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Los vecinos se plantan ante el aeropuerto de Sabadell

Convocan para este lunes una concentración de protesta tras el último accidente

Accidentes de avionetas cerca del aeródromo desde 1998 hasta a principios de este mes (abajo a la derecha).Accidentes de avionetas cerca del aeródromo desde 1998 hasta a principios de este mes (abajo a la derecha).
Accidentes de avionetas cerca del aeródromo desde 1998 hasta a principios de este mes (abajo a la derecha).Accidentes de avionetas cerca del aeródromo desde 1998 hasta a principios de este mes (abajo a la derecha).Europa Press
Josep Catà Figuls

El accidente de la semana pasada en el que una avioneta se estrelló sobre las vías del tren de Sabadell —la piloto sufrió heridas leves— ha reabierto el debate sobre el aeropuerto de esta localidad. La infraestructura, dedicada sobre todo a la aviación particular y a las escuelas de pilotos, acumula numerosos accidentes durante los últimos años y tiene a los vecinos en vilo. El aeropuerto alega que cumple con los requisitos de seguridad, pero las asociaciones de vecinos han convocado una protesta y piden retirar las escuelas de vuelo para reducir riesgos.

El del pasado día 8 fue un accidente sin graves consecuencias. La avioneta, que no despegó del aeropuerto de Sabadell ni lo tenía como destino (pertenecía a la escuela de pilotos Celsa, de Reus), sufrió una avería en vuelo y trató de aterrizar de emergencia en Sabadell. Pero se estrelló antes de llegar, sobre las vías del ferrocarril. La piloto sufrió heridas menores y la circulación de trenes quedó interrumpida hasta que se retiró el aparato. Es el primer incidente relacionado con este aeropuerto este año. En 2020 hubo dos; en 2019, seis; en 2018 uno más y en 2017 tres.

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Fuentes de Aena, el gestor aeroportuario, indican que la instalación cumple con todos los requisitos de seguridad y que los procedimientos de vigilancia son constantes. También cuenta con la activación de planes de emergencia siempre que se produce algún incidente. El aeropuerto, que fue fundado en 1934 y que cuenta con una pista de 900 metros, tiene dos funciones. La primera son los vuelos operacionales (de servicios a la ciudadanía, como por ejemplo la extinción de incendios, el rescate o la vigilancia policial) y la segunda es la enseñanza de la aviación.

El aeropuerto alberga la primera escuela de vuelo de España, el Aeroclub Barcelona-Sabadell, que cuenta con 1.200 socios. La gerente de esta institución, Rosa Maria Pasquets, explica que los aviones que utilizan este aeropuerto son pequeños, pesan entre 800 y 2.000 kilos, y tienen de 2 a 4 plazas.

“La siniestralidad representa un 0,0078% de las operaciones realizadas, y los accidentes mortales un 0,0007%. Los afectados en estos accidentes no han sido nunca personas ajenas a la actividad, sino que han sido los pilotos”, señala Pasquets, que añade que estos aviones, al ser tan ligeros, apenas causan daños más allá de al propio aparato si ocurre algún accidente. “Seguramente saliendo de casa por la mañana tenemos más probabilidades de hacernos daño”.

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Pero estos datos no convencen a los vecinos de las ciudades que colindan con la infraestructura: Sabadell, Badia del Vallès, Barberà del Vallès y Sant Quirze. “Los vecinos no podemos vivir con los aviones encima. El día que caiga uno sobre una casa y pase algo…”, lamenta Jordi Molins, portavoz de la coordinadora vecinal del Vallès. Las reclamaciones vienen de lejos: “Las poblaciones han ido creciendo lo que podían según la ley, y lo han hecho pegadas al aeropuerto. Está totalmente ahogado, porque para entrar o salir tienes que sobrevolarlas. Las quejas de los vecinos por contaminación, ruido y miedo a accidentes empezaron ya en los años setenta”.

Los vecinos piden que las escuelas de vuelo vayan a aeródromos donde el riesgo sea menor, y que el de Sabadell solo se quede con los servicios esenciales. El Ayuntamiento de Barberà del Vallès difundió un comunicado después del último accidente, en el que mostraba su oposición al crecimiento de servicios no esenciales vinculados a la escuela de vuelo, “que solo generan un beneficio privado y menosprecian la salvaguarda del bien público y de la seguridad de la ciudadanía”.

El Departamento de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat creó una comisión sobre el aeropuerto en 2017, en la que también están los vecinos, y encargó un estudio para conocer el impacto positivo y negativo de la instalación. Elaborado por el Instituto Cerdà el pasado febrero, el informe destaca que el aeropuerto de Sabadell emplea a un total de 450 personas de forma directa y a más de 3.500 de manera indirecta. Lo sitúa como un polo de atracción e impulso económico, y señala también su valor cultural e histórico.

No obstante, el informe admite que los vecinos de las poblaciones cercanas “no perciben los impactos positivos” y recomienda trabajar para mejorar la integración social y urbanística. “El informe tiene detrás a la patronal, no defenderá a la gente que quiere vivir tranquila. En el último año y medio hemos hecho 13 denuncias a la agencia de seguridad aérea, y en la comisión, el aeropuerto solo ha contestado dos preguntas sobre seguridad”, afirma Jordi Molins, el portavoz de los vecinos.

Medir el impacto acústico sobre las ciudades

Junto a los accidentes, la mayor preocupación de los vecinos es el ruido. El informe encargado por el Departamento de Territorio recomienda instalar sonómetros. Los resultados debían conocerse en marzo, pero estos aparatos o bien no están instalados todavía o lo están pero no funcionan, como denuncia la coordinadora. “De todos modos, cuando salgan los datos, estos mostrarán una media, pero lo importante son los picos de ruido que hay cuando pasan las avionetas por encima, que pueden llegar a 90 decibelios. Una práctica muy habitual es dar vueltas y practicar el aterrizaje sin tocar al suelo una y otra vez. A cada vuelta vuelve el ruido”, explica Molins.

“Lamentablemente es inevitable reducir al 100% las molestias a los vecinos, pese a los esfuerzos de los operadores con la modificación de circuitos y la compra de aeronaves más silenciosas. Pero no hay que confundir molestias con la seguridad”, dice la gerente del Aeroclub, que defiende que el impacto económico de la infraestructura en la zona justifica la actividad.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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