Un bonito espíritu convivencial
No suenan armónicos los discursos gubernamentales sobre la posible ampliación del aeropuerto de El Prat
El portavoz de Junts per Catalunya, Albert Batet, define el nuevo gobierno de la Generalitat como “Govern Aragonès-Puigneró”. Lo ha repetido varias veces durante la sesión parlamentaria en que se presentaba el nuevo ejecutivo catalán: “Govern Aragonés-Puigneró”. Es decir, que el nuevo president, de Esquerra, sepa desde el primer minuto que tiene la sombra del socio ―el vicepresidente Jordi Puigneró― proyectándose sobre él. Batet es una persona diáfana, no es amigo de matices (un día comparó la detención de una miembro de los CDR con el garrote vil a Puig Antich), y no oculta que es la voz de Carles Puigdemont en el Parlament. Por eso ha insistido en marcar el terreno a Pere Aragonès recordándole que al lado tiene a Puigneró, también próximo al fundador de JxC y entusiasta tuitero antiespañol. Aún más, en su primera intervención de este miércoles, Batet ha maniobrado para colar, en un solo pack, un elogio extra al vicepresidente por la inauguración de una feria audiovisual y un capón al Estado, esa “piedra en el zapato” de Cataluña. No es gratuita la nueva crítica al Gobierno central: llega en el mismo momento en que Pere Aragonès trata de reemprender el diálogo con la Moncloa.
La organización misma del nuevo Govern también revela esa pelea entre republicanos y junteros por decantar el frágil equilibrio hacia el lado propioLa organización misma del nuevo Govern también revela esa pelea entre republicanos y junteros por decantar el frágil equilibrio hacia el lado propio
Éste es el espíritu que se respira en la coalición acabada de reeditar. Las conselleres y consellers se sientan en sus escaños con unas mamparas de vidrio que les separan. Vale, es una medida de protección sanitaria, pero no me nieguen que tiene un aire metafórico evidente. Apenas arrancado, este Govern ya hace frente a algunas discrepancias internas significativas. Primera, la banca pública que ERC pactó en su momento con la CUP no parece entusiasmar a Jaume Giró, el conseller de Economia business friendly (en su estreno parlamentario, Giró ya ha protagonizado un debate con aire de pura lucha de clases con el diputado de En Comú Podem Joan Carles Gallego, exlíder de Comisiones Obreras). Y tampoco suenan armónicos los discursos gubernamentales sobre la posible ampliación del aeropuerto de El Prat: Aragonès habla de combinar “competitividad y biodiversidad”, en tanto Puigneró simplemente afirma: “Este país no puede permitirse el lujo de no tener un aeropuerto preparado para la economía del siglo XXI”.
La organización misma del nuevo Govern también revela esa pelea entre republicanos y junteros por decantar el frágil equilibrio hacia el lado propio, desde el reparto de competencias entre conselleries hasta un detalle tan simbólico como el orden de prelación de cada una. Les cuento: desde siempre, los departamentos de la Generalitat se ordenan protocolariamente según una hipotética relevancia. Pues bien, por primera vez en muchos años, Economía no es la primera conselleria después de presidencia y vicepresidencia, sino que ha sido desplazada por Empresa i Treball. ¿Por qué? Bueno, el conseller de Empresa es Roger Torrent, dirigente destacado de ERC, que de este modo se sienta más cerca de Aragonès. Torrent, por cierto, ha recuperado como cargos de confianza a los directores generales que ERC tenía hasta ahora en Economía, todos ellos gente de peso creciente en el partido; algo que puede aventurar choques competenciales con el equipo de Jaume Giró. Vaya, un bonito espíritu convivencial para empezar.
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