Muere el marqués e ingeniero José Antonio Torroja, padre de Ana Torroja, a los 88 años

“Era un hombre apacible, alegre y divertido, de trato cercano”, le recuerda uno de sus alumnos

Padre Ana Torroja
A la izquierda, el ingeniero José Antonio Torroja en una fotografía de 2007; a la derecha su hija Ana Torroja en 2019.EFE/GTRESONLINE
Manuel Reventós
Barcelona -

En la muerte del ingeniero de caminos J. A. Torroja Cavanillas oso dedicarle unas líneas, en el recuerdo. Torroja fue un hombre e ingeniero notables y el primer director de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Barcelona, donde dejó su impronta. A pesar de que era conocido por ser hijo de su padre, Eduardo, también ingeniero, con el dudoso honor de ser uno de los pocos intelectuales españoles de fama mundial que apoyó el levantamiento militar del 36 y por ser padre de su hija, Ana, vocalista de Mecano, él asumía esta doble condición con una sonrisa.

La Escuela inició su actividad en el curso 73-74; Torroja fue el hombre encargado de impulsarla y de que la caverna local del oficio no acaparara las cátedras que ya se estaban repartiendo. El clima de la Escuela cuando llegué, en el curso 74-75, era muy curioso y atractivo; la apuesta de Torroja fue crear un cuerpo de profesorado mayoritariamente joven, con estudios en el extranjero, que tenía una característica fundamental que le daba mucho dinamismo, prácticamente todo el mundo estaba contratado, no había funcionariado académico, solo Torroja y el subdirector, E. Garbayo, jefe del potente departamento de matemáticas, que batallaba el día a día. El general todavía estaba vivo, pero la transformación estaba en marcha. En las semanas culturales participaban J.V. Estellés, J. Mosterín, J. Goytisolo, ... ; J.A. Fernández Ordóñez nos dejaba embelesados con su visión del ingeniero y de los puentes; en la pista de baloncesto escuchamos (bailoteo incluido) la Nueva Trova Cubana, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, ... Vistos en perspectiva se producían hechos insólitos, ¡los alumnos teníamos voz, y voto! en la comisión de contratación del profesorado; yo mismo formé parte.

José Antonio era un hombre afable, alegre y divertido, de trato cercano; un ejemplo: recuerdo el día en el que, reunidos en su despacho con los otros delegados estudiantiles, C. Conill y F. Labarta, entró su secretaria, Sara, toda una institución en la Escuela, exclamando “¡Podría haber dicho algo!”, dejándonos a todos perplejos nos mostró el diario donde se anunciaba su candidatura al Senado en las listas de la UCD por Barcelona en las primeras elecciones democráticas; él fue el primer sorprendido, nos confesó que no sabía nada.

Otro. El puente de Ascó sobre el Ebro se construyó para los planes de evacuación y para el suministro de la central nuclear, teniendo en cuenta las cargas que tenían que pasar. Cuando el convoy que llevaba el alternador llegó al borde del puente, el camionero vio que no había ninguna actuación específica como en el resto de los puentes del itinerario, todos reforzados especialmente para su paso; el hombre se negó a pasar por encima. La única manera de convencerlo fue que J.M. Alonso, jefe de Vías y Obras de la Diputación de Tarragona y José Antonio, autor del proyecto, cogidos de la mano, lo cruzaran andando delante suyo y a pocos metros.

Deja una obra construida extensa, destacan los puentes sobre el Miño y el Andarax, el de San Pedro de la Ribera, el de Róntegui, el de Tamaraceite y, en Cataluña, los puentes de Molins de Rei sobre el Llobregat (de 125 metros de luz, récord catalán entre 1972 y 1989, empatado con el de Amposta) y el mencionado de Ascó sobre el Ebro; es también el autor del Palau Blaugrana.

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Me lo encontré por última vez en Lekunberri, Navarra, comiendo en un restaurante, amistoso y distendido como siempre. Es agradable reencontrarse con los maestros. Descanse en la paz merecida.

Manuel Reventós es ingeniero de Caminos


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